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LA POLÉMICA DEL CONSEJO AUDIOVISUAL
Columna
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Parlamento amordazado

El gran debate que proponía el presidente Chaves al pueblo andaluz está siendo robado. Un atraco perfecto. Los miembros de tan singular banda son precisamente aquellos que han sido elegidos por los ciudadanos para que legislen en su nombre.

Veamos: desde 2001, el presidente Chaves viene hablando de la necesidad de modificar el Estatuto de Andalucía para adaptarlo a los nuevos tiempos. El reloj es imparable y ya estamos en el siglo XXI. El Gobierno andaluz se lanzó en tromba a repetir la martingala de la reforma necesaria. Se crearon comités y comisiones de estudio. Se citó a especialistas: desde poetas a empresarios, de cátedros a financieros. Todos pasaron en largas y tediosas jornadas por las salas del Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento. De la soberanía popular, dicen. Se redactaron informes y se hicieron fotos en Carmona, donde nació el Estatuto que ahora quieren maquillar.

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Una vez finalizada toda esta trompetería, los padres de la patria andaluza se encerraron en el Parlamento y comenzaron a debatir la reforma.

Hasta ese momento, la prensa, que no es otra cosa que simple intermediaria entre quienes protagonizan la actualidad y los ciudadanos que quieren estar informados, era imprescindible para la difusión de tan hercúlea tarea. Andalucía iba a contar con un nuevo instrumento legal que la lanzaría a la modernidad del siglo XXI lista para iniciar no se sabe cuántas modernizaciones más. Los políticos, pensadores, analistas se disputaron los espacios en los medios para arrojarnos sus puntos de vista. Hasta que llegó el día D.

Diputados del PSOE, PP, IU y PA se constituyeron en comisión e iniciaron los primeros debates, en sede parlamentaria, no se olvide, de la tan necesaria y ansiada reforma estatutaria.

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Ese día, el 6 de mayo, los representantes de los cuatro partidos representados en la Cámara tomaron una primera decisión que significa un verdadero atentado contra la libertad de expresión: los debates serían a puerta cerrada. Y por si fuera poco, al finalizar los mismos ninguno de los asistentes comentaría lo debatido con los periodistas. Para que la opinión pública estuviera informada, se decidió distribuir una nota de prensa conjunta, signada por los cuatro partidos.

Tan insólita medida fue justificada con estos argumentos por los representantes del pueblo: no queremos que se hagan públicas las diferencias de criterio entre los cuatro partidos; estamos marcando los puntos que nos unen y los que nos separan; queremos evitar la tergiversación y/o manipulación que podría producirse si cada uno de los portavoces conecta directamente con los periodistas al término de las sesiones.

Las preguntas surgen a borbotones: ¿dónde queda la libertad de prensa? ¿No íbamos a hacer un debate abierto a toda la sociedad, ilusionante, que debería lanzar al pueblo a un estadio de euforia regionalista/nacionalista similar al histórico 28-F? ¿No tiene derecho el ciudadano a saber en qué coinciden el PP con el PSOE o IU con el PA o cualquier otra combinación que imaginarse pueda? ¿Para eso tenemos partidos, para que firmen una nota de prensa y aquí paz y después gloria, todos al cafelito? ¿No sería bueno que supiéramos por qué derroteros caminan los nacionalistas del PA o con qué argumentos rechazan los diputados de IU la presencia de tropas extranjeras en territorio andaluz? ¿O cuál es el punto de máxima tensión entre la derecha, PP, y la socializquierda, PSOE?

Se nos apunta que por ahora sólo están apartando el humo de la paja, lo que les separa lo dejan a un lado y tiran millas con lo que les une. Pero eso mismo, ¿no tenemos derecho a saberlo de primera mano? ¿No deberían ser los portavoces habituales de esos partidos quienes informaran a sus votantes, a través de los medios de comunicación, pues de momento no se ha inventado un mejor sistema, de todo cuanto está sucediendo en el seno de esa comisión estatutaria?

¡Ah!, pero se nos señala un segundo aspecto de la cuestión: los diputados tienen miedo de que ellos mismos den versiones interesadas, manipuladas, tergiversadas de lo que negocian. De modo que deciden remitir al ciudadano un mensaje único. De ahí al partido único, ¿cuánto queda?

Y descubrimos la verdadera intención de nuestros representantes: se protegen de sí mismos, de sus vergüenzas, de sus mentiras, de sus manipulaciones. Para que al día siguiente no haya cuatro versiones distintas de lo que sucedió en sede parlamentaria, lancemos el mensaje único. ¿Este es el parlamentarismo ilusionante? ¿Así creamos escuela política y enganchamos a las jóvenes generaciones en el noble arte de la política?

Con lo fácil que sería que, al término de cada una de estas sesiones iniciales, cada cual hiciera una lectura tamizada por sus propias convicciones, pero ajustada a la verdad.

¿O es que se les ha olvidado a los políticos decir la verdad?

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