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Reportaje:ESTRENOS

Russell Crowe se pone los guantes

El actor interpreta al boxeador James Braddock en 'Cinderella man', de Ron Howard

Tras colaborar en dos ocasiones con Russell Crowe, primero en Una mente maravillosa y ahora en Cinderella man, el cineasta Ron Howard sabe que trabajar con este actor nacido en Nueva Zelanda es un arma de dos filos. "Igual que rodar en una isla paradisíaca. Te encanta el lugar, pero tienes que lidiar con el clima", ha dicho Howard. Hoy amenaza tormenta y el ganador de un Oscar por Gladiador llega a la entrevista fumando sin parar y, sin sentarse, conmina a los periodistas a que disparen. Su actitud raya con la chulería y la arrogancia, aunque Crowe es capaz de suavizarla cuando quiere con esa sonrisa con la que se sale con la suya. A sus 41 años, el actor criado en Australia es tan conocido por su talento artístico como por sus peleas y sus raptos de ira. Un genio que le ha venido bien para su nuevo papel como James Braddock, púgil estadounidense que en 1935 ganó el título de campeón de los pesos pesados contra todo pronóstico, apodado desde entonces como el hombre Cenicienta. "No hay lugar para la rabia en el cuadrilátero. Si te dejas llevar por la rabia, saldrás golpeado. Como boxeador debes mantener una furia soterrada, pero lo importante es el entrenamiento, para que cuando suba la adrenalina puedas mantener el mismo ritmo cardiaco, respiratorio y mental", describe con precisión.

Desde que se dio a conocer primero en Australia, con la controvertida Romper Stomper, y poco después en Hollywood con LA Confidencial, Crowe ha cultivado esta imagen de chico malo desinteresado de la industria y enamorado de sus vacas, en su rancho australiano, y de sus canciones, con el grupo 30 Odd Foots of Grunts. "Desde el principio me pareció una de esas historias que te ponen la carne de gallina. Me interesó la figura de Braddock, como campeón, antes de serlo y después de obtener el título. Me enterneció el conocer la sencillez de su vida, desesperadamente enamorado de su esposa hasta la muerte. Y me recordó que es el reflejo de la grandeza de esa América construida a los hombros de gente como él", relata el intérprete.

El proceso de transformación fue duro, y Crowe asegura que comenzó a prepararse para el papel 12 meses antes del rodaje con jornadas que comenzaban con una carrera de unos cuatro kilómetros, a los que seguían largos paseos, 40 largos de natación y, por supuesto, clases de boxeo de unas dos horas diarias. "Uno no se puede enfrentar a un personaje como éste sin preocuparse por el aspecto físico. No tienes dónde esconderte con unos pantalones de boxeo y unas botas por toda indumentaria", describe.

Crowe mantuvo el mismo ritmo de preparación durante el rodaje, y aunque como actor le gusta jactarse de que lo suyo no es el "método" y que entra y sale de sus personajes con facilidad, en el caso de Braddock el poso fue más duradero. "La velocidad de reacción, por supuesto. Hasta la manera de reaccionar ante el peligro. Hace 12 meses la reacción natural ante algo que te va a golpear sería la de echarme para atrás. Ahora he aprendido que la mejor manera de evitarlo es adelantarme al peligro. Aun así, no es algo que piense volver a hacer. No le encuentro ningún encanto personal al boxeo".

Dentro de su dureza, Crowe se muestra mucho más interesado en la historia de amor de su personaje con Mae, papel que en Cinderella man interpreta la actriz Renee Zellweger. Un romanticismo que le trae a la mente la boda de sus padres, casados desde hace 45 años, y su propia boda con Danielle Spencer. "Por eso he esperado tanto hasta casarme, porque quería estar completamente seguro de hacerlo una sola vez. Y por el momento va bien", bromea un actor que durante años fue conocido por una tumultuosa vida amorosa que unió su nombre al de Meg Ryan, además de su rumoreado idilio con Nicole Kidman, que ambos han negado.

Aunque el ritmo de sus cigarrillos se mantiene, la actitud de Crowe se suaviza cuando habla de esa nueva carrera que emprendió hace año y medio con el nacimiento de su primer hijo, Charles Spencer Crowe. "Me encanta ser padre. La paternidad ha mejorado cada día de mi vida y nos ha dado a mi esposa y a mí un mayor entendimiento de nuestra relación. No puedo hablar mejor de la experiencia", explica antes de rememorar las "largas conversaciones" que mantiene con el bebé y los juegos, paseos y clases de yoga que comparte con su hijo. Crowe espera convertir esta parte de su vida en una carrera en sí misma, con nuevos proyectos a corto plazo. "Por supuesto que queremos más hijos, aunque primero dejaremos que éste defienda su territorio hasta que vaya a la guardería y tenga sus amigos. Entonces será un buen momento para que tenga una hermanita. Y si es un niño da igual con tal de que sea feliz y sano. Casi mejor, porque así con la excusa de la niña podemos tener un tercero antes de que me enfrente a la idea de cerrar el negocio".

Menos lúdico, Crowe también se digna a hablar de futuros proyectos artísticos, entre ellos el suspendido rodaje de Eucaliptus, donde iba a trabajar por primera vez con Kidman. "Tengo claro que un día Nicole y yo haremos una película juntos. Nos lo debemos como actores mientras los dos somos relativamente jóvenes", bromea el intérprete, que evita dar detalles sobre la cancelación del filme. "Simplemente, no hay necesidad de hacer malas películas", añade enigmático.

El humor le vuelve a cambiar al pensar de nuevo en esta industria. Más de veinte años que lleva en el negocio le empiezan a pesar. "No me entiendan mal, aún amo lo que hago", dice. "Todavía se me pone la carne de gallina cuando llego a un rodaje", agrega pidiendo con su mirada que le prestes toda la atención a sus palabras. "Quizá tengo incluso más pasión de la que tenía cuando empecé porque ahora sé lo que me hago, pero por eso mismo quiero hacer películas que lleguen al corazón de los espectadores, que les pongan los pelos de punta y les llene los ojos de lágrimas. Ésa es mi única motivación en este negocio", resume con la seguridad de que eso es lo que ha conseguido con su Cinderella man.

Russell Crowe.
Russell Crowe.ASSOCIATED PRESS

La atracción de unos puños

Para tratarse de un deporte minoritario y en muchas ocasiones criticado por su violencia, las películas de boxeo son un género por sí mismo dentro de Hollywood que ha recurrido en numerosas ocasiones a los guantes para contar algunas de sus historias más alabadas. El ejemplo más cercano está en la última entrega de los Oscar, donde Million dollar baby obtuvo cuatro estatuillas, entre ellas la de mejor película, para una historia de superación en el campo del boxeo femenino. Desde combates históricos, como los reflejados en Ali, centrada en la vida de Muhammad Ali, hasta ficticios, como los de Rocky, el cuerpo a cuerpo de dos púgiles ha demostrado siempre ser un arma muy cinematográfica. Pero si existe un referente en el que todos coinciden como ejemplo de clásico en el género es Toro salvaje, una de las mejores obras de Martin Scorsese, y el Oscar de Robert de Niro por su histórica transformación de cuerpo y alma en el legendario Jack LaMotta. "De hecho, le pedí a Marty que me recomendara una lista de películas sobre esa época", añade Howard incluyendo otros clásicos como The champ, con Wallace Beery, o Golden boy, con William Holden, a su filmografía pugilística. "La atracción del boxeo reside en su intensidad, dos rivales confinados en un cuadrilátero", explica Russell. "Pero no estoy tan seguro de que sea un género con éxito, porque por cada película de boxeo que merece la pena te aseguro que hay como una docena que no merecen ser vistas", añade, quizá pensando en las diferentes secuelas del propio Rocky.

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