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Reportaje:

Europa contiene la respiración

La Unión Europea afronta sin plan alternativo el posible rechazo francés a la Constitución

Carlos Yárnoz

El inmediato futuro de la UE depende del referéndum francés del domingo sobre la primera Constitución europea. Los principales líderes europeos, con la significativa excepción del británico Tony Blair, han hecho llamamientos solemnes a favor del . A la vez, Bruselas ha congelado iniciativas legales molestas para los franceses o lanzado otras en su beneficio con el fin de frenar el avance del no. A seis días de la cita con las urnas, la UE asume con pavor que un posible rechazo francés al tratado constitucional abra la mayor crisis en la historia de la Unión sin tener ningún plan alternativo.

Las consecuencias políticas y económicas del no en el gran país impulsor de la construcción europea son resumidas por el Centre for European Reform como un parón en las reformas económicas en Francia, una pérdida de confianza en el euro en el mercado de bonos, un descenso en el valor de la moneda única, una subida de los tipos de interés, un frenazo a las incorporaciones a la UE (Croacia, Turquía, Serbia y Montenegro, Macedonia...), más división interna o la creación de la Europa a varias velocidades.

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Jean-Claude Juncker, primer ministro luxemburgués que ahora preside la UE, pierde los nervios al hablar de esa hipótesis. "Perderemos 20 o 30 años. Para entonces, ya no tendremos en Europa los hombres políticos ni sociedades con una memoria colectiva suficientemente fuerte para comprender las razones que nos llevaron a fundar la Unión", ha dicho a Libération. "Una generación perdida", insiste el eurodiputado y ex ministro polaco de Exteriores Bronislaw Geremek. "Para entonces, sin la Constitución, Francia habrá perdido su influencia en Europa y en el mundo", asegura Juncker.

Nadie duda de que la crisis será muy grave. Blair fue advertido el 8 de abril por su entonces ministro de Asuntos Europeos, Danis MacShane. En una nota confidencial ahora difundida le decía que, "si Francia vota no, Europa estará en crisis hasta 2007". Le añadía que ganará el no y que diplomáticos nórdicos, bálticos o daneses "coinciden en que el nuevo tratado quedará muerto".

Es el escenario más probable tras un no francés, pero ¿hay un plan alternativo? "Sólo hay un plan A, que es la ratificación de la Constitución", dice José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea. "El plan B es el Tratado de Niza", repite Michel Barnier, porque es el actual tratado en vigor. O un "Niza Plus", como aventura Sebastián Korpas, del Centre for European Policy Studies. Al actual tratado, tan querido por el ex presidente José María Aznar como denostado por los líderes europeos, se le añadiría algún apartado constitucional, como la creación del ministro europeo de Exteriores.

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Sin segunda oportunidad

Pero tampoco esto está previsto. Juncker insiste en que él está hoy a la cabeza de la UE y nadie le ha mencionado un plan B. "No veo una segunda oportunidad", advierte el ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer. Para él, ni hay ni puede haber un plan B porque un rechazo a la Constitución sólo generará "grupos diferentes de países" en una Europa "más débil y vulnerable" en la que renacerán los intereses nacionales.

La eurodiputada socialista francesa Pervenche Bérès, que ahora defiende el no tras haber alabado en su día el texto constitucional, califica de "terrorismo intelectual" la negación de un plan B.

El ex ministro MacShane aconsejaba a Blair que fuera pensando en anular el referéndum británico sobre la Constitución del año que viene porque, en su opinión, un rechazo francés bloqueará el proceso de ratificación. Eso piensan en voz baja dirigentes de la UE, pero todos ellos mantienen oficialmente lo contrario.

Por el momento, el tratado constitucional ha sido ratificado por Lituania, Hungría, Eslovenia, España (único por referéndum hasta ahora), Italia, Grecia, Eslovaquia y Bélgica. En Alemania, el Bundesrat lo hará sólo dos días antes de la consulta francesa en una clara señal a París. La siguiente cita electoral, el 1 de junio, será en Holanda, donde las encuestas también apuntan al no.

"Si Francia vota no, el resultado holandés será irrelevante. Pero si Francia vota sí, un no holandés no dejaría muerto el tratado, pero pondría en duda todo el proceso de ratificación", como señala Daniel Keohane, del Centre for European Reform. Aun así, un rechazo holandés tras una ratificación francesa no pararía el proceso. Continuaría y la Constitución sólo quedaría muerta si al rechazo se sumaran más de cinco países. El estancamiento económico en Europa, el miedo a la apertura mundial de mercados, el retroceso en las protecciones sociales, el fenómeno de las deslocalizaciones o el desconocimiento del proyecto constitucional son razones manejadas para explicar ese rechazo en Francia y Holanda, dos países fundadores de una UE amenazada de crisis cuando ya está atravesando momentos de dificultades.

Una de ellas es la feroz guerra que ocupa estas semanas a los Veinticinco para pactar las futuras perspectivas financieras y fijar cuánto dinero aportará cada cual al club -que Londres amenazó con vetar ayer- y cómo se repartirán los fondos y ayudas entre 2007 y 2013. O los problemas de liderazgo que afectan a tres dirigentes clave en la Unión: el francés Jacques Chirac, cuyo futuro también está ligado al referéndum; el canciller Gerhard Schröder, con su Partido Socialdemócrata (SPD) en un permanente retroceso electoral -el de ayer en Renania del Norte le abocó a anticipar las elecciones generales- en un país con más de cinco millones de parados, y el presidente Barroso, que aún no ha superado el susto con que arrancó su mandato en noviembre y ya afronta esta semana una moción de censura urdida por los euroescépticos.

Son ellos, los euroescépticos, los únicos satisfechos con lo que está pasando en una UE en la que no creen. El domingo, los franceses pueden amargarles la fiesta.

Activistas franceses partidarios del <i>no</i> a la Constitución europea, durante una marcha celebrada ayer.
Activistas franceses partidarios del no a la Constitución europea, durante una marcha celebrada ayer.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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