Bush propone crear un cuerpo especial para apuntalar democracias en el exterior
El presidente de EE UU pide paciencia para Irak y los países en transición
La resistencia de George W. Bush a reconocer equivocaciones no llega al extremo de negar que en Irak ha habido un alto número de errores. Quizá el principal fue lanzarse a la invasión sin planes para la posguerra, subestimando las dificultades para la estabilidad y la reconstrucción. Bush pide paciencia y cree ahora, a diferencia de lo que dijo hace cinco años, que la fuerza militar de EE UU puede servir para respaldar la reconstrucción de instituciones en países en transición a la democracia y que hay que crear un nuevo Cuerpo de Respuesta Activa civil que se dedique a esa tarea.
Asumiendo una de las lecciones aprendidas, Bush dijo el martes por la noche que "mientras que el Ejército de EE UU puede desplegarse rápidamente en cualquier lugar del mundo, no ocurre lo mismo con los funcionarios civiles". Para remediarlo, defendió la creación del Cuerpo de Respuesta Activa, cuyo objetivo será el despliegue rápido de especialistas en emergencias, economía, sanidad, enseñanza, tribunales y orden público, instituciones democráticas y sistemas fiscales, expertos que puedan contribuir a resolver situaciones de crisis o a desarrollar instituciones estables en países sin historial democrático.
"Ningún país ha hecho su transición de la tiranía a la libertad sin reveses, y lo que distingue a las naciones que progresan de las que vacilan es el desarrollo de sus instituciones libres", dijo Bush, que recordó "los años de caos" de la revolución americana y los fracasos iniciales. Pensando en Irak y Afganistán, pero también en Ucrania y Palestina, añadió: "Cuando la gente arriesga todo para votar, crecen las expectativas de que sus vidas mejorarán inmediatamente, pero la historia enseña que el camino hacia una sociedad libre es largo y no siempre sereno".
El presidente ha cambiado progresivamente de opinión: en 2000, cuando el concepto de nation building era anatema, dijo que nunca utilizaría la potencia militar de EE UU para contribuir al desarrollo de instituciones democráticas en terceros países. Ahora, Bush cree que aunque el objetivo del Ejército es "encontrar y derrotar a los terroristas", los militares también tienen "una tarea menos visible, pero cada vez más importante: ayudar a la gente de esos países a construir sociedades civiles sobre los escombros de la opresión". Así, Bush celebró que en Irak, la Primera División de Caballería sea responsable de la Operación Adam Smith: "Poner en pie cámaras de comercio, proporcionar préstamos a los pequeños empresarios iraquíes y enseñarles contabilidad, marketing y planificación empresarial". Y en Afganistán, dijo, los equipos militares de reconstrucción "ayudan a arreglar escuelas, cavar pozos, construir carreteras, reparar hospitales y cimentar la confianza en los dirigentes afganos elegidos para que lleven el cambio real a las vidas de la gente".
En contraste con el neoidealismo del presidente, dos sondeos coinciden en subrayar una visión cada vez más crítica en EE UU de cómo van las cosas en Irak. En la encuesta Harris, el porcentaje de los que creen que la guerra fue una mala idea ha llegado al 48%. Coincidiendo con el incremento de la violencia, el pesimismo domina: el 54% de los norteamericanos no confían en que las políticas del Gobierno vayan a tener éxito en Irak.
En otro sondeo de la NBC y The Wall Street Journal, el 51% cree que echar del poder a Sadam Husein no ha merecido la pena por las bajas y los costes. La mayoría cree que el Gobierno atiende mucho a Irak y presta poca atención a la economía y al precio de la gasolina. El apoyo a Bush no cambia, sigue en un mediocre 47%, aunque es una buena cifra si se compara con el suspenso que se da al Congreso: sólo el 33% cree que está haciendo un buen trabajo. Sólo 17 de cada cien personas creen que el Capitolio comparte sus prioridades.
Pulso en el Congreso
Esta muestra de rechazo de la clase política coincide con un pulso de consecuencias imprevisibles en el Congreso: los republicanos, de la mano de un liderazgo en el Capitolio notablemente sectario -Bill Frist en el Senado y Tom DeLay en la Cámara- quieren aprovechar su doble mayoría para aplicar lo que en la jerga de Washington se conoce como opción nuclear: la eliminación del filibusterismo, el mecanismo de resistencia de la minoría en el Senado. Los republicanos acusan a los demócratas de abusar del mecanismo y bloquear nombramientos de jueces. La dirección demócrata, que no está en su mejor momento, dice que Bush y los republicanos "están intentando reescribir la Constitución y reinventar la realidad".
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