Sobre 'Espantoso y genial'
Por muchas vueltas que le dé, no alcanzo a comprender qué ha hecho el señor Bermejo para merecerlas palabras -quisquilloso, espíritu rectilíneo e implacable, alguien así, la verdad, suena más bien peyorativo- que el señor Vargas Llosa le dedica: lo mínimo que se le puede pedir a un historiador es que compruebe con rigor y competencia el objeto de su investigación. Máxime cuando, como en el caso que nos ocupa, la inconcreción, las omisiones y la incoherencia, que sólo servían para ocultar la usurpación y la mentira, estaban pidiendo a gritos una aclaración.
Muy loable, pues, y más bien de agraceder, me parece la labor del señor Benito Bermejo, que ha permitido desenmascarar a un farsante que, atribuyéndose unas dolorosas vivencias ajenas en beneficio propio, no ha vacilado en tejer una sarta de embustes que ha mantenido durante años prescindiendo del daño que con su actitud infligía a la memoria de las víctimas, así como a la causa que supuestamente pretendía defender. Lo dicho, loable y de agradecer, y yo se lo agradezco, señor Bermejo.
Con el "genial" que figura en el título de este Piedra de toque, Espantoso y genial, me pasa lo mismo, tampoco lo entiendo: no alcanzo a comprender qué tiene en común la mentirosa patria de los novelistas -y qué novelistas, nada menos que Cervantes, Melville, Dostoievski y Vargas Llosa, en la que con tanto apresuramiento da la bienvenida el señor Vargas Llosa al autor de este espantoso fraude- con este lamentable y patético suceso. La mentirosa patria de los novelistas es el lugar donde florecen mentiras como La escritura o la vida, Si esto es un hombre, L'éspèce humaine y un largo y glorioso etcétera, por sólo mencionar a unos pocos que han "mentido" escribiendo sobre el tema que nos ocupa.
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