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Reportaje:

Un millonario en la derecha de Chile

La aparición de un segundo candidato conservador y antipinochetista para las presidenciales cambia el escenario político

La campaña de la derecha chilena para las elecciones presidenciales de diciembre, y que parecía predestinada a la derrota del ex alcalde de Santiago, Joaquín Lavín, ante la alianza gobernante (democristianos y socialistas), se ha animado ahora con la irrupción del empresario y ex senador Sebastián Piñera, quien dispone de unas indudables credenciales democráticas, una fortuna que se estima en 1.200 millones de dólares y dotes de gran comunicador. Piñera ha rechazado el desafío de Lavín para celebrar unas primarias. Prefiere centrar sus esfuerzos en atraer el voto de centro para enfrentarse a la candidata de los partidos de Gobierno, que será elegida en sus elecciones internas del 31 de julio, y que según las encuestas ganará la socialista Michelle Bachelet, ex ministra de Defensa y Salud.

Por primera vez habrá una campaña electoral en la que el ex dictador no será el centro

Era una elección que parecía bastante decidida, pero la entrada en liza de la locomotora Piñera, como apodan por su energía al propietario de la línea aérea Lan Chile, ha introducido un factor de incertidumbre en el escenario político, tanto para la derecha como para las filas gubernamentales. El desplome de la figura del ex dictador Augusto Pinochet, más por corrupción que por los crímenes -y cuyo desafuero por las cuestas millonarias secretas en el Banco Riggs se analiza desde ayer en la Corte de Apelaciones- abrió la posibilidad de una modernización de esa derecha, que desde 1958 no llega a la presidencia a través de las urnas.

Para gobernar, la derecha necesita capturar votos en el centro político, porque no le basta con los suyos, en torno al 40%, según una reciente encuesta.

Lavín, un economista que fue asesor de Pinochet y escribió panegíricos de la dictadura, anunció hace dos semanas su desafección del campo del ex dictador, por lo que recibió críticas en su propio partido, la Unión Demócrata Independiente (UDI). Del antipinochetismo de Piñera, en cambio, pocos dudan. Votó contra el ex general, y cuando era senador quedó a menudo aislado del resto de la derecha. Dos ejemplos: la reforma de la Constitución y la adopción de medidas contra el ex centro de torturas de Colonia Dignidad.

"Se ha producido el fin de la política en la derecha ligada a Pinochet. Por primera vez habrá una campaña donde el ex dictador no sea el centro", señala la socióloga y directora de la encuestadora Mori, Marta Lagos. Al desprenderse la derecha de Pinochet, "la división del país en dos bloques, donde el de centroizquierda es mayoritario y está en el Gobierno, queda en duda", agrega. Las dos grandes coaliciones que existen en el país, la derechista Alianza por Chile y la gobernante Concertación de Partidos por la Democracia, creadas respectivamente en torno al conflicto de dictadura-democracia comienzan a parecer menos necesarias que antes, si todos coinciden en rechazar al ex dictador.

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La campaña dentro del bloque de la derecha se anticipa dura. Para marcar las diferencias, Lavín afirmó que Piñera es un empresario exitoso, mientras que él se ha dedicado como alcalde al trabajo con los pobres y clase media. Piñera replicó que nadie debe adueñarse de la cuestión de la igualdad de oportunidades, dijo estar orgulloso de ser empresario y recordando la época universitaria de ambos en Estados Unidos, dijo: "Él [Lavín] sacó un máster; yo, un doctorado".

Desde las filas de la UDI y también del oficialismo, las críticas contra Piñera se centran en que representa el poder económico. Por su fortuna ha sido comparado con el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, pero sin los problemas de corrupción y conservadurismo de este último. Si su antipinochetismo y el hecho de provenir de una familia democristiana lo acercan al oficialismo, la propiedad de empresas y acciones lo aleja del mundo de la coalición oficialista, al que necesita acercarse en busca de votos. Su problema es que, a la vez, requiere del apoyo de la derecha.

El efecto Piñera también llegó a la Concertación, donde los cálculos en las últimas horas son frenéticos. La Democracia Cristiana (DC) y su candidata, la ex ministra de Exteriores, Soledad Alvear, han asegurado que respetarán los resultados de las primarias. Pero de ganar Bachelet -casi triplica a Alvear en los sondeos-, la DC sería el único de los grandes partidos que se quedaría sin un candidato presidencial de sus propias filas en diciembre, con comicios presidenciales, de senadores y diputados, justo cuando los votos del centro serán los más codiciados, tanto desde las filas socialistas, como desde la derecha.

La posibilidad de una elección a cuatro bandas -cinco incluyendo al Juntos Podemos, la coalición del Partido Comunista y sus aliados, que todavía no ha designado a su representante-, con dos candidatos de derecha, una por la DC y otra por los socialistas ha comenzado a debatirse de forma abierta. De concretarse, será el enterramiento de la división en dos grandes bloques de la política chilena en las últimas dos décadas, y del sistema electoral que lo alienta, y el regreso a la clásica división de los partidos en tercios, derecha, centro e izquierda.

Joaquín Lavín (arriba) y Sebastián Piñera.
Joaquín Lavín (arriba) y Sebastián Piñera.

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