Romanos en Badalona
Dicen que los romanos se llevaban los dedos a la garganta para vomitar y continuar comiendo. No me extraña, porque después de probar una comida romana daba rabia no tener más apetito para repetir. El acto de comer era sin duda una de sus actividades favoritas, prueba de ello son las numerosas pinturas murales que se encontraron intactas en Pompeya: platos de pescado, vasos de aceitunas, jarrones de frutas, platos con dátiles, cestos de higos, copas de vino... Desconocían los tomates, el arroz, las patatas, el azúcar, el cacao, pero se hicieron expertos en macerar aceitunas, en condimentar la carne de jabalí, de pollo, las setas, las sardinas, la sepia... Utilizaban la miel no sólo para preparar postres, sino para contrastar lo dulce de lo salado. Todos los alimentos se cocinaban, incluso una lechuga, y siempre se servían con salsa, que es uno de los puntales de la cocina romana. La conquista de Asia Menor les valió el botín de las especias, que no sólo aromatizaban los platos, sino que disimulaban el olor, digamos peculiar, de la carne en un estado no muy digno. Uno de sus principales ingredientes era el famoso garum, que poco tiene que ver con el que nos comemos ahora, ya que el de los romanos consistía en un líquido más bien repugnante que se obtenía de macerar al sol diferentes entrañas de pescados con sal. El producto era muy valorado y por tanto carísimo, se utilizaba como sustitutivo de la sal, que sólo se usaba para macerar. Todo esto y mucho más lo descubrí hace unos días en la presentación de las Primeres Jornades de Cuina Romana, que se celebrarán del 20 al 22 de mayo en Badalona y que consisten en degustar los mejores platos de la cocina romana en cuatro restaurantes: Cayo Largo, Bertran Mar, Nero-Neró y Ca L'Arqué.
En Badalona, la antigua Baétulo, se podrán degustar los mejores platos de la cocina romana en varios restaurantes
La ciudad de Baetulo, la actual Badalona, fue fundada por los romanos hace más de 2000 años, y allí vivieron durante seis siglos; por eso no es de extrañar que cada vez que se perfora el subsuelo en el centro de la ciudad se encuentren restos arqueológicos de gran importancia. Eso les ocurrió hace ahora 50 años, cuando descubrieron una de las termas mejor conservadas de Europa. A raíz de aquel descubrimiento se fundó el Museo de Badalona, que contiene las termas en el subsuelo, una exposición arqueológica y un decumanus, la calle principal de la ciudad, con sus tabernae, sus tiendas, y dos edificios de casas. Celebrar las bodas de oro merece una gran fiesta y el museo ha programado una serie de actividades que durarán todo el año.
Montse Comas es una de las responsables del museo. Ella dice que su ámbito es la investigación, alejada del gran público, pero estos días le ha tocado explicar -y además lo hace muy bien- de qué va la cocina romana. Nos lo contó, precisamente, en uno de los rincones que forman el decumanus, quizá cerca de lo que fue la cocina o el comedor de una casa del siglo I a.C. Y no dudo que las piedras se removieran ante tantos efluvios como pululaban por el aire. Puerros con salsa de garum y vino blanco; lentejas con castañas; guisantes de la India con sepia en su tinta, puerros, vino blanco y comino; sardinas fritas con miel, vinagre y menta seca; pescado con salsa alexandrina; pastel de lenguado; ternera con membrillo... Maravillas culinarias que los romanos se zampaban en los grandes banquetes (ya nos avisó Montse que comeríamos como los ricos: los pobres se alimentaban a base de una papilla de cereales llamada pulmentum, que a veces se acompañaba de verdura y pocas veces de carne, que era muy cara). No nos recostamos en un triclinium, sino esparcidos por las mesas; tampoco comimos con los dedos, ni finalizamos el ágape con una orgía de música, bailes y poetas, ni mucho menos nos metimos los dedos en la boca. Los descendientes de Nerón, Augusto y Calígula somos aparentemente más comedidos, aunque nadie escatimó un vino rosado denominación de origen Alella, lo más parecido a lo que bebían ellos, ni nadie dejó de probar todos los platos que pudo su estómago.
Las recetas del festín forman parte del libro De re coquinaria, que se podría traducir como Cosas de cocina. Lo escribió Epicio, un rico y excéntrico gourmet romano del siglo I d.C. capaz de embarcarse hacia Libia para buscar las gambas más grandes y, decepcionado, dar media vuelta a la nave sin poner los pies en el suelo. Epicio dilapidó su fortuna comiendo y cuando se le acabó el dinero se suicidó. Antes, había escrito 500 recetas, de las que Montse ha rescatado 30 para la ocasión. "No son tan distintas de las de ahora", comenta. "Simplemente utiliza más las especias y el garum".
Me siento al lado de la alcaldesa de Badalona, Maite Arqué, quien me cuenta las maravillas de la ciudad, de sus asociaciones centenarias, su patrimonio histórico y sus fiestas de mayo, con su nuevo drac y sus 300 soldados romanos de toda Cataluña que desfilarán por la ciudad el día 22. Maite, como Montse, es consciente de que Barcelona pretende comerse a su vecina Badalona. "Baetulo era más importante que Barcino", comenta Montse. "Por ejemplo, Baetulo tiene un teatro, cosa que no se ha encontrado en Barcino". Seguimos hablando y de repente alguien nos acerca una bandeja con unos dátiles rellenos de frutos secos y fritos con miel: una delicia para terminar esa seudoorgía culinaria que tienen ustedes al alcance de sus bocas en Badalona.
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