Algo más que una paliza
Es necesario que se sepa en qué manos confía Metro de Madrid nuestra seguridad, que ilustro con lo que nos sucedió a mi pareja y a mí, el pasado 16 de abril, aproximadamente a las ocho menos cuarto de la tarde, cuando nos dirigíamos, al final de nuestro paseo por la Casa de Campo, a la estación de metro de Lago. Allí, en la placeta exterior, nos encontramos con que un vigilante de seguridad de la empresa Securitas, junto a otros seis compañeros, propinaban una tremenda paliza a un joven suramericano, quien se mostraba evidentemente ebrio, porque al parecer le había agredido con unas llaves en la cabeza ante la motivada prohibición de los agentes de que entrara en el metro en ese estado.
Nunca pusimos en duda su explicación, pero la reacción que siguió fue en toda forma desproporcionada, en cuanto que le golpearon repetidamente varios de los agentes, con la excusa de calmarle, hasta dejarle la cara hinchada y sangrienta; y no sólo eso, sino que ante nuestra intervención y la de otras personas que por allí pasaron recriminándoles la brutalidad de sus modos, los agentes reaccionaron muy agresivamente insultándonos y llegaron incluso a amenazarnos (a uno le tuvieron que sujetar y otro nos sacó la porra y desafió a ir a un lugar apartado) y prohibirnos la entrada en la estación porque "no les salía de los cojones".
Lamentablemente no conseguimos nada ni llamando a la policía, a la que nos cansamos de esperar, temiendo por nuestra integridad, tanto nosotros como el agredido, ni denunciando en comisaría, ni quejándonos a la empresa de seguridad. Me causa un profundo desasosiego pensar que tristemente lo único que ha quedado es la cara destrozada del chaval, nuestra sensación de asco y otra batallita más para contar por parte de los agentes sobre el duro "Vietnam-Casa de Campo" de los fines de semana. Y digo yo ¿para quién? Somos perfectamente conscientes de lo difícil que es su trabajo en ese lugar, pero es evidente que sobra cualquier explicación sobre los límites de lo que deben y no deben hacer.
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