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Reportaje:

Berlusconi vive sus horas más bajas

Los aliados del primer ministro italiano se plantean cambiar de líder tras las últimas derrotas electorales

Enric González

Silvio Berlusconi atraviesa sus horas más bajas desde la victoria de 2001. El rosario de derrotas electorales y las malas predicciones sobre la marcha de la economía italiana han hecho que, por primera vez, sus aliados se planteen sustituirle como líder antes de las elecciones generales de 2005. Existe incluso un cierto consenso sobre el sucesor: Pierferdinando Casini, democristiano y presidente de la Cámara de Diputados. Pero Berlusconi no se rinde y ha puesto en el mercado el enésimo invento destinado a garantizar su supervivencia política: la fusión de todo el centroderecha en un Partido de la Libertad capaz de llevarle a la presidencia de la República.

La crisis de la coalición berlusconiana se reflejó en las elecciones administrativas de Valle de Aosta, Trentino y Cerdeña, celebradas el domingo y el lunes. El centroizquierda de Romano Prodi barrió, como en las regionales de abril. Los síntomas de descomposición, especialmente en el partido-empresa de Berlusconi, Forza Italia, son variados: un centenar de altos cargos, entre ellos dos diputados, se fugaron la semana pasada a La Margarita, el grupo más moderado del centroizquierda; otros 600 diputados, cuadros y militantes se reunieron el sábado en Roma para exigir "democracia interna".

La señal de alarma más clara es la aparición de una alternativa sólida al liderazgo de Berlusconi. Casini, un moderado que ha ganado prestigio al frente de la Cámara de los Diputados y que ha compensado con declaraciones sosegadas la hiperactividad berlusconiana, es visto como la última esperanza del centroderecha, no sólo desde su propio partido, UDC, sino en Alianza Nacional y Forza Italia.

Berlusconi, sin embargo, sigue siendo el jefe. Y tiene un plan que comienza con su propuesta de fundir todos los grupos de la actual coalición en un solo partido, para el que sugiere el nombre Partido de la Libertad. El objetivo declarado es "reforzar el bipartidismo y la estabilidad institucional". El no declarado es más complejo, pasa por una estrategia inglesa y culmina con la elección de Berlusconi como presidente de la República.

El primer paso, la unificación del centroderecha, tiene más de simbólico que de real, ya que parece improbable que el magma posfascista de Alianza Nacional, el centrismo antireformista de UDC y el reformismo personalista de Forza Italia puedan confluir en algo manejable.

El plan de Berlusconi y de sus asesores no requiere que la fusión llegue a completarse. Piensan que bastará poner en marcha el proceso para ofrecer al electorado una imagen de futura cohesión, tras tantas desavenencias, contraponiendo el proceso a las divisiones internas del centroizquierda.

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La estrategia inglesa es complementaria al proyecto de fusión y se inspira en el laborismo británico. Berlusconi está dispuesto a acudir a las generales de mayo de 2006, como ha hecho Tony Blair, con el compromiso implícito de dimitir si el electorado le otorga un nuevo mandato. La presidencia del Gobierno quedaría en manos de Casini, que desempeñaría el papel de Gordon Brown. Y la mayoría parlamentaria conservadora elegiría a Berlusconi (que mantendría las riendas del centroderecha en su condición autoproclamada de piloto de la fusión) como presidente de la República.

La elección del jefe del Estado será la primera gran tarea del Parlamento de 2005, porque el mandato del presidente Carlo Azeglio Ciampi concluye en junio. Si venciera el centroizquierda, podría colocar a uno de los suyos en el palacio del Quirinal y dominar todos los centros de poder. Sería el fin de Silvio Berlusconi. A quien, como ciudadano de a pie, le resultaría más difícil salir con bien de los procesos judiciales aún pendientes.

Silvio Berlusconi (derecha) y su ministro de Exteriores, Gianfranco Fini, el pasado mes de abril.
Silvio Berlusconi (derecha) y su ministro de Exteriores, Gianfranco Fini, el pasado mes de abril.REUTERS

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