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Reportaje:

La invención de una nueva edad

Cada vez vivimos más años. ¿Los vivimos mejor? A mitad de este siglo, los mayores representaremos un tercio de la población. El gran reto ahora es reinventar la vejez, dotarla de dignidad y significado. EPS se acerca a algunos de los que han llegado sanos y salvos a esta nueva cuarta edad.

Lola Huete Machado

Mientras más envejezco más me queda de vida". Lo dice en verso José Manuel Caballero Bonald. Y este poeta de 79 años está en lo cierto: cada día que pasa arañamos un poco más de tiempo a la vida. Algo que saben muy bien Antonio Zugasti, Norman Harrison, Mari Luz Hernández, Luis Maynard, Emilio Clota o Llorenc Fontova, protagonistas de este artículo, como bien lo podría ser usted mismo, su padre, su abuelo o alguno de sus vecinos o conocidos. Estamos acostumbrados a mayores de cine (Clint Eastwood), de televisión (María Galiana), de la arquitectura (el nonagenario Oscar Niemeyer), la música (Yoko Ono), la Iglesia (el nuevo Papa Ratzinger) o la política, Manuel Fraga que con 82 se presenta a las elecciones gallegas. Famosos, intelectuales, políticos, artistas… Pero, la vejez ha dejado de ser experiencia de una minoría. La novedad ahora son los casi ocho millones de españoles anónimos que dejaron atrás hace mucho esa barrera existencial de los 65. Edad de la jubilación. El fin. Hoy, ahí se sigue cerrando una etapa, sí, la laboral, pero también se abre un mundo, aquel que permite a muchos cumplir los 70, los 80, los 90… Una cuarta edad. Y cumplirlos bien, en perfecto estado de revisión, gracias al desarrollo del siglo XX; a los avances económicos, en educación, higiene, nutrición, atención sanitaria, etcétera.

En Norteamérica, donde son casi 80 millones, dicen que los llaman woof (well-old older folks), mayores de buen ver, para entendernos, los que están frescos como una rosa. "Se suele evaluar el envejecimiento de la población como un problema. Pero conviene resaltar que lo que expresa este envejecimiento es el éxito de nuestra sociedad", afirma Rocío Fernández-Ballesteros, catedrática de Psicología y directora de programas en Gerontología de la Universidad Autónoma de Madrid, como el de Vivir con vitalidad, que plasmó en una colección de publicaciones en 2002.

¿Un éxito hacerse viejos? Veamos. ¿Ha mejorado la percepción social en España sobre los antes llamados viejos, luego tercera edad y ahora mayores?, preguntamos a Fernández-Ballesteros. "En 1992 realizamos un estudio sobre estereotipos sobre la vejez y el panorama fue de lo más desolador. La gente entonces, de cualquier edad y condición, consideraba que el ser mayor de 65 era razón suficiente para estar enfermo, ser incapaz, estar senil y otras muchas condiciones negativas. Creo, basándome en muestras actuales, que en el último lustro el panorama ha cambiado enormemente, aunque debemos seguir luchando contra percepciones inadecuadas e irreales. La vejez es la edad de la vida en la que existe más variabilidad y cuando uno ha visto a un viejo ¡sólo ha visto un viejo!", cuenta.

Evidencia fácil de comprender si se tiene delante a un hombre como Luis Maynard Escartín, protagonista de la portada.

01 El sueño de volar. "Independientemente del momento biográfico de la vida, de los años, de las limitaciones físicas, del estado de salud…, la vejez comienza cuando se pierden las ilusiones, el futuro, los proyectos", se lee en el libro Envejecimiento y mundo rural (Fundación Encuentro, 2002). Luis Maynard tiene 86 años. Nació en Barcelona, es jubilado del Ejército del Aire, vive en Huesca. Y nadie podría decir de él, con ese aire desafiante, a lo Harry el Sucio, esa piel transparente, esa memoria de sí mismo, de sus hazañas de juventud y de ahora, con esa altura de cuerpo y de actividad, que es un viejo. De puro intrépido y animoso. ¿Cuántas personas de esa edad hay que vuelen en planeadores y estén cursando paracaidismo?

Seguramente sólo él, que quiso hacerse piloto en la guerra (fue voluntario con 17 años, del lado de Franco: "En esa guerra no hubo compasión, ni ellos, ni nosotros"; le hirieron en Lleida: "Allí estaba lo mejor del Ejército republicano, gente de categoría") y no lo consiguió por "emotividad cardiaca", dice. Ahora, Maynard presume de no haberlo conseguido con 20, pero sí con 80 años, y lleva orgulloso en la cartera el título de piloto de velero número 9.879, de 26 de febrero de 2001: "Tres años me tuvieron volando aquí hasta conseguirlo". Se deja hacer fotos, paciente y presumido, y charla lúcido y con ganas.

Verle andar es un placer, tan ligero y garboso como los planeadores del Club Nimbus, que se elevan sobre el aeródromo de Monflorite (Huesca), cuna del vuelo sin motor, lugar que él conoce desde los años cuarenta y que ahora está viendo perder por culpa de un proyecto que pretende convertirlo en comercial.

Maynard se graduó en el arte de volar al mismo tiempo que uno de sus cinco hijos, Lorenzo, pegado a él en todo momento. Y ahora cursa paracaidismo en Ocaña (Toledo). ¿El colmo del hombre físicamente hiperactivo? Quizá. Pero como él hay otros. Basta contemplar su participación masiva en todo tipo de actividades deportivas, gimnasios, carreras de atletismo, cursos de natación, olimpiadas de mayores… Otro ejemplo. Telefoneamos a la Sociedad Alpinista Peñalara, en Madrid: "¿Personas mayores activas?", responden al otro lado, "llame usted al grupo de veteranos y verá cuántos hay. Pero le será difícil encontrarlos, no paran de salir por la sierra, por el Parque del Guadarrama y por el mundo". Es Santiago Tutor, de 82 años, encargado del archivo de la sociedad y de su digitalización: "El día que abres los ojos y no te duele nada, es que estás muerto", nos dice en otra ocasión.

En España, la cifra de mayores aumentó siete veces en el siglo XX; los octogenarios, 13. Si a principios de ese siglo los que superaban los 65 eran el 5%, hoy son el 17%, y a mitad de este siglo se prevé que representen un 35,6%, la tasa más alta de Europa, según estimaciones de la UE (Eurostat, abril 2005). Basta una frase del Informe 2002. Las personas mayores en España, del Observatorio de Personas Mayores, para ilustrarlo: "El incremento equivaldría a la aparición cada año en el mapa de España de una nueva ciudad del tamaño de Cádiz, Castellón o Salamanca, sólo poblada por mayores". Hay más: en los ochenta se contaban dos millares de personas centenarias. Hoy se han triplicado. Y poco a poco su existencia está dejando de ser noticia, aunque Llorenc Fontova Farré sí lo fue en 2002.

02 La memoria del patriarca. Hace dos años salió Fontova en los periódicos porque acababa de renovar su carné de conducir con un siglo de vida a sus espaldas. Pero ya no ha querido repetir. "Hay tantos coches que un día no van ni a poder circular", dice este hombre de 102 años largos, elegante, presumido, que gusta vestir siempre fino, de traje y sombrero, y contar batallitas de cuando empezó, de cómo salió de casa con las manos vacías y consiguió fundar en 1939 tienda propia de electrodomésticos, Casa Fontova, en el centro de Lleida. Primero vendió máquinas de coser; luego, radios, neveras, televisores en blanco y negro… Un siglo entero en electrodomésticos podría dibujar Llorenc si quisiera, marca a marca, modelo a modelo, una enciclopedia de los avances tecnológicos para el hogar. Y quiere.

"Se pasa por la tienda y nos ameniza con sus charlas", afirma Carles, uno de los tres nietos (los otros, Llorenc y Natxo), que junto al único hijo que le queda, Miquel (Candi y Lorenzo se le murieron a los 75 y 64 años), regentan ahora el creciente negocio familiar, dos locales ya. "Y no es hombre de discusiones, da su opinión, sí, pero en política le da igual el que esté, si le cae bien y es un bon noi ya le gusta, ha vivido muchos cambios".

Asegura Fontova, el gran patriarca de una familia compuesta por un hijo, tres nueras, ocho nietos y ocho bisnietos, que lo único que le importa es verlos crecer y que se encuentra estupendo físicamente: "Sólo me puedo quejar de las piernas porque ya no me aguantan como antes y de que la gente habla cada vez más flojo, je, je, je", bromea. Y que vivió con mucho dolor la pérdida de su esposa el año pasado, pero que ella está mejor "allí que aquí", de tanto que sufría.

Volvamos a los datos. Naturalmente, el envejecimiento progresivo de la sociedad, la inversión de la pirámide de edad (más mayores de 65 que niños de 14) provoca y provocará una realidad muy compleja y con dos caras bien distintas. Cruda y preocupante, una, por lo que conlleva de dependencia, soledad, enfermedad, gasto, de necesidad urgente de acción política y prevención que ayude a evitar sorpresas en falta de infraestructuras. Valga un ejemplo: "El 68% de los grandes hospitales españoles carece de servicios de atención geriátrica". Se ha avanzado (Libro Blanco de la dependencia; ley de "autonomía personal", prevista para junio; plan de acción para las personas mayores 2003-2007…), pero el problema está aquí ya o apenas a diez años vista, asegura el periodista alemán Frank Schirrmacher, autor de El complot de Matusalén, auténtico superventas sobre el futuro envejecido que se avecina y ante el que él propone el complot del título: ir contra "ese peculiar autorrechazo provocado por la denigración de la vejez", tener claro que los viejos futuros somos nosotros. Tarea que Kofi Annan, secretario general de la ONU, definió en la última Asamblea sobre Envejecimiento (Madrid, abril de 2002) como el enfrentamiento a un cambio demográfico sin precedentes y de dimensiones "comparables en impacto al de la globalización y la alteración del clima".

Pero existe también otro lado en la vejez, a veces tan olvidado como el primero: la vitalidad, el optimismo, la dignidad, esas ganas de vivir con intensidad hasta el último segundo que se aprecia hoy en las personas de más edad.

Y ahí anda esa cohorte de jubilados haciendo como pueden historia de la longevidad en masa, creando escuela: viajan sin pausa, consumen, estudian, son solidarios, no se resignan a quedarse tomando el sol en un banco, idean soluciones para sus problemas… Como hacen los 60 socios mayores de 60 de la Cooperativa Trabensol.

03 En busca de casa. Su nombre procede de "trabajadores en solidaridad", y su filosofía tiene mucho que ver con la de la Cooperativa Trabenco, gente de las antiguas comunidades del padre Llanos, de El Pozo del Tío Raimundo. "No crea, los problemas de vivienda no los tienen sólo los jóvenes", parece indicar con la mirada el presidente, Antonio Zugasti, 72 años, hombre menudo, pelo blanco, aspecto joven, sereno y dulce. Pero no se queja Zugasti. Ellos tienen sus pisos particulares, en Vallecas o Moratalaz. Lo que planean es crear una casa común, digamos.

Desde hace un tiempo buscan un terreno donde construirse una residencia propia, donde instalar los servicios de asistencia y apoyo necesarios para cuando el deterioro físico haga mella. Una iniciativa personal de autogestión de futuro y aparentemente insignificante. Que no lo es. Porque plantea una solución al gravísimo problema residencial que sufre España: existen 4,1 plazas por cada 100 usuarios "potenciales".

O mejor: 300.000 para unos 7,5 millones, según el último estudio del Portal Mayores, del Imserso y el CSIC, que dirige Antonio Abellán, herramienta en la Red, elaborada con mucho empeño e imprescindible para todo investigador, profesional de la sanidad, cuidador o profano, que se interese por la consulta de cualquier dato, nacional o internacional, sobre geriatría o gerontología. "El aumento de investigación sobre la vejez es indicativo del interés creciente que despierta el tema", señala Abellán.

"Intentamos comprar un terreno en la CAM o cerca", sigue Zugasti. "Y, claro, nuestra idea no es de potentados, pero tampoco se trata de beneficencia. Encontrar ayuda en ese punto medio es complicado". Su objetivo es poder pasar ese periodo de "cuarta edad" rodeados de y apoyados por amigos. Tal y como ha conseguido hacer ya la Cooperativa Los Milagros en la Residencia Santa Clara de Málaga. "No te imaginas lo que es tener esto que tenemos, con vistas al mar, con todo lo necesario para una vida digna", dice por teléfono desde su apartamento de 50 metros cuadrados Aurora Moreno, la presidenta, en esta suerte de Sun City (mítica ciudad de los mayores construida en Arizona en 1959) a la española. Adiós a la residencia de ancianos tradicional, donde, según ella, "te conviertes en un mueble instalado en una esquina".

"Es prioritario tener iniciativas así. No esperarlo todo de la Administración, sino hacer un esfuerzo por nosotros mismos. Ir a pedir con algo en la mano. Y le ahorramos un problema al Estado, a las comunidades. Lo imprescindible es que se mantenga el precio del suelo, y que no se nos pongan obstáculos burocráticos", sigue Moreno. Los de Trabensol no han tenido suerte hasta hoy, pero conservan la misma "ilusión y expectativas". Han estado a punto varias veces de obtener lo buscado, el suelo, primera piedra de un sueño que la especulación en Madrid ha frustrado: "La historia se repite una y otra vez. Alguien sabe de un lugar, lo vemos, intentamos concretar la operación, pero en cuanto alguien se entera de nuestro interés, duplican el precio, y ya no hay manera".

"Si el siglo XX ha presenciado la invención de la juventud, el próximo habrá de plantearse la de la vejez", ha escrito el sociólogo Enrique Gil Calvo, que publicó en 2003 El poder gris. Una nueva forma de entender la vejez: "Llamo metafóricamente 'poder gris' a la nueva actitud que ambiciona hacer de la vejez una senda de autosuperación personal y ascensión civil", señala. Ese es el objetivo: dotar de significado y función social a esa nueva etapa ganada a la vida. Restablecer el equilibrio entre aquel anciano de sociedades primitivas y el viejo como lastre del último tiempo. Hacerlos y hacerse ciudadanos visibles, con rol y autoestima. "Si miras alrededor, al cruzar una calle, en los bares, los tienes allí, a tu lado, mayores que nada tienen que ver con esa imagen de viejo tradicional a la que hemos estado acostumbrados", dice Maite Sancho, directora del Observatorio de Personas Mayores. Algo ya tan evidente que Schirrmacher pronostica: "Nuestro miedo a la vejez se halla ante un cambio fundamental de orientación, una revolución que alterará nuestro mundo y nuestros sentimientos sobre la vida".

"Dicen que es el colectivo del futuro", asegura Rafael Navas, director del grupo Júbilo Comunicación, uno de los ejemplos claros del aumento de demanda de información de los mayores. Hace seis años, Navas fundó su grupo con la mirada puesta en revistas norteamericanas y francesas, como Modern Madurity y Notre Temps, que llevan ya mucho andado y con gran éxito. Hoy, Júbilo posee revista, periódico, portal, anuario, programas de radio. Todo canal es bueno para su objetivo: informar a ese colectivo que "hasta hace nada era considerado inculto, enfermo, fuera del mundo, y ahora se ve que es un mercado emergente, que se mueven mucho, que se asocian…". Quizá éste sea un síntoma de la fuerza de la conciencia civil que viene: unirse para defender derechos o buscar soluciones es algo que muchos empiezan a tener cada día más claro. Sobre todo por un detalle: disponen de tiempo libre. También para protestar. Se calcula que unas 5.100 organizaciones están registradas en España; de ellas, unas 1.400 se agrupan en la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados (UDP), que suma 800.000 socios y que celebró en 2003 su 25º aniversario bajo el ilustrativo y reivindicativo lema de: "Estuvimos, estamos, estaremos".

La UDP es un ejemplo de las federaciones o confederaciones que forman parte del Consejo Estatal de Personas Mayores, órgano asesor y consultivo creado en 1994 (hoy en proceso de renovación de sus representantes) para canalizar hacia la Administración las iniciativas y demandas de sus miembros. En las conclusiones de su segundo congreso (2001) exponían los territorios en los que los mayores contribuyen activamente ya a la sociedad. A saber: en la familia son consejeros, recaderos, limpiadores, cuidadores; en los colegios participan en proyectos intergeneracionales como Tú me cuentas y yo aprendo, Juntos iremos más lejos, Los mayores y la seguridad vial, Voluntarios para enseñar museos; son activos en programas de acogida familiar (mayores que alojan a universitarios -tal como sucede en los de ONG como Solidarios para el Desarrollo, o iniciativas como el Vive y Convive de Caixa Catalunya), en asociaciones diversas y hasta asesoran empresas.

"Nosotros los mayores rechazamos un ocio obligado que nos frustra, porque nos sentimos útiles y queremos que así se nos reconozca", dicen. La jubilación obligatoria como caballo de batalla. La retirada. Algo que duele, especialmente si es la Universidad, lugar que María Luz Hernández Alonso pisó por primera vez a los 80 años.

04 El estudio continuo. Cada noche, Mari Luz pasa a limpio concienzudamente sus apuntes de clase. "Tan bien están que cuando me muera los voy a dejar en herencia", se ríe. Repasa los contenidos. Se esmera. Nada extraño. Tarea habitual de estudiante. Sólo que esta alumna menuda, charlatana y pizpireta, nació en Viñegra de Moraña (Ávila) el 10 de mayo de 1922; está viuda; tiene tres hijos, el mayor de 57 años, y cinco nietos, y acude cada tarde con regularidad admirable ("Estos estudiantes nunca hacen novillos", dirá luego la directora, Natividad Recio) al Colegio de Caracciolos de la ciudad complutense. Allí cursa, a sus 83 años, tercero de Humanidades en la Universidad de Mayores, un proyecto puesto en marcha por la Universidad de Alcalá de Henares hace ya 13 años, en el que participan 298 personas de más de 55.

"La España de antes no fue muy buena para las mujeres… Si yo hubiera sabido esto, no habría sido igual, ahora disfruto más", dice Mari Luz en charla animada con su compañera Francisca Otero, de 69 años. "Mantener la cabeza activa hace que el cuerpo esté mejor", aseguran, antes de enumerar los contenidos del curso: lingüística, salud mental, arte, filosofía… Comentan que han tenido suerte, que la muerte no se ha llevado de momento a nadie, que entre ellos hay pandillas como si fueran adolescentes y que se sientan siempre en primera fila. "Estoy sorda; si no, no me entero", confiesa Mari Luz, decana de la clase.

Una octogenaria en formación. ¿Una rareza? No. Son miles los mayores que estudian en España en diversos y crecientes proyectos universitarios, llámense Sénior, Aula Mayores, Aula de la Experiencia o La Nau Gran. Programas que siguen las recomendaciones de la ONU (bajo las tres P de protección, participación, promoción): instituir políticas para asegurar el acceso a la educación de todos a lo largo de toda la vida y utilizar el potencial y la experiencia de personas de cualquier edad.

Limitar la edad de la docencia, un asunto polémico que se aborda, por ejemplo, en uno de los artículos del informe Los mayores activos (coordinado por SECOT, Seniors Españoles para la Cooperación Técnica, asociación de profesionales jubilados que ofrecen de forma altruista su experiencia en gestión empresarial a colectivos, y editado por la Obra Social de Caja Madrid): "Imagínese usted que a un soldado le condecoran y, a continuación, los mismos que le han condecorado proceden a su fusilamiento. ¿Le parece un disparate? Pues éste es el que se practica con los profesores de Universidad declarados eméritos". Aquí y allá, en distintos campos y actividades, se margina sistemáticamente a un grupo de edad al que aún le quedan dos décadas de esperanza de vida física e intelectual.

Que la jubilación será "a la carta" y se retrasará en el futuro es algo que dan por cierto tanto Abellán, del CSIC, como Sancho, del Imserso. "Habrá empleo más tiempo, se compatibilizará pensión y trabajo y se acortarán diferencias entre edad adulta y vejez, digamos entre una persona de 50 y otra de 70". Es más: "Dotar de servicios a la vejez puede generar riqueza; siempre se asoció con gasto y no será así en el futuro, el sector generará empleo". Y lo más importante: los fondos de Seguridad Social resistirán. Al menos hasta mitad de siglo, dice Sancho.

"Desde hace dos décadas se asegura que está en bancarrota y lo que está es más fuerte que nunca. Es un discurso falso". Para Fernández-Ballesteros, el sistema aguantará en tanto en cuanto la inmigración lo sostenga.

05 Al cobijo del clima. El Observatorio de Personas Mayores registra también que entre los mayores de 65 hay un número indeterminado de extranjeros del norte de Europa. Otra opción de vida: buscan un lugar más barato, cómodo o mejor. La que han elegido los británicos Norman y Ann Harrison. "El confort climático, valores paisajísticos, los precios… atrajeron a muchos jubilados europeos a las costas mediterráneas y canarias para residir de forma permanente o por largos periodos. El prototipo: mayor aún joven, en pareja, con casa en propiedad, antiguo turista, de clase media o media-alta. Algunos aseguran que el desconocimiento de sus efectivos, su estado de salud y sus necesidades crean serios problemas de planificación.

Los Harrison, 78 y 65 años, eligieron pasar aquí su última etapa por motivos de salud ("el médico me recomendó un lugar soleado para mejorar del corazón y la artritis", dice él) y como revancha por el "duro trabajo realizado". Norman se jubiló a los 60, tras rodar 20 películas en su país, y dice que ahora tienen suficiente dinero para disfrutar: reciben la pensión de Inglaterra y poseen allí rentas que les reportan un dinero extra.

Su único trabajo obligatorio desde hace siete años es "un jardín que mantener". Su casa mira al mar en la cala de Sa Tuna, en la Costa Brava, un lugar donde sólo coinciden con medio centenar de compatriotas. Una vez al año viajan a la isla de Jersey, en Gran Bretaña, para ver a sus tres hijos. Se han preocupado de estudiar un poco español para relacionarse con los vecinos, pero, dicen, "la edad y la gramática no se llevan". Una vida plácida. Para la nostalgia tienen el mar y los libros de su biblioteca. Norman planea escribir uno propio.

Los octogenarios son prácticamente un invento del último cuarto del siglo XX, pero va a ser el grupo que más va a crecer en las próximas décadas (un 80%). Emilio Clota Sastre ha cumplido los 80 el pasado 10 de abril, y gracias al baile se ha construido un ambiente, una vida que tiene un epicentro, la sala La Paloma, un clásico barcelonés donde se conocen todos y nadie. Cada uno a su vida. Bailando. Habituales son Emilio Clota y Carmen Vidal.

06 El baile o la vida. ¿Su profesión? "Gitano secreto y catalán", dice Emilio, porque su aspecto exterior no le delata. Fue chatarrero, se dedicó a la compra-venta, tuvo cinco hijos, y ahora, separado, con una pensión de "45.000 pesetas", convive desde hace cuatro años con Carmen, su novia de 67, viuda, a la que conoció movimiento aquí, movimiento allá, en La Paloma: "Cuando una persona quiere a otra, eso está escrito", dice. Van dos veces, sábados y domingos; cuesta cuatro euros los hombres y tres las mujeres, dos horas: "Si está cara la vida nos arreglamos como podemos, pero el baile que no falte". Y el resto de la semana, ¿qué hacen? "Esperar que llegue el fin de semana para ir otra vez", se ríe, lo que mejor sabe hacer después de moverse a ritmo de rumba ("catalana o castellana, me da igual").

"Está más flamenco que nadie ahora", dice su hijo Xavi, guitarrista, con un grupo llamado Sabor de Gracia. "Cuando él toca, me llama y bailo", sigue Emilio, que hasta participó en un videoclip, El mundo baila. Asegura su hijo que su padre no es hombre de estarse en casa, tomarse la leche e irse a la cama; que alguna vez lo hace, sí, pero que en verano salta a la calle y ya no hay quien lo entre, siempre de fiesta, pasándolo en grande. "Físicamente quisiera pasar 80 años más", dice Emilio. Ni un achaque.

¿Cuál es el secreto de los entrevistados para haber llegado a su edad y bien? Maynard dice que andar; cuatro veces ha hecho ya el Camino de Santiago, la última vez hace cuatro años: "Ochocientos y pico kilómetros a pie, ya ves…". Para Zugasti, tres son las razones: "Una vida saludable física y mentalmente, dando importancia sólo a las cosas que de verdad la tienen; tener objetivos claros, no sólo luchar por la peseta, y los avances de la medicina: este invierno tuve neumonía, sin los antibióticos ya no tendría más que decir".

Mari Luz no tiene secreto: vive, y de lo único que se lamenta es de que la iluminación universitaria le haya llegado tarde: "Si llego a saber esto, me iba a haber quedado en casa; no, señor; hay que hacer cosas para una misma, por propio interés". Fontova asegura que el secreto es cuidar bien a la familia y trabajar mucho. Y para Emilio, todo es la risa: "Porque si lo miras bien, no hay cosa más cómica que la vida".

Información: www.imsersomayores.csic.es, www.segg.es, www.fundacionpfizer.org, www.mec.es, www.jubilo.es, www.mayoresudp.org, www.fundacionindependiente.es, www.ceoma.org, www.conjupes.org.

Luis Maynard, de 86 años, es socio del Club Nimbus de vuelo a vela, con sede en Alcalá del Obispo-Monflorite (Huesca). Hace cuatro años se sacó el título de piloto. Ahora se está preparando para el de paracaidismo.
Luis Maynard, de 86 años, es socio del Club Nimbus de vuelo a vela, con sede en Alcalá del Obispo-Monflorite (Huesca). Hace cuatro años se sacó el título de piloto. Ahora se está preparando para el de paracaidismo.GUNNAR KNECHTEL

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Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

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