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El nuevo plan de la energía alerta de la escalada "irracional" del consumo

El despilfarro energético puede contribuir a mermar la competitividad de las empresas catalanas

Cataluña consume demasiada energía. En buena parte, las alegrías del consumo se explican por el propio desarrollo de la comunidad. Pero con ellas tiene que ver también la pobre cultura de los ciudadanos sobre el ahorro energético. Estamos ante una escalada: durante los años noventa, la energía consumida en la comunidad se disparó hasta el 46%. Y la Generalitat estima otro incremento similar, del 43%, para la próxima década si no se ataja la demanda "creciente e irracional". El borrador del plan de la energía, que el tripartito quiere aprobar en pocas semanas, alerta sobre los efectos del uso ineficiente de la energía para "la competitividad del tejido productivo". La energía es un factor clave para la productividad de las empresas y la economía.

La solución que proponen los técnicos no pasa simplemente por ir ampliando los sistemas con los que se genera y con los que se distribuye la energía en Cataluña. Incluso si se amplía "de forma ilimitada" la disponibilidad de energías limpias como las renovables, la situación se hará "insostenible por su impacto ambiental y económico" si no se actúa sobre la demanda, sostiene el borrador del nuevo plan de la energía.

De las 274 páginas del plan se desprende hasta qué punto una Administración como la catalana se encuentra con las manos atadas a la hora de afrontar el problema. "No hay que olvidar que, en última instancia, el consumo y, por tanto, su racionalización están en manos de la sociedad civil", recuerda.

A la inversa que la UE

El problema, obviamente, no se limita al ámbito de Cataluña. Pero esta comunidad, al igual que el conjunto de España aunque de manera más acusada, sigue exactamente la senda contraria a la de la Unión Europea.

Para medir el consumo con propiedad, los expertos emplean como indicador preferente la llamada intensidad energética -que viene a ser el consumo de energía dividido por el producto interior bruto (PIB) de un país o, lo que es lo mismo, el consumo energético en relación con la generación de riqueza de un país- frente a otros indicadores como el consumo de la energía primaria por habitante, que alude a todas las formas de energía que entran en él, como el gas o el petróleo.

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Así, mientras que la curva de intensidad energética bajó en Cataluña desde el ingreso de España en la Europa comunitaria hasta 1990, desde entonces, a lo largo de los últimos 15 años, no ha hecho más que subir. Este aumento significa que Cataluña necesita cada vez más energía para funcionar y para generar la misma riqueza. El plan reconoce que esta evolución se explica "en parte" por el desarrollo económico de Cataluña y con su convergencia con los niveles de calidad de vida europeos, pero también añade que ello no puede servir de excusa: la demanda de energía en Cataluña ha crecido "por encima del ritmo en el que lo ha hecho la propia economía".

El énfasis en actuar sobre la demanda viene del margen escaso de que dispone Cataluña para cambiar las cosas. La comunidad, que representa sólo el 1 por 1.000 de la población mundial, consume el 2 por 1.000 de la energía del planeta. Carece de energías propias en grandes proporciones y su superficie reducida dificulta el aprovechamiento de su potencial en energías renovables, potencial que en buena medida depende del tamaño del territorio. Además, no tiene capacidad para influir en los precios internacionales del petróleo y el gas, y si se avecina una crisis energética "será probablemente de precios y no de reservas", auguran los técnicos.Contra lo que se pueda imaginar, la principal responsabilidad por el mayor consumo no recae sobre la industria. El sector que consume más energía final es el transporte. Por detrás, van la industria, el consumo doméstico y los servicios.

Considerando que la curva de intensidad energética de la UE está descendiendo desde mediados de los años ochenta (véase el cuadro de la página 5), los objetivos que se ha fijado el Gobierno catalán son ambiciosos. La meta señalada en el plan, que cubre el periodo 2006-2015, es ahorrar el 10,1% del consumo de energía final que, si no se tomaran medidas de todo tipo, se produciría en Cataluña al final del periodo.

En concreto, si no se actúa, de los 14 millones de toneladas equivalentes de petróleo (unidad de medida) que se consumen ahora, se pasará a 20 millones, y el objetivo del Gobierno tripartito es bajar esta cifra a 18. En términos de intensidad energética, si la UE se ha propuesto un ahorro energético anual del 1%, Cataluña se ha fijado como meta un recorte del 1,67%.

Contra el pacto del Tinell

Pese a este nivel de ambición, los primeros datos que trascendieron sobre el nuevo plan de la energía suscitaron críticas, en concreto por lo que respecta a las energías renovables.

El pacto del Tinell, programa de gobierno que cerraron el PSC, ERC e ICV para acceder al poder, preveía en diciembre de 2003 un programa de energías limpias de hasta el 12% en 2010. Sin embargo, el plan de la energía plantea que el peso de las renovables sea del 7,9% en 2015. Fuentes de la Generalitat admiten la disparidad de objetivos, y también que, en el fragor de la negociación del acuerdo entre tres partidos, se accedió a una meta "poco realista".

El fomento de las fuentes energéticas renovables, principalmente a través de parques eólicos, es una de las cinco patas del plan. Las otras pasan por apoyar la investigación y el desarrollo (I+D) y la innovación tecnológica en el ámbito energético, en el que la Generalitat pide además un aumento de sus competencias, y por desarrollar infraestructuras energéticas necesarias. Pero la prioridad es fomentar el ahorro y la eficiencia, en coordinación con las campañas y planes de la UE, y también del Gobierno español.

La lista de medidas propuesta es larguísima: desde el etiquetaje energético de productos para orientar a los consumidores a la hora de seleccionar una casa o un electrodoméstico hasta campañas de comunicación, pasando por la sugerencia de un canon especial sobre la energía.

Este tipo de recargos, como el que puede estudiarse para contribuir a financiar el coste que supondría soterrar líneas de alta tensión en los núcleos urbanos más poblados (300 millones de euros), se considera que "representan un mensaje de rechazo a los comportamientos de despilfarro", igual que los impuestos sobre el tabaco o las bebidas alcohólicas. El plan no asegura, sin embargo, que vaya a implantarse ningún gravamen y, según fuentes de Trabajo e Industria, el Gobierno catalán intentará que el ciudadano no tenga que asumir nuevos recargos, tras los cambios en el canon del agua y el gravamen sobre la gasolina.

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