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Columna
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Florida

Miquel Alberola

Fue Mario Gaviria, el gurú de la sociología urbana, del ocio y del turismo, uno de los primeros en comparar a la Comunidad Valenciana con California. No sé si estableció este parangón sobre la base de su experiencia en aquel Estado (donde inició su discurso alternativo sociológico fundiendo la sustancia del ambientalismo americano con los pensamientos de Henri Lefebvre y Joaquín Costa) o en esta tierra (en la que abordó sin perjuicios el fenómeno del turismo a través del libro Benidorm, ciudad nueva). Si se debió al análisis de los datos que suministraban sus respectivas economías y comportamientos sociales, o si sólo se trató de una percepción de potencial. O, en todo caso, si era una simple ocurrencia ingeniosa de este notable sociólogo. Lo cierto es que después la han repetido como loros hasta algunos empresarios analfabetos para envolver con una capa de lujo su pelusa zoológica. A bordo de esa eufórica frase se han pronunciado en los últimos años no pocas homilías patrióticas, que contribuyeron a sobredimensionar de cara a la galería la riqueza de recursos de un país que, por el contrario, estaba percibiendo fondos estructurales europeos y empezando a sufrir en sus sectores productivos tradicionales las primeras dentelladas de los dragones asiáticos. Mientras California ha ido desarrollando el potencial de Silicon Valley en paralelo a su producción agrícola, turística e industrial, la Comunidad Valenciana se ha ido quedando descolgada de las grandes comunicaciones ferroviarias europeas, su agricultura ha empezado a dar síntomas de residualidad y buena parte de sus empresarios se han desentendido de la I+D para invertir sus excedentes en la especulación inmobiliaria. El sueño californiano se ha desvanecido. Ahora, mientras nuestro territorio consolida cada día más el modelo de Marbella con el consumo de territorio como principal recurso, Francisco Camps, arropado intelectualmente por Jeb Bush, acaba de proclamar que nuestro referente será el de Florida, donde por cierto su gobernador ha dado licencia para disparar por la calle si uno se siente amenazado, dado el grado de corrupción y delincuencia. Por lo menos, la California de Gaviria, saliendo mal, fue una esperanza, no un hecho.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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