La niña y la píldora
A partir de los 10 años, el Ayuntamiento de Madrid va a dar gratis, con asistencia médica simultánea, la píldora conocida como "del día siguiente". La que los religiosos llaman abortiva y lo es. Es un escándalo. Dichosa edad, siglo y era en la que cualquier bobada es un escándalo. Hay niñas de esa edad que conocen la vida sexual: por violación, por persuasión, por gusto o por la convivencia que favorece el incesto. Nadie lo puede negar: pasa. Y en las estadísticas de embarazo prematuro se citan esas edades. Es la "Adolescencia temprana (de 10 a 13 años)", que define el doctor Issler en la revista de Posgrado, y dice: "Biológicamente, es el periodo peripuberal, con grandes cambios corporales y funcionales como la menarca". Y alguna se embaraza. El escozor de la familia cristiana ante este asunto es terrible; la idea de que la niña continúe el embarazo es peligrosa; el aborto es pecado y, añado yo, el aborto puede ser malo para la mujer -aunque no tenga más riesgos que un embarazo- desde los puntos de vista sexual, social y personal, y sobre la píldora de después la han convencido sus ignorantes curas de que es un embarazo.
Pero no termina aquí el pecado municipal. Si por un lado toca asuntos íntimos y religiosos, por otro ataca la institución familiar: no se acepta que la niña pueda acudir sola, o con su preñador, a la consulta sexual. Su obligación es contárselo todo a sus padres. No se piense que yo soy enemigo de eso: deben saberlo y ayudarla y cooperar con ella. Pero las ocultaciones de la adolescencia, temprana o larga, a los padres procede siempre del miedo: es un miedo tradicional, que antes suministraba mujercitas a las casas de prostitución, porque los padres la echaban de casa, o la encerraban en un convento: por la "vergüenza" familiar. Nada diferente a las razones por las cuales padres y hermanos matan a veces a mujeres islámicas en pecado. Y las pequeñas embarazadas de hoy saben la tragedia que arrojan sobre su hogar; y la que arrojan sobre sí mismas con el aborto. Muchas familias y muchos colegios ilustres prefieren que no se hable de eso jamás: hay mujeres que se acuerdan de que ni siquiera se atrevieron a contar la primera regla, y pasaban un horror silencioso.
La medida es de Gallardón, ahora cohibido en muchas cosas por las regañinas de Esperanza Aguirre. Otra cuestión más: en estas ciudades no caben una comunidad y un Ayuntamiento, un gobernador y un presidente de la diputación.
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