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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un chileno en la OEA

La Organización de Estados Americanos (OEA) necesitaba poner al frente a una persona íntegra y competente para salir de la crisis en la que estaba inmersa tras la dimisión, seis meses atrás, de su anterior secretario general, el ex presidente de Costa Rica Miguel Ángel Rodríguez, acusado de corrupción en su país. El chileno José Miguel Insulza, socialista exiliado durante la dictadura pinochetista, ministro de Exteriores y de Interior en la democracia, lo es. El empate que mantuvo durante varios días con el otro aspirante, el canciller de México, Luis Ernesto Derbez, al que supuestamente apoyaba EE UU, se resolvió tras la retirada voluntaria y generosa de éste. Es la primera vez que no gana el favorito de Washington, pero en la solución ha intervenido con mano izquierda la propia Condoleezza Rice, cuya reciente gira por el Cono Sur refleja un renovado interés por una América Latina a la que Bush prestó poca atención en su primer mandato.

El juego de espejos deformantes no ha facilitado la decisión. El nombre de Insulza, al verse apoyado por la Venezuela de Chávez -que justificaba su voto para "quitarse el yugo de EE UU"-, quedaba inmediatamente manchado para Washington y para otros. Y sin embargo, la capacidad de interlocución del ministro chileno con todos los miembros de la OEA, incluidos los tres que votaron en blanco o se abstuvieron, puede ser útil a una organización muy cuestionada por su escasa eficacia y a un continente cargado de tantas oportunidades como problemas.

Hay conflictos no resueltos entre países, y aunque nunca la democracia ha llegado tan lejos en el hemisferio latinoamericano, existen riesgos de involución y recortes de libertades, garantías y derechos. Por eso debe haber un amplio consenso para aplicar a rajatabla la Carta Democrática Interamericana, ese instrumento potente que aprobó la OEA aquel fatídico 11 de septiembre de 2001. La institución es tan necesaria como insuficiente. Y, sin duda, necesita ser revitalizada.

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