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Reportaje:

El cordón del trasplante

Más del 70% de las donaciones de riñón en vida corresponden a mujeres que tienen hijos en diálisis

Tereixa Constenla

La productividad de los riñones jamás sería considerada ejemplar en un análisis económico. Cada uno se turna para liberar orina. Uno, y cinco segundos después, el otro. Digamos que funcionan al 50% de su capacidad. "Los riñones miden de 10 a 11 centímetros de diámetro mayor y de 5 a 6 de diámetro transverso, cuando funciona uno sólo se convierte en un riñón compensador; la naturaleza hace su trabajo", concluye el urólogo Pedro Montañés. El riñón solitario pasa a medir de 12 a 13 de diámetro mayor y 7 del transverso. Crece, aumenta su productividad. "Una persona puede hacer una vida normal con un riñón solo", sostiene el especialista.

Pocas personas pueden acreditarlo por experiencia, pero Rosa Morales Redondo, de 67 años, es una de esas excepciones: "Mi vida después de la operación fue igual que antes".

Pedro Montañés, actual jefe de servicio de urología del hospital Virgen del Rocío, en Sevilla, estaba al frente de la unidad quirúrgica de trasplantes que extrajo un riñón de Rosa y lo injertó en el cuerpo de su hija Mónica en noviembre de 1993. Lo hizo a pesar de resistirse durante tiempo. "Ella insistió machaconamente, Rosa es el prototipo de lo que puede hacer una mujer por un hijo", aprecia. "En el hospital conocí el caso de dos hermanos y aquello ya no se me quitó de la cabeza, siempre existe el riesgo de que en el último momento no sirva pero les dije que en ese caso era un regalo que le hacía a otra persona", revive la donante en su casa de La Puebla del Río (Sevilla).

Montañés ha intervenido en 18 operaciones de trasplante renal en las que el órgano procedía de una persona viva. En 2 casos eran hombres y en 16, mujeres. "Generalmente son familiares íntimos, casi siempre de madre a hijo", indica. Más del 70% de los donaciones de riñón en vida corresponden a madres, según el urólogo.

En Andalucía había, a 31 de diciembre pasado, 718 personas esperando un trasplante renal. La media de permanencia en esa lista oscila entre el año y medio y los tres años, según el coordinador autonómico de trasplantes, Manuel Alonso Gil. Un mundo para quien condiciona su vida a la diálisis y asiste a la precarización progresiva de su calidad de vida. Para los necesitados con edades comprendidas entre los 15 y los 45 el horizonte es sombrío: los niños tienen prioridad y los mayores de 45 reciben más órganos apropiados puesto que la edad media del donante cadáver ronda los 60 años, explica Montañés. Aunque la donación en vida representa un pequeño porcentaje en Andalucía, donde no alcanza ni el 1% de los trasplantes renales, en algunos países nórdicos supera el 20%.

La hija de Rosa Morales pasó cinco años acudiendo tres veces a la semana a las sesiones de diálisis desde La Puebla del Río, donde residía, hasta el hospital sevillano. "Me sentía mal siempre, no podía irme de viaje ni llevar una vida normal", recuerda Mónica Rodríguez Morales. Cinco años en lista de espera que su madre decidió zanjar sin asomo de duda: "Yo he pasado buenos ratos en la vida, pero te juro que el momento más bueno de mi vida fue ése, vi a los celadores y vi a dios".

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Mónica tenía 25 años y su madre, 55. La extracción se realizó en una operación de cirugía abierta que obligó a Rosa a permanecer hospitalizada ocho días, además de legarle un corte de 35 puntos. Nada que ver con la cirugía laparoscópica empleada en dos trasplantes similares en el Virgen del Rocío hace dos semanas, que rebaja el corte a cuatro o cinco centímetros. Mónica, desde que salió del quirófano, entró en un sueño liberador, como si estuviera reparando el cansancio acumulado durante años. Después su vida se normalizó tanto que, a los dos años del trasplante, dio a luz a su hija Laura. "No todo el mundo hace eso, pero no hay que pedirlo", dice Mónica sobre la decisión de su madre, que desarma por completo con su naturalidad: "Me da mucho coraje cuando dicen que le he dado la vida otra vez, ¿por qué?"

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Lisboa desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera en Andalucía. Es autora del libro 'Cuaderno de urgencias'.

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