Italia y EE UU discrepan sobre la muerte del agente italiano
Las circunstancias de la muerte de Nicola Calipari, el agente secreto italiano tiroteado en Bagdad por soldados estadounidenses cuando acababa de rescatar a la periodista secuestrada Giuliana Sgrena, quedarán oficialmente en el misterio.
Estados Unidos e Italia cerraron ayer la investigación conjunta sobre los hechos sin ponerse de acuerdo. Para Roma, los soldados del puesto de control estadounidense dispararon sin aviso y sin motivo. Para Washington, el coche en que Calipari, la periodista y otro agente secreto viajaban hacia el aeropuerto circulaba a velocidad excesiva y los soldados obraron correctamente al disparar. En cualquier caso, los dos Gobiernos minimizaron el notorio desacuerdo y expresaron, en una nota conjunta, que su amistad es "sólida" y que permanecerán unidos "junto al pueblo iraquí".
Silvio Berlusconi se mostró muy firme el 4 de marzo, cuando se supo que la liberación de Giuliana Sgrena había concluido en tragedia. El presidente del Gobierno italiano convocó con urgencia al embajador de Estados Unidos en Roma, Mel Sembler, y proclamó que "alguien" tendría que asumir "su responsabilidad". Ayer el tono era muy distinto. Ya no había responsabilidades que depurar, al cabo de una investigación conjunta "desarrollada en un clima de gran colaboración recíproca" que demostró la "heroica actividad" de Nicola Calipari. El hecho de que dos Gobiernos aliados fueran incapaces de ponerse de acuerdo sobre lo que ocurrió aquella noche, en la carretera hacia el aeropuerto de Bagdad, parecía una minucia.
El ministro italiano de Asuntos Exteriores, Gianfranco Fini, comentó que permanecía abierta la "vía de la justicia ordinaria" para esclarecer los hechos. Lo que pudiera concluir un juez italiano carecía de relevancia, porque Estados Unidos no admite que sus soldados se sometan a jurisdicciones extranjeras o internacionales.
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