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Reportaje:

Frida, en el amor y la liturgia

La editorial RM Verlag dedica dos libros a la artista con motivo del 50º aniversario de su muerte

"Ahora todos somos Frida porque todos nos sentimos este ser humano débil, enfermo y maltratado que ella representa, en un mundo que sentimos frágil debido a la crítica situación internacional. En este contexto, Diego Rivera es una figura aleatoria porque él representa al artista intelectual, en cierta manera renacentista. Tal vez si pasamos esta etapa tan desesperada de la humanidad volveremos a ver al hombre desde una perspectiva humanista, pero hoy por hoy Frida forma parte de este conjunto de artistas que nos enseñan las cicatrices de este mundo herido".

Quien habla, en conversación telefónica desde México, es el historiador Juan Rafael Coronel Rivera, nieto de Diego Rivera y autor del texto principal de la monografía Frida Kahlo que ha publicado la editorial RM Verlag. El libro es, en realidad, el catálogo tardío de la exposición que se presentó en 2004 en el Museo Mural Diego Rivera de México, con el título Frida Kahlo, la selva de sus vestidos, los judas de sus venas, y que abordaba la influencia de la cultura popular en la obra de la artista. Es una perspectiva que Juan Coronel, coleccionista de arte popular mexicano, conoce bien y que le permitió ofrecer una visión un tanto distinta del trabajo de Frida Kahlo, tanto en lo que respecta a la influencia de su educación positivista -analiza la estela de las láminas naturalistas de animales y plantas con las que estudió- como en lo que se refiere a la mitología indígena. Sin olvidar, claro, el papel de la fotografía -el padre de Frida, Guillermo Kahlo, del que Coronel indica que acaba de demostrarse que no era judío sino protestante, era fotógrafo de profesión- o el de la pintura comercial más tradicional.

'Nunca te olvidaré...' contiene fotos y cartas de Nickolas Muray, amante de la pintora

"Me interesaba la relación con lo popular porque en Frida fue muy marcada la escisión entre su primera etapa, influida por el estridentismo y otras corrientes de vanguardia, y la segunda en la que ya está con Rivera y comienza a utilizar una iconografía y una simbología ligada a la liturgia indígena y la cultura popular", indica Juan Coronel. "Ella era muy consciente del simbolismo de los objetos, de la indumentaria y de los rituales que ponía en sus pinturas. De hecho, en México todo esto forma parte del consciente colectivo, y en tiempos de Frida aún más".

Para Coronel, que tiene demostrado que Rivera fue masón algunos años, ni su abuelo ni Frida eran especialmente religiosos, "pero sí litúrgicos". "Aunque no estaban en ninguna iglesia, les interesaba la faceta litúrgica del mundo, esta búsqueda espiritual que en cierta manera todos llevamos dentro. En el libro intento recuperar esta faceta en la obra de Frida, aunque no es lo primordial de su obra, sino una de las muchas lecturas que, afortunadamente, se pueden hacer de su pintura".

El libro, ilustrado con obras, objetos y fotografías de Frida Kahlo junto a numerosos ejemplos de arte popular, es una producción de la editorial hispanomexicana que crearon hace tres años los hermanos Javier y Ramón Reverte con el objetivo, explica el primero, de publicar libros de arte "bien editados, cuidados en el diseño y con temáticas con las que podamos identificarnos". En el caso de Frida Kahlo, Javier Reverte reconoce que su salida ahora al mercado en una edición bilingüe inglés y castellano responde al interés por aprovechar el tirón de la gran antológica de la artista que en junio se presentará en la Tate Modern de Londres.

La editorial ha sacado también en los últimos meses otro título dedicado a Frida Kahlo con motivo del 50º aniversario de su muerte, celebrado el año pasado. Se trata de la traducción al castellano de Nunca te olvidaré..., un libro que recupera fotografías y cartas inéditas del que fuera amante y amigo de la artista, el fotógrafo húngaro nacionalizado estadounidense Nickolas Muray. Un festín para los muchos fans de la artista. Por una parte, reproduce una impresionante galería de fotografías, exquisitamente reproducidas, de Frida realizadas por Muray en México y Nueva York entre 1937 y 1948. Y, por otra, el autor de la monografía, Salomon Grimberg, traza una interesante biografía del fotógrafo, un personaje fascinante que fue pionero en la utilización del color, campeón de esgrima, conquistador galante, piloto de avión, sensible padre y devoto amante de Kahlo, con la que mantuvo una intensa relación amorosa que en algún momento pensó que podría ser duradera cuando la pintora se separó temporalmente de Diego Rivera.

A través de la biografía de Muray, el lector entra también, de forma parcial pero intensa, en la de Kahlo y las cartas que se intercambian figuran entre lo mejor de esta obra. En una, que le envió Frida a Nickolas desde París en febrero de 1939, la artista despotrica contra los surrealistas -"Mierda y sólo mierda es lo que son. [...] Valió la pena venir aquí sólo para ver por qué Europa se está pudriendo"- para acabar con una arrebatada declaración de amor: "Al diablo con todo lo que tenga que ver con Breton y todo este pinche lugar. Quiero volver a ti. Extraño cada movimiento de tu ser, tu voz, tus ojos, tus manos, tu hermosa boca, tu risa tan clara y honesta. A ti. Te quiero, mi Nick...".

Frida, con Nickolas Muray, en el estudio de la pintora en Coyoacán en 1941.
Frida, con Nickolas Muray, en el estudio de la pintora en Coyoacán en 1941.NICKOLAS MURAY

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