Ocasión perdida
A finales de los sesenta, un documental excepcional, Le chagrin et la pitié, de Marcel Ophüls, se atrevió a romper con uno de los tópicos más sólidamente asentados en la sociedad francesa, el del heroísmo de la Resistencia antinazi, para recordar que, al fin y al cabo, hubo un número inmenso de colaboracionistas durante la ocupación alemana, y este hecho fue una de las verdades históricas más silenciadas por una sociedad que, a la altura de 1945, tenía muchas cosas que olvidar. Eso ocurrió en el terreno del documental, pero en la ficción las cosas nunca han sido tan fáciles: aún estamos esperando la gran película que desvele la auténtica personalidad del francés común acomodaticio y cobarde, la facilidad con que muchos vendieron la vida de sus amigos o vecinos.
MONSIEUR BATIGNOLE
Dirección: Gérard Jugnot. Intérpretes: Gérard Jugnot, Jules Sitruk, Michèle Garcia, Jean-Paul Rouve. Género: drama, Francia, 2002. Duración: 100 minutos.
En su primera mitad, parece que Monsieur Batignole va a ir de eso. Centrada en un charcutero pusilánime y aprovechado que llega, por azar, a comprometer la vida de unos vecinos judíos, el filme parece dispuesto a diseccionar una buena parte de esas mentalidades que estuvieron junto a los nazis en la peor hora de la historia contemporánea francesa. Pero pronto se nos revela otra realidad: que no estamos ante un filme crítico, sino todo lo contrario, ante un producto hecho para glorificar los esfuerzos franceses por salvar a los inocentes; ante la reconversión de uno más de la mayoría silenciosa en un héroe de una pieza.
No es ajeno a ello la fama de Gérard Jugnot, el protagonista de ese éxito fulminante que ha sido Los chicos del coro: es Monsieur Batignole, rodado en 2002, un filme hecho no ya a la medida de Jugnot, sino incluso realizado y escrito por él mismo. Un filme hecho para mejor glorificar la popularidad del actor, poco crítico con el colaboracionismo, que se limita tan sólo a un personaje de caricatura (el aspirante a yerno del protagonista) y poco más, una ocasión perdida para ajustar las cuentas a tanto dolor, a tanta hipocresía.
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