El Tratado de No Proliferación queda al borde del fracaso ante el desafío nuclear
Corea del Norte, Irán y el tráfico ilegal de materiales son los problemas más urgentes
El acuerdo que ha garantizado la seguridad nuclear en el mundo durante los últimos 35 años podría saltar por los aires si la comunidad internacional no alcanza un consenso sobre la revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que comienza a discutirse la semana que viene en Nueva York. Los augurios son pesimistas -el enfrentamiento entre los 189 países firmantes del tratado es tal, que ni siquiera existe una agenda de la reunión- en un momento crítico tras la retirada del TNP de Corea del Norte en 2003, la manifestación de ambiciones atómicas por parte de Irán y el creciente tráfico ilegal de material nuclear.
La revisión del TNP se lleva a cabo cada cinco años, pero la conferencia que empieza el 2 de mayo en Manhattan nada tiene que ver con la de 2000 y con sus conclusiones llamando a un desarme nunca cumplido. El 11-S y la posibilidad de que grupos terroristas puedan adquirir armas nucleares, así como el deterioro del derecho internacional con la invasión de Irak han cambiado el escenario y los actores.
Corea del Norte ha fabricado suficiente plutonio para construir varias armas atómicas; Irán, que durante casi 20 años ocultó su programa nuclear, mantiene desde hace año y medio una partida de póquer con Europa sobre la suspensión definitiva de sus planes; la red mundial de contrabando de tecnología tejida por Abdul Qadeer Jan, el padre de la bomba atómica paquistaní, durante los años ochenta aún existe y el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el guardián de la ONU en la materia, ha confirmado 540 incidentes de tráfico ilegal de productos nucleares o radiactivos desde 1993. Además, 15 años después del fin de la guerra fría, Estados Unidos y Rusia aún conservan unas 30.000 armas nucleares.
En este contexto, explica una fuente diplomática europea, "el enfrentamiento se produce entre quienes enfatizan la lucha contra la proliferación, como EE UU, o quienes, como los países del Tercer Mundo, reclaman la necesidad de desarme nuclear por parte de las grandes potencias". Proliferación y desarme son las dos caras de la misma moneda que Norte y Sur pactaron en 1970 para poner en marcha el TNP.
Washington insiste en modificar el Artículo IV del tratado, que declara el "derecho inalienable" de todos los países "a desarrollar la investigación, la producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos" por considerar que es una puerta abierta para que algunos (Irán) desarrollen secretamente armas nucleares. EE UU pretende, asegura la fuente, "que los países que no tienen armas nucleares dejen de enriquecer uranio".
Además, el Gobierno norteamericano quiere reforzar la seguridad nuclear global con otras dos medidas: la extensión de la llamada Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación (PSI, en sus siglas en inglés), a la que desde su lanzamiento en mayo de 2003 se han sumado 60 países y que tiene por fin interceptar en alta mar cualquier buque sospechoso de transportar armas de destrucción masiva, y la aceptación por parte de todos los países firmantes del TNP del llamado Protocolo Adicional, un refuerzo del propio tratado aprobado en 1997, que permite, por ejemplo, inspecciones sin previo aviso de las instalaciones nucleares de un país. Irán, como otras 80 naciones, lo firmó en 2003. Otros 64 países aún no lo ha ratificado.
Moratoria mundial
El director general del OIEA, Mohamed el Baradei, ha ido desgranando en los últimos meses una serie de propuestas de revisión del TNP. Entre ellas destacan la idea de imponer una moratoria mundial de cinco años en la construcción de nuevas instalaciones para el enriquecimiento de uranio y reprocesamiento de plutonio, y un llamamiento a las partes implicadas para declarar Oriente Próximo zona libre de armas nucleares.
La propuesta de la moratoria ha sido rechazada por EE UU, Francia o Japón, que temen que ponga en peligro el futuro de su industria nuclear civil. La iniciativa sobre Oriente Próximo es, en opinión de un diplomático europeo, el origen y final del contencioso: "Toda proliferación tiene una causa estratégica. Irán está rodeado de armas nucleares, las hay en India, Pakistán, Israel y China. Para Israel, por su parte, es su gran fuerza de disuasión ante el mundo árabe". India, Israel y Pakistán no forman parte del TNP. China lo firmó en 1992, ya como potencia nuclear.
Fuentes próximas a El Baradei sostienen que lo importante, es "adoptar un punto de vista multilateral al problema de la proliferación" y que una fórmula viable sería la de "poner bajo control de un grupo internacional la parte más delicada del ciclo del combustible nuclear, es decir, el enriquecimiento del uranio". En la sede del OIEA en Viena nadie se hace ilusiones, pero uno de sus funcionarios, que habla bajo la condición del anonimato, tiene claro el doble mensaje que debe dejar este organismo en Nueva York: "Déjennos hacer nuestro trabajo" y "la agencia trabaja con hechos, no con especulaciones".
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