La última Navidad no fue tan espléndida
Algunas empresas públicas reducen el presupuesto destinado a regalos y GISA los anuló en Navidad y dio el importe a una ONG
Algunos altos cargos del Gobierno catalán y de empresas públicas fueron el pasado diciembre colaboradores involuntarios de organizaciones altruistas. Acostumbrados a recibir regalos suntuosos en la época de CiU, debieron de extrañarse al ver que habían llegado las rebajas. Pero no consta que nadie haya reclamado.
Un ejemplo es lo ocurrido en los dos puertos principales: Barcelona y Tarragona, cuya dadivosidad era proverbial. El de Tarragona regaló a sus consejeros una estupenda cámara fotográfica digital en la Navidad de 2002; al año siguiente, 2003, aún con administración de CiU, el regalo fue un televisor valorado en 600 euros. Además se celebró una fiesta por todo lo alto para despedir al que era su presidente, Lluís Badia, quien ya intuía que eran sus últimos turrones en el cargo. El año 2004 ha sorprendido a los consejeros. El valor de su regalo, un reproductor MP3, se ha dividido por cuatro: 150 euros. Apenas nada para lo que era costumbre.
En el Puerto de Barcelona, bajo la presidencia de Joaquim Tosas, soplaban otros vientos. Se encargaba cada año a un pintor una obra original para la ocasión. El original era guardado en la colección de arte del puerto y se hacían de él reproducciones que se regalaban a mandos de la segunda escala de la Administración pública y a algunos clientes destacados. El artista seleccionado tenía unas excelentes navidades, porque además del original y las reproducciones, vendía al puerto otras obras que eran para los primeros espadas, a quienes no se puede enviar una vulgar copia ni siquiera en los tiempos actuales de arte reproducido. En los últimos años se han comprado obras a Gloria Muñoz, Maragarita Gil Granero y Pujol Boira, entre otros.
Además, en 2003 los consejeros recibieron una cámara fotográfica valorada en 450 euros. En 2004 se les ha rebajado el regalo y se han tenido que conformar con un reloj que había costado 110 euros. Y en vez de la reproducción de un original, el Puerto de Barcelona ha optado por una postal navideña de la Fundación Vicente Ferrer.
Peor lo han tenido los antiguos agasajados por la empresa pública GISA. No es que ésta se haya mostrado cicatera, entre otros motivos porque ya no era tan magnificente como los puertos, pero sí ha logrado sorprender a quienes esperasen el habitual regalito, que eran los clientes y los miembros del Consejo de Administración. Recibían, habitualmente, un par de botellas de cava o unos libros regalo, es decir, caros, porque el dinero del contribuyente da para mucho. Pero estas navidades lo que recibieron fue una carta. Exactamente eso, una carta. Eso sí, reconfortante para las conciencias. "Desde su fundación", dice la misiva, "GISA tenía la costumbre de hacer un obsequio a los clientes de la empresa y a los miembros del Consejo de Administración con motivo de las fiestas navideñas". Y ahora viene el pero: "Este año, la presidencia
[ocupada por el dimisionario Ramon Serra] ha considerado más conveniente sustituir el envío personalizado de libros o botellas de cava por la donación del importe equivalente al gasto previsto en regalos a una ONG".
Para que el recipiendario sepa a quién ha beneficiado el importe de sus botellas, la carta especifica que la organización elegida ha sido el ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) y añade que atiende a más de 22 millones de personas, "entre refugiados solicitantes de asilo, desplazados internos y retornados". La última frase de la carta agradece la desinteresada aportación de quien recibía el vino y ahora se ha convertido en colaborador de tan justa causa.
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