_
_
_
_
_
Reportaje:

El eslabón perdido

El 'big bang' de la mayor saga cinematográfica está a punto de llegar. El 19 de mayo se estrena 'La guerra de las galaxias. Episodio III', el filme que une la primera con la segunda trilogía de George Lucas. Todo un fenómeno social que dura ya 28 años y ha recaudado más de 3.400 millones de dólares.

Para una película cuyo final se escribió hace 28 años, la expectación vuelve a ser religiosa, casi espiritual. Y a juzgar por la composición social de las colas ante los cines de Estados Unidos -sí, se han vuelto a formar con semanas de antelación- el ardor que despierta el estreno de La guerra de las galaxias. Episodio III: la venganza de los Sith afecta por igual tanto a quienes vestían pantalones de campana en 1977 como a la generación x-box, jóvenes que nacieron cuando Darth Vader ya se había quitado el casco para reconciliarse penosamente con su hijo.

Aquella conversión final del villano con voz profunda y respiración artificial en su álter ego original, Anakin Skywalker, discurre en el sentido contrario en esta entrega final de la saga, que narra la transición del joven Anakin hacia "el lado oscuro de la Fuerza" y culmina por fin con la reparación en pantalla de ese personaje ruin y miserable, mitad hombre, mitad máquina, cuya negrura, sumada a sus dificultades pulmonares y a su mal carácter, le han convertido en uno de los personajes más perversos de la historia del cine.

Que alguien pueda referirse coloquialmente al "lado oscuro de la Fuerza" sin sonreír, que todos sepamos quién es Han Solo o que la Estrella de la Muerte parezca un lugar necesariamente conocido proporciona una medida objetiva del tamaño sociológico de este fenómeno galáctico. No está mal para una saga nacida en una película que nadie quería producir: varias majors rechazaron en su día La guerra de las galaxias porque no lograban descifrar si era para niños o para adultos.

La guerra de las galaxias. Episodio III: la venganza de los Sith no es para niños. De hecho, la nueva película de George Lucas es la única de las seis que ha sido clasificada para mayores de 13 años por el organismo cinematográfico encargado de preservar la moralidad de los espectadores estadounidenses. Cuentan quienes conocen el producto que si el episodio I era para niños y el II para adolescentes, éste es, efectivamente, para mentes un poco más crecidas -"quizá demasiado violenta para los más jóvenes", dice el director-. También será lacrimógeno; Lucas la ha calificado como "un Titanic en el espacio".

¿Qué va a ser ahora de quienes han seguido con devoción la mitología de 'La guerra de las galaxias'? Quizá la pregunta correcta no sea ésa, sino más bien: ¿hay todavía fans de esta odisea espacial; fans de los de verdad, de los que coleccionan figuritas y guardan una máscara de Yoda en el armario? Pues sí, ese conglomerado existe y ha encontrado ahora en Internet el foro perfecto para debatir, por ejemplo, el historial médico de Darth Vader: "Puede que la máscara sea parcialmente responsable de la oxigenación de su sangre", escribe el doctor Curtis Saxton en un largo análisis médico publicado en www.theforce.net. La pasión que estos individuos ponen en este esfuerzo es admirable: "Es emocionante pero inútil especular sobre las posibilidades de supervivencia que Darth Vader habría tenido si hubieran estado a su disposición unas instalaciones médicas adecuadas", escribe ampulosamente este doctor Saxton.

Otros analizan su vertiente religiosa: "Una de las razones del éxito sensacional de 'La guerra de las galaxias' es que toca algo profundamente espiritual en nosotros: la idea de la Fuerza", explica en serio William Blizek, del Journal of Religion & Film, de la Universidad de Nebraska. "Nos dice que hay algo ahí fuera más grande que nosotros, quizá Dios. Pero la ambigüedad de la Fuerza nos permite a cada uno de nosotros describirla de distintas maneras, y por eso trasciende cualquier religión".

Paralelamente, el paso del tiempo y el envejecimiento de los seguidores originales proporciona a los más adultos una perspectiva abierta a lo que podría definirse como un sarcasmo cariñoso: el universo espacial puede por fin contemplarse con algo menos de trascendencia. Quienes acudían militarmente al estreno de las tres películas originales todavía pagan por ver las tres primeras, pero no les conceden la misma solemnidad. De igual manera, la legión adolescente que parece haber encontrado en la saga un nuevo objeto de culto parece la misma que una semana después hace colas de madrugada ante las tiendas de electrónica para ser los primeros en comprar la nueva PlayStation portátil. Esta generación no es la de la Fuerza, sino la de la rapidez, en su manera de comprar, oír música, ver televisión o navegar por Internet. Para ellos, los fenómenos lo son sólo si llevan fecha de caducidad.

Sea cual sea el valor sociológico del producto, el estreno del episodio III es sin lugar a dudas el acontecimiento cinematográfico del año y la culminación de casi 30 años de trabajo. George Lucas escribió a lápiz su idea original en un bloc de notas. Se inventó un árbol genealógico, un mapa celestial y un ambiente narrativo que pretendía mezclar la acción sincopada de los cómics de Flash Gordon con la tensión y violencia de los westerns y una pizca de parábola bíblica.

Lucas había flirteado con el género de ciencia-ficción en THX 1138, producida en 1971, pero su amigo e instructor, Francis Ford Coppola, le recomendó que regresara a una vía más ajustada al cine convencional, lo que se tradujo en American graffiti dos años después.

En su libro de notas, ya había suficientes personajes para construir una historia demasiado densa para dos horas de cine. Lucas estaba tan convencido de que el material daba para más que ideó el proyecto original como tres trilogías. La primera película, La guerra de las galaxias (rebautizada ahora como Episodio IV: una nueva esperanza), sería la primera parte de la segunda trilogía. Pero ni los estudios Universal ni Warner Bros., que habían producido las dos películas anteriores del joven cineasta, veían ningún futuro en el proyecto galáctico. Lucas consiguió un apoyo limitado de 20th Century Fox (le dio 10 de los 12 millones de dólares que costaba la película; el resto lo consiguió él) a cambio de renunciar a su salario y conformarse con un porcentaje de taquilla. El porcentaje acabó siendo multimillonario, y el resto ya es historia: sus películas han recaudado más de 3.400 millones de dólares sólo en ingresos de taquilla, una cantidad que se multiplica por cuatro cuando se suman los beneficios de merchandising. A Lucas ni siquiera le ha hecho falta una productora para sus otras cinco entregas; se las ha pagado él, y la Fox sólo aporta la distribución.

Tal es el volumen de su imperio que Lucas ha rodado las tres últimas películas con unas cámaras diseñadas por él y fabricadas por Sony y Panavision. En realidad no ruedan, sino que graban: son cámaras enteramente digitales que proporcionan la misma calidad que el celuloide, pero en un formato infinitamente más manejable y más barato. Cuando hace 10 años tomó la decisión de crear y usar esas cámaras, Lucas había imaginado que a estas alturas la mayoría de las salas de cine de EE UU tendría proyectores digitales, a los que él mismo, desde su rancho en California, podría enviar a través de Internet una copia perfecta de sus películas. De ese modo habría visto realizado el sueño de cualquier cineasta: controlar la obra de principio a fin, sin necesidad siquiera de una distribuidora. Pero sólo un centenar de salas cuenta con proyector digital. De nuevo, Lucas ha tenido que aceptar a la 20th Century Fox como distribuidora.

El episodio III, como cierre final de la trilogía, sirve de puente cronológico con la película original. Lucas se ha esmerado en que el guión de esta nueva entrega acabe exactamente en el momento en que empieza la narración de la primera Guerra de las galaxias. Ha cambiado detalles sobre la marcha para que todos los cabos genealógicos y geográficos queden bien atados, de manera que nadie pueda decir que tal o cual personaje ha surgido de la nada.

Para quienes sintieron un nivel variable de decepción con las dos últimas entregas, el episodio III representa la esperanza: los tráileres están siendo muy aclamados en los mismos foros de Internet que habían detectado inmediatamente los defectos de los dos episodios anteriores. Tienen un aspecto grandioso, y confirman que contienen, afortunadamente, las secuencias de batallas espaciales que extrañamente habían desaparecido de una saga que es, al fin y al cabo, de guerras en galaxias. Esa decepción con los episodios I y II, dicen algunos sociólogos, parte en realidad de la edad: los cinéfilos que han cumplido los 40 creían que podían revivir su juventud al regresar a la saga con la que disfrutaron a los 20 años, cuando nada en realidad es capaz de suplantar la excitación juvenil ante un fenómeno de cultura popular.

El III es un episodio oscuro que recuerda a la que muchos consideran la mejor película de la saga, El Imperio contraataca. La aparición de C-3PO y la visión -por primera vez en 22 años- de ese bípedo peludo llamado Chewbacca enseguida sitúan al espectador en el más conocido de los universos galácticos. La película cuenta la caída de los caballeros jedi y la llegada del poder absolutista, sangriento y antidemocrático que impone el Imperio.

Y por fin llega Darth Vader, el personaje más odiado, pero el más añorado en las dos últimas entregas, porque estas seis películas son, sobra decirlo, la leyenda de Darth Vader. Como homenaje a su propia historia, Lucas ha querido que Sith comience igual que el original de 1977 -con una batalla espacial- y acabe en el momento exacto en el que aquella entrega arrancaba, con Darth Vader en el interior de la mortífera Estrella de la Muerte.

Para completar el círculo narrativo, Lucas ha añadido una por una las piezas que faltaban para que el puzle esté terminado y parezca cronológico. El joven Anakin ya había dado muestras de su vulnerabilidad y su disposición a cambiar de bando. Los seguidores de esta mitología lamentan profundamente que Lucas haya malgastado tanto tiempo en contar los detalles de la infancia y juventud de Anakin; para ellos, la nueva entrega es la panacea porque condensa por fin su transformación en un caballero negro de la galaxia.

Lucas, que es un maestro a la hora de dosificar la información y vender su producto, ha facilitado algunas claves del guión a través de la publicación del cómic y la edición del videojuego de la película. Quien no quiera saberlo puede saltarse este párrafo: Anakin y Obi-Wan Kenobi reciben el encargo de rescatar a Palpatine, canciller de la República. El canciller, que acaba convertido en el emperador maléfico del Imperio, consigue llevar a Anakin al "lado oscuro de la Fuerza". Los hermanos Luke Skywalker y Leia aparecen en la película como bebés; su madre, Padmé Amidala, ya luce el peinado de caracolas con el que Carrie Fischer convirtió a la princesa Leia en un inesperado sex symbol de los setenta. Una secuencia explica la darthvaderización de Anakin: sufre heridas casi mortales en una pelea de espadas láser con su ex mentor Obi-Wan Kenobi (a quien matará una película después). Las heridas son tan graves que Anakin cambia parte de su cuerpo por el de una máquina y tapa su cabeza con el casco más famoso de la historia del cine. Hay otra secuencia de lucha de sables con Yoda como protagonista, por mucho que los saltos anteriores de este jedi con una espada en la mano tuvieran un aspecto casi cómico. Al conde Dooku (Christopher Lee) también le cortan una mano. Mace Windu (Samuel L. Jackson) pasa a mejor vida durante una pelea con Anakin y el emperador. Y hay mucha batalla espacial y mucho X-Wing en acción.

"Esta primera trilogía es realmente sobre la lucha de un padre por encontrarse a sí mismo, un padre que cae en la trampa de desear el poder, que hace un pacto con el diablo y pasa el resto de su vida lamentándolo", explica Lucas sobre este episodio III. "He hecho la mejor película que podía hacer y de la manera que quería hacerla. Estoy satisfecho. No sé si a la gente le gustará o no", dice el director desde la cómoda posición de su fortuna personal.

La venta de productos asociados al estreno de Sith va a generar unos ingresos de 1.500 millones de dólares. En total, 1.650 personas han trabajado en la película, que cuenta con 65 actores reales y más de 40 generados por ordenador, entre ellos el propio Yoda o el infausto Jar Jar Binks. Se empezó a rodar en junio de 2003, con exteriores en China, Tailandia, Suiza, Inglaterra y Túnez. También hay imágenes de lava grabadas en la erupción del Etna en 2001 que sirven como trasfondo para la pelea que está en la cúspide de la película. Cada uno de los 2.300 planos del episodio III tiene al menos un efecto especial.

La película, como eslabón perdido de la saga, cierra el círculo de las dos primeras trilogías. Lucas ya ha dicho que nunca llegará a rodará la tercera y última porque a sus 60 años no tendría tiempo ni energía para culminar la obra con otros tres largometrajes. La guerra de las galaxias vivirá, sin embargo, en nuevas entregas televisivas, posiblemente en forma de dibujos animados. Pero no será, ni mucho menos, la última vez que Lucas retoque sus productos y vuelva a empaquetarlos para venderlos por enésima vez a los mismos clientes: ya ha anunciado que a partir de 2007 comenzará a editar las seis películas -una por año- en un nuevo formato de cine en tres dimensiones.

'La guerra de las galaxias. Episodio III: La venganza de los Sith' se estrenará en todo el mundo el próximo 19 de mayo.

Más información en: www.starswars.com.

Yoda revela su poder en 'Episodio II: el ataque de los clones'.
Yoda revela su poder en 'Episodio II: el ataque de los clones'.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_