"En esta investigación no hay mitos, sólo datos comprobados"
Tres reporteros del diario costarricense 'La Nación' destapan un caso de corrupción
Los periodistas de investigación emplean mucho tiempo y esfuerzo, no siempre fructífero, en los casos que persiguen, pero cuando se toca la tecla adecuada y las cerezas van apareciendo, hiladas, una tras otra, la satisfación de haber ayudado a poner las cosas en su sitio compensa con creces la dedicación y los sinsabores. Eso es exactamente lo que les ha ocurrido a Giannina Segnini, Ernesto Rivera y Mauricio Herrera, los tres periodistas que forman el equipo de investigación del diario costarricense La Nación. Uno de sus trabajos, desarrollado entre abril y septiembre de 2004, ha destapado un caso de corrupción política que obligó a dimitir al entonces recién elegido presidente de la Organización de Estados Americanos (OEA), Miguel Ángel Rodríguez Echeverría. Por ello han ganado el Premio Ortega y Gasset de periodismo escrito en la categoría de mejor Trabajo de Investigación.
El asunto era de manual, de los que salen en las películas. Siguieron el rastro del dinero, y meses después lanzaron la noticia. El caso "está totalmente vivo, no se ha cerrado en absoluto, la justicia sigue trabajando y hoy todavía hay dos ex presidentes del país en arresto domiciliario", explica Mauricio Herrera. "Nos sentimos como los paleontólogos que se encuentran un gran dinosaurio; nosotros sólamente hemos desenterrado una pata, todavía", añade el periodista.
El dinosaurio era simple de entender, pero complejo de demostrar. El presidente del Seguro Social costarricense, Eliseo Vargas, vivía en una casa lujosa que costó 735.000 dólares. Se la había comprado la Corporación Fischel, uno de los proveedores de equipos médicos al Seguro Social. Vargas consiguió un crédito con el Gobierno de Finlandia por 32 millones de dólares para financiar esos equipos. Esa fue la primera cereza, después vinieron las demás. Una de ellas destapó pagos millonarios de la empresa francesa Alcatel a políticos por favorecer la compra de 400.000 teléfonos móviles.
Giannina Segnini está feliz con el premio: "Tener un equipo de investigación no es un gasto, es una inversión, esa es la cuestión que en Latinoamérica y en otros países aún no han entendido. Debemos hacer una labor fiscalizadora responsable y sin que los periodistas nos arroguemos facultades que no nos competen", explicó ayer desde la redacción de su periódico.
Responsabilidad y vértigo
Coincide su compañero Ernesto Rivera: "Es una sensación de vértigo y de responsabilidad. A mayor gravedad, mayor responsabilidad para no errar, no dar un mal dato, no implicar a nadie que no esté implicado. Y llegar al final".
Segnini sabe que los periodistas que meten la nariz en el guiso de los corruptos corren algún riesgo. "Ya hemos tenido denuncias judiciales y condenas, que luego se han archivado, pero eso va desgastando. Por otro lado, está el riesgo de la integridad física. No ha sido en este caso, pero es un riesgo inherente a nuestro trabajo", asegura.
También saben que, a veces, el olfato no te lleva al sitio correcto y se pierde un precioso esfuerzo. "Ese es un riesgo laboral, poner a todo el equipo detrás de un caso que puede resultar fallido. Son decisiones que hay que tomar", añade la coordinadora del grupo. Por esa razón su compañero Rivera aprovecha para agradecer a su periódico "la valentía" y que les haya permitido "el tiempo y los recursos" necesarios. A Rivera le cabe además la satisfación de comprobar que en todos los sitios cuecen habas: "El Gobierno de Finlandia ha tenido que modificar su política de cooperación económica internacional a raíz de este caso", dice.
Para Segnini otra de las grandes satisfacciones que les ha proporcionado el caso es saber que con él, han colaborado " a mejorar las cosas en el país. Cuando sabes que hay clínicas sin incubadoras, por ejemplo, y compruebas que se están gastando tanto dinero en comprar equipos médicos que a veces ni siquiera son necesarios sientes que has tenido la oportunidad de ayudar a mejorar las cosas", reflexiona.
Mauricio Herrera apunta, por último, la dificultad de seguir el rastro del dinero, una pista que se pierde con facilidad si las trampas están bien hechas. "Pero siempre hay errores, saltos en las operaciones... En esta investigación no ha habido mitos. Todos son datos escrupulosamente comprobados".
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