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Columna
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30 m²

A la ministra de Vivienda María Antonia Trujillo le dan mucha leña. La verdad es que suele suspender en esas notas que ponen las encuestas a los políticos y aparece también en los rumores como cesante potencial de una hipotética crisis de gobierno. O sea que, como Ministra, aparentemente le va fatal. A mi, sin embargo, tanta adversidad me conmueve y especialmente en este caso porque siempre pensé que lo de la vivienda aquí es muy difícil de arreglar. Baste recordar que estamos en un país donde la especulación ha desorbitado los precios de las casas hasta el punto de hipotecar los recursos de toda una generación y que si esos precios bajarán de golpe provocarían una hecatombe en el sistema.

Eso ocurrió en Japón hace un montón de años y todavía andan arrastrando las consecuencias. Así que la Ministra Trujillo tiene la quimérica tarea de hacer más accesible la vivienda a los ciudadanos pero sin provocar una caída de los precios, como mucho un leve descenso o estabilización. Imagino que en su afán por cuadrar el círculo ha contemplado la anunciada posibilidad de incluir los pisos de 30 metros en la tipología de Vivienda de Protección Oficial. Una idea por la que esta siendo convenientemente linchada. Guetos, madrigueras, conejeras, y otros calificativos similares son manejados sin misericordia alguna para denigrar un proyecto que lo único que trata de proporcionar alojamiento individual barato a quien lo requiera en una etapa transitoria de su vida.

Treinta metros es una superficie muy superior a la media de los estudios que compran o alquilan muchos estudiantes o profesionales que vienen a Madrid y nadie se lleva las manos a la cabeza. Hablar de hacinamiento o condiciones indignas resulta demagógico y sobre todo hipócrita porque la inmensa mayoría de los inmigrantes que recibimos en España viven casi apilados o durmiendo por turnos en camas calientes y la indignación que provoca es prácticamente inapreciable. Algún político se ha atrevido incluso a comparar la propuesta con las viviendas que hacía Franco lo que revela cuanto menos una maliciosa amnesia.

En los cuchitriles que construía la dictadura metían familias numerosas y aquí estamos hablando de un único inquilino. Contaban mis padres como su primera morada fue una habitación de nueve metros cuadrados con derecho a cocina, allí fundaron la familia y ni mi hermana ni yo padecemos secuelas psicológicas reconocibles. Es evidente que promoviendo pisos de 30 metros tratarían de afrontar la problemática de un sector concreto de la población aunque cada día más numeroso. En ese caso están las personas separadas que de la noche al día necesitan un lugar donde habitar en solitario y está sobre todo la gente joven que pretende independizarse o que necesita un espacio propio por motivos de movilidad laboral. Un lugar que cubra sus necesidades durante unos años y cuyo coste les permita ahorrar hasta que requieran mayor espacio. No veo el disparate por ninguna parte. Prueba de ello es que la fórmula se ha impuesto en los países nórdicos muy alejados del tercermundismo que se le atribuye. En los Estados Unidos es frecuente resolver temporalmente el problema de vivienda instalándose en una gran caravana que nunca pasa de los quince o veinte metros. Hay ciudades europeas como Amsterdam o París donde lo más glamouroso es vivir a bordo de un barco en atraques permanentes.

Familias enteras habitan en bajeles cuyo espacio útil para vivienda raramente sobrepasa los cuarenta o cincuenta metros. La miseria reside en lo cutre no en los espacios pequeños. Invito a quienes tanto ha escandalizado la propuesta del Ministerio a que realicen una sencilla encuesta entre los jóvenes de su entorno que aspiran a emanciparse antes de formar una familia. Díganles si estarían dispuestos a alquiler una casa de esas dimensiones a un precio razonable y verán lo que tardan en preguntar donde hay que apuntarse. Está claro que la fórmula sólo resolvería el problema de un segmento de la población pero ya es mas de lo que hicieron otros. Que nadie la confunda señora Ministra, aún no se ha vuelto loca. En España hay más de tres millones de personas que viven solas y al menos otros dos millones mas querrían hacerlo. Esos 30 metros tendrían muchos novios.

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