Benedicto XVI confirma a todos los altos cargos de la curia de Juan Pablo II
Ratzinger ratifica como 'número dos' del Vaticano a Angelo Sodano, amigo de Pinochet
Benedicto XVI tomó ayer su primera decisión política. Confirmó en su puesto a todos los altos cargos de la curia vaticana, que cesaron en cuanto falleció Juan Pablo II, y sobre todo nombró como secretario de Estado y número dos al cardenal Angelo Sodano. El papa Ratzinger quiso subrayar que Sodano no era reintegrado, como todos los demás, al puesto que ocupaba desde hacía casi 14 años, sino elegido de forma específica. La señal parecía indicar que el nuevo pontífice apostaba por mantener la estructura curial, muy conservadora y envejecida, heredada de Juan Pablo II.
La distinción concedida a Sodano estaba destinada a generar polémica, dada la ideología del cardenal, muy amigo del ex dictador chileno Augusto Pinochet, y dado el hecho de que, con sus 77 años, había rebasado largamente los 75 en que los miembros de la jerarquía se jubilan, salvo voluntad expresa del Papa. La confirmación en el puesto habría significado una simple puesta en funcionamiento de la maquinaria administrativa. El nombramiento significó algo más.
El secretario de Estado viene a ser el presidente del Gobierno de la Ciudad del Vaticano y supervisa la política de nombramientos eclesiales en todo el mundo, las relaciones diplomáticas, la gestión interna del pequeño territorio y el trabajo de todos los dicasterios (equivalentes a ministerios).
Sodano, hijo de un político democristiano piamontés, doctor en Teología y Derecho Canónico y políglota, trabajó en las nunciaturas de Ecuador, Uruguay y Chile en los años sesenta. En 1977 el papa Pablo VI le nombró nuncio (embajador) en Chile, donde mantuvo óptimas relaciones con el entonces presidente Augusto Pinochet. Su amistad con el ex dictador se puso de manifiesto recientemente, cuando Pinochet fue detenido en Londres por mandato del juez español Baltasar Garzón. Sodano movió todas las cuerdas en su mano para conseguir que el acusado de crímenes contra la humanidad fuera puesto en libertad.
Curia esclerotizada
Desde medios cercanos al cardenal Carlo Maria Martini, el gran rival de Ratzinger en el cónclave, se dejó filtrar anteayer hacia la prensa que, al margen de diferencias ideológicas, ambos estaban de acuerdo en la necesidad de renovar la curia de Juan Pablo II, esclerotizada durante la larga enfermedad del anterior pontífice y considerada responsable de la pasividad de la cúpula del catolicismo ante los múltiples casos de pedofilia en el sacerdocio. Varios diarios italianos señalaron incluso al cardenal Gian Battista Re como futuro secretario de Estado. La decisión de Ratzinger de nombrar a Sodano causó una cierta perplejidad. La tradición, en cualquier caso, indica que la renovación de los cargos vaticanos nunca se realiza de forma colectiva o en la primera fase de un pontificado, sino individualmente y muy poco a poco.
Tras la reconfirmación general y el nombramiento de Sodano, quedaba por cubrir sólo un hueco de gran importancia: el dejado por el propio Ratzinger al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio derivado del Tribunal de la Inquisición, hoy "jefatura teológica" de la Iglesia. Cabía suponer que Benedicto XVI prestaría una especial atención a ese puesto. La prensa belga destacó ayer de forma casi unánime la posibilidad de que el futuro nombramiento recayera en André Mutien Leonard, de 64 años, arzobispo de Namur. Leonard ya dirigió en 1999 los ejercicios espirituales de la cuaresma vaticana (una misión que suele anunciar encargos más altos) y colaboró con el hoy pontífice en la Comisión Teológica Internacional. El arzobispo belga estará en Roma el domingo para asistir a la misa de coronación de Benedicto XVI.
El Ayuntamiento de Roma anunció que preveía una asistencia a la misa cercana al medio millón de personas, y que se reactivaría el plan policial utilizado durante el funeral de Juan Pablo II para garantizar la seguridad de las numerosas autoridades, entre ellas los reyes de España, que pensaban acudir al acontecimiento.
El Papa se encerró ayer durante largas horas en su habitación-despacho de la residencia de Santa Marta (aún no utiliza las habitaciones papales ni las oficinas vaticanas) para tomar las decisiones más urgentes y preparar su homilía del domingo, de gran relevancia.
Por la tarde volvió a acudir a su piso del Borgo Pío, cerca del Vaticano, para seguir disponiendo la mudanza, y se reprodujeron las escenas de la víspera: una multitud se concentró ante las puertas del edificio para saludar al Papa, que viajaba a bordo de un Mercedes negro.
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