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El teólogo Miret subraya en un nuevo libro que "la paz es obra de la justicia"

"La paz es obra de la justicia", sostiene el teólogo seglar Enrique Miret Magdalena, con la Biblia por testigo. Acaba de publicar su libro de todos los años, esta vez con el título La paz es posible (Espasa Hoy), y rebosa el optimismo de los buenos cristianos en medio de un mundo que bendice o aplaude guerras preventivas, mentiras bélicas y un odio racial institucionalizado. Cumplidos con creces los 90 años, el polígrafo Miret se mira -y pide a sus lectores que se miren- en Cicerón, otro pragmático bondadoso. "La paz más injusta es preferible a la más justa de las guerras", recuerda Miret que dijo el autor del mejor tratado sobre la senectud.

Vivo aún su ensayo anterior, Qué nos falta para ser felices, sobre los nuevos modos de pensar y vivir, Enrique Miret hace en La paz es posible un alegato contra la violencia y el terrorismo, profundizando en sus causas para proponer la receta que puede acabar con esas lacras que azotan -y son la consecuencia de- la globalización del mercado y de la injusticia social: diálogo, tolerancia y esfuerzo individual. El análisis se centra en tres campos de investigación: las religiones -con capítulos sobre el viejo catolicismo violento y esta pregunta: "islamismo y judaísmo, ¿son necesariamente violentos?-, la psicología y la ética.

"Hay algo más"

Citando a Neruda: "... queda prohibido no buscar tu felicidad, no sentir que sin ti este mundo no sería igual", Miret aboga por el esfuerzo personal para sentar entre todos las bases para la paz. "Tienen que cambiar las personas concretas para mejorar el mundo, pues éste se encuentra hecho de individuos y grupos particulares que deben tomar en serio su acción, ya que es imprescindible su valor", dice el escritor.

"En el cielo y en la tierra hay algo más de lo que sueña tu filosofía", recuerda Miret con una cita hamletiana. También reflexiona tomando como punto de partida al filósofo Jean Paul Sartre -"El hombre está condenado a la libertad"-. "En su fragilidad, el hombre cae una y otra vez, porque no puede escapar de que sus 'manos están manchadas'; pero necesita seguir adelante sin desmayar. Y el mundo mejorará". Miret concluye: "La fuerza del espíritu, que pide ir a más y a mejor en todo, existe, aunque queramos ocultarlo demasiadas veces".

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