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Reportaje:

Retrato robot de un triple parricida

El hombre que mató a su mujer y dos hijos en medio de una noche de juerga responde al perfil de un psicópata, según los expertos

A los 24 años, sus generosos ingresos le abrieron la puerta de la cocaína, el alcohol y el juego. Doce años después, tras una rehabilitación inacabada, José María Macià, en un paréntesis de una noche de juerga, mató el pasado miércoles con una maza de obra a su mujer y sus dos pequeños, de seis y dos años, a quienes machacó el cráneo mientras dormían en su domicilio, en Elche. El parricida justifica el crimen en la ingesta de alcohol y drogas. Expertos psicólogos y criminólogos señalan que el consumo de drogas o la adicción al juego no explican su conducta brutal. Por ello apuntan que, a expensas de exámenes más profundos, el triple asesinato es obra de un psicópata. La frialdad que exhibió antes y después de matar a sus familiares y la nula empatía hacia la víctimas delatarían una personalidad psicopática latente.

"A los 24 años ya ganaba mucho dinero y esto le llevó a la droga", dice el hermano menor
Los psicólogos resaltan la frialdad y la ausencia de empatía hacia las víctimas

José María Macià Navarro, de 36 años, es el mayor de los seis hijos (cuatro chicos y dos chicas) de Manuel y Teresa, radicados en la pedanía de Matola. El parricida, apenas acabados los estudios primarios, comenzó a trabajar como vendedor ambulante. A los 24 años, según la versión de Miguel Ángel, hermano menor, su vida dio un giro: "Se puso a trabajar como representante de piezas de ferretería. Ganaba mucho dinero, a puñados, y esto le llevó a la droga, el alcohol y el juego".

Aún como representante, José María se casó hace ocho años con Teresa Asunción Macià, hija de un carpintero. La pareja se conoció con 15 años, en una academia. El matrimonio pasó los primeros años en el domicilio de la madre de Teresa. Hace cuatro se trasladaron a la casa del crimen, el tercer piso del número 62 de la calle de Pablo Picasso.

Tras el nacimiento del primer hijo, José María confesó sus adicciones a su mujer. Sus hermanos ya estaban al corriente de su doble vida: correcto, amable y hasta locuaz con su entorno diurno, y atrapado en el laberinto de la droga y el juego durante las noches.

La reacción de Teresa y de los hermanos de José María ante su adicción fue positiva. Su esposa le acompañó a rehabilitación en la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) que comenzó en 2000. Su otro hermano, David, propietario de una pequeña empresa de asfaltados, le ofreció trabajo hace dos años y medio. "Queríamos tenerlo controlado, para que no recayera", dice el hermano pequeño. Desde que entró en la empresa de su hermano, José María mantuvo un comportamiento estable. "Excepto una o dos pequeñas recaídas", relata Miguel Ángel.

La jornada del martes deparó una trágica inflexión en la vida de José María. El parricida salió de casa a las siete de la mañana hacia el tajo, un chalé en el término de Mutxamel. "Lo vi salir con el mono de trabajo y su nevera azul con la comida", dice una vecina.

La cuadrilla -ocho operarios- completó una primera parte de la jornada con normalidad. José María comió a pie de obra y no bebió, como tenía por costumbre en los últimos años, al menos en los ambientes de trabajo o relación social.

En esa jornada, a la cuadrilla se sumó, para cubrir la baja por enfermedad de Miguel Ángel, un operario ocasional, llamado Javi. Cerca de las 21.00 del martes, José María y Javi, al parecer también adicto a las drogas, decidieron aparcar el trabajo [la empresa tiene horario continuo, mañana y noche] y marcharse de fiesta. "José María llamó a David para decirle que todo estaba bien y que iban al otro tajo", afirma Miguel Ángel. "Pero, alentado por Javi, se fueron a un pub donde les esperaban antiguos amigos de mi hermano". Para los hermanos de José María, fue el compañero ocasional de trabajo el responsable de su recaída: "Lo lió, ya lo hemos echado de la empresa", sentencia Miguel Ángel al tiempo que maldice su inoportuna baja laboral.

José María, Javi y los otros dos o tres amigos iniciaron la fiesta en el pub de Muxtamel (según la declaración del asesino) y estuvieron bebiendo (cuatro o cinco copas) y tomando drogas (dos dosis de cocaína). Camareros del local que cita en su declaración, sin embargo, ignoran si realmente estuvo o no en el pub.

Hacia la una de la madrugada del miércoles, la pandilla de amigos hizo un alto en la juerga. José María y Javi, en la furgoneta de la empresa, se dirigieron al domicilio del primero a coger más dinero. Subió a la casa, con una maza de obra que llevaba en la furgoneta. Entró en el dormitorio matrimonial y, sin mediar discusión, aprovechó que su mujer y su hijo mayor dormían en la cama para machacarles el cráneo con cuatro mazazos. Luego hizo lo propio con el otro niño, Vicente, que dormía en la cuna. Tras el crimen se cambió de ropa, lavó la maza en la ducha y se aprovisionó de unos 100 euros. En la furgoneta le esperaban Javi y otra persona, un camello. Según declaró, los tres siguieron la marcha en el mismo pub, extremo improbable, porque ese local suele cerrar los días laborables no más tarde de las dos de la madrugada. Luego se fueron a un club de alterne de Elche. El regente del local sí observó la presencia de los tres. "Llegaron sobre las tres de la madrugada, tomaron dos consumiciones y se marcharon", asegura.

Del club de alterne, José María se fue a la casa de sus padres. Éstos, alertados por el estado etílico del hijo, llamaron a otro hermano, Manuel. Los dos volvieron a la casa de José María y, tras una discusión en la calle, subieron al piso. Manuel vio los cadáveres y la emprendió a puñetazos con José María. Éste huyó, cogió un taxi y se encaminó a la partida de Torrellano. Allí fue arrestado cuando compraba unos zapatos. Antes pretendió cortarse el pelo e intentó sin éxito sacar dinero.

En su declaraciónes se mostró entero y repitió idéntico argumento, pero sin explicar el móvil. Sólo precisó: "Les pegué tres, cuatro o cinco mazazos para que no sufrieran". La magistrada le imputó tres delitos de asesinato y decretó su ingreso en la cárcel.

El triple crimen ha sorprendido a los vecinos. "Era un chico normal", dicen todos. Para los expertos la sorpresa es menor. "Una persona con rasgos psicopáticos puede estar perfectamente integrada, y no siempre su trastorno se manifiesta con la violencia", asegura Manuel Avilés, criminólogo y subdirector de Régimen del Psiquiátrico de Fontcalent. Avilés sostiene que, a expensas de una encuesta criminológica exhaustiva que abarque su ámbito personal y entorno social, José María da el perfil de un "psicópata desalmado". El criminólogo basa su conjetura en la frialdad con la que actúa y la posterior ausencia de sentimiento de culpa y empatía con las víctimas. Avilés rechaza que el consumo de drogas y alcohol desencadene una acción de tan enorme brutalidad. "El alcohol puede actuar como desinhibidor, al relajar las barreras de control, pero detrás tiene que haber una persona con rasgos psicopáticos", resalta. Similar análisis preliminar realiza José Antonio García del Castillo, psicólogo y director del Instituto de Investigación de Drogodependencias de la Universidad Miguel Hernández: "El triple crimen no es atribuible al efecto de la droga y el alcohol".

El profesor de psicología de la Miguel Hernández Fermín Martínez es menos concluyente. Para Martínez, el consumo de drogas y alcohol pudo activar, "abrir la puerta", a un trastorno psicopático. Martínez subraya el comportamiento posterior del agresor: "Actuó como si acabara de realizar un juego".

Un policía muestra la foto del parricida José María Macià.
Un policía muestra la foto del parricida José María Macià.JOAQUÍN DE HARO

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