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EN BUSCA DE UN PAPA | Los preparativos del cónclave

Un monarca espiritual

El Papa es, por definición, una figura doble: reina con poder absoluto sobre el pequeño Estado de la Ciudad del Vaticano, y sobre la Iglesia universal, tan grande como el mundo. Aunque su poder absoluto, como sucesor de San Pedro, no es tal. "Está muy limitado por Cristo y por los Evangelios", asegura el padre Lluis Clavell. Y también por la propia historia bimilenaria de la Iglesia, cabría añadir. Su reino, al menos desde 1870, cuando culminó la unificación de Italia, dejó de ser de este mundo. Si se exceptúa ese medio kilómetro de territorio, en el corazón de Roma, repleto de tesoros artísticos, jardines silenciosos, y viejos edificios de intrincada fisonomía. Como rey de un Estado, aunque venido a menos, tiene a su cargo súbditos (algo más de 3.000 entre los empleados del Vaticano y los de la Curia), y una amplia representación diplomática desperdigada por el mundo.

Paradójicamente, ahora, cuando el Vaticano carece del poder terrenal, su voz en los foros internacionales ha cobrado más peso, y la actividad de su líder (al menos durante el largo pontificado de Karol Wojtyla) despierta mucho más interés en los medios de comunicación. El sucesor tendrá que atender este frente mediático si quiere conservar la posición privilegiada de que ha disfrutado Juan Pablo II. Al mismo tiempo, tendrá que atender la gestión de la maquinaria vaticana. La dificultad está no tanto en dirigir el pequeño universo romano, sino la enorme masa de fieles dispersos por los cinco continentes, a través de los cargos intermedios, obispos, párrocos, sacerdotes, religiosas y religiosos.

En la sala del cónclave, en la Capilla Sixtina, se sentarán 115 cardenales que representan a 52 naciones de esos cinco continentes. Pero a nadie se le escapa que los poderes no están repartidos con ecuanimidad. El peso de Europa sigue siendo mayor que el de los restantes continentes juntos. Reequilibrar la balanza de poderes será otra de las tareas que esperan al próximo Papa.

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