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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Exilio español desde Nueva York

Dicen que la distancia es el olvido, y así suele ocurrir, pero por fortuna algunos se prestan a aproximar lo distante y traerlo a nuestra mirada. Es el caso de Carmen de Zulueta, quien acaba de ofrecernos una nueva entrega de ese entrañable ejercicio de memoria que empezó con La España que pudo ser (Universidad de Murcia, 2000), ha continuado con Compañeros de paseo (Renacimiento, Sevilla, 2001) y llega de momento hasta el título que nos ocupa. La autora se propone escribir "sobre el pasado que recordaba, de antes de la guerra, y que la dictadura franquista había borrado completamente". Pero que nadie espere un recordatorio de grandes acontecimientos o de personajes eximios. Con ciertas excepciones notables, este libro es una preciosa colección de estampas dedicadas a algunas "figuras menores", según las llama la propia Carmen de Zulueta, gente liberal y más o menos vinculada a la Institución Libre de Enseñanza.

CAMINOS DE ESPAÑA Y AMÉRICA

Carmen de Zulueta

Residencia de Estudiantes

Madrid 2004

240 páginas. 20 euros

Todo propósito conmemorativo tal vez reclama para uno mismo sin saberlo algo de ese recuerdo futuro que en el presente dedicamos a otros. Voluntad de supervivencia, se dirá, pero no sólo eso. A poco que se mire, junto a un afán de reconocimiento debido hacia los injustamente olvidados, ese propósito manifiesta también un esfuerzo póstumo de piedad para quienes fueron de los nuestros y nos han precedido. Es además la confesión de que nuestra vida está entretejida con la suya de un modo que vuelve bastante indiscernibles sus luces y sombras. A los lectores, en todo caso, nos toca disfrutar de noticias precisas acerca de esos que apenas serían para nosotros sin aquel noble empeño en reanimarlos.

Asistamos al desfile de este

cortejo. Primero vienen su padre, el mejor compañero de paseo, y su tío Julián Besteiro, ese que pasaba de presidir las sesiones del Congreso de los Diputados a jugar con sus sobrinos, y a quien -por las torturas sufridas en la cárcel de la inmediata posguerra- Ayala adjudicó méritos suficientes para haber sido beatificado. Siguen retratos en el exilio neoyorquino de sus amigas Isabel García Lorca y Laura de los Ríos, evocaciones de compañeras en el Instituto-Escuela como Soledad Ortega, Jimena Menéndez Pidal o la recién fallecida Ángeles Gasset. Por aquí asoma José Ortega Spottorno, más tarde fundador de EL PAÍS, en trance de editar ya en 1925 un periódico casero que vende a veinticinco céntimos a sus camaradas del insti. No se pierdan la primorosa descripción del rostro y atuendo de Rosita Díaz, esposa de un Juan Negrín que no sale del todo bien parado. Otros capítulos recogen fragmentos biográficos del institucionista José Castillejo y el pintor Fernando Teixidor, el endocrinólogo Pi Sunyer y el diplomático Luis Villalba, y así hasta culminar en su querida Inge Morath. Todas estas "proezas de la memoria" -como las denominó otro admirado cronista-, las cuenta Carmen de Zulueta con esa suma elegancia de estilo que es la sencillez. Y tanto cuidado por el detalle en cada trazo se acompaña de un tono benevolente que nunca se torna sentimental; o sea, su propio tono.

Uno se acerca a esta mujer, que escribe al borde de los noventa años y a la orilla del Central Park, para darle las gracias por todos aquellos que han revivido para nosotros merced a su generosa memoria. Y le anima a proseguir esta labor de rescate.

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