El cardenal Ratzinger se erige en punto de referencia en los debates previos al cónclave
El hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga parece apostar por el cambio
Las votaciones se realizarán en el secreto del cónclave, pero la elección del sucesor de Juan Pablo II ya ha comenzado. Los cardenales debaten en sus reuniones plenarias matutinas y en círculos más restringidos, y el resultado, hasta ahora, se parece bastante a un referéndum sobre Joseph Ratzinger, el cardenal más poderoso y el más directo heredero de Karol Wojtyla. El alemán Ratzinger representa la continuidad y el punto de referencia inicial: unos están a favor y otros, como el hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, parecen apostar por el cambio.
Lo que se filtra de la Congregación de Cardenales es poco, clandestino (los debates son secretos) y quizá falso, pero es lo único de que se dispone para construir una hipótesis sobre la orientación del proceso electoral. Dos hechos pueden darse por ciertos. Uno: Ratzinger polariza en cierta forma el diálogo (que él mismo dirige, como decano de los cardenales) y cuenta con una base electoral relativamente fuerte, quizá de hasta 40 votos, según estimaciones del Corriere della Sera, que podría reclamar para sí mismo o, más probablemente, para otro candidato de su confianza. Dos: la intervención realizada el martes por el cardenal Maradiaga, con fuerte énfasis en la renovación del catolicismo, causó impacto y fue interpretada por algunos como un "programa alternativo" al encarnado por Ratzinger.
Se supone que el panzerkardinal Ratzinger estaría dispuesto, tras la votación de tanteo del lunes, ya en cónclave, a utilizar su fuerza moral y electoral para impulsar la candidatura de Dionigi Tettamanzi (Milán), Angelo Scola (Venecia) o el nigeriano Francis Arinze, todos ellos muy apreciados por Karol Wojtyla y, en menor o menor grado, continuistas. También se supone que la oposición (por llamarla de alguna forma: el proceso no tiene nada que ver con la política, ni con los términos "conservador" o "progresista") confía en coagularse en torno al grupo de "los tres suramericanos", el brasileño Claudio Hummes, el argentino Jorge Mario Bergoglio y el hondureño Maradiaga, o del portugués José da Cruz Policarpo.
Si Maradiaga se ha significado ya como potencial alternativa renovadora, el jefe espiritual del bando menos ratzingeriano es el cardenal Carlo Maria Martini, un hombre que hace unos años consideraba "plausible" la hipótesis de un Concilio Vaticano III para adecuar la Iglesia al tercer milenio (la palabra "concilio" suena casi obscena a los oídos de Ratzinger, que intervino activamente en el Vaticano II) y que en principio puede opinar sin falsas humildades porque padece entre otros males un Parkinson que le deja fuera de la carrera electoral. Su enfermedad y su humilde retiro en Jerusalén pueden aumentar la credibilidad de sus opiniones.
El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, informó de que en su sesión de ayer la congregación general de cardenales, con 140 presentes, prosiguió "el intercambio de ideas sobre la situación de la Iglesia y del mundo".
Tras el "intercambio", Ratzinger recibió, como cardenal decano, las condolencias del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede por el fallecimiento de Juan Pablo II. El embajador decano, Giovanni Galassi, representante de San Marino durante los últimos 18 años, pronunció un discurso en francés en el que evocó las contribuciones del Papa difunto a la paz y el ecumenismo. "Sus enseñanzas", concluyó, "nos han hecho a todos más fuertes y más decididos a actuar con más equidad y justicia". Ratzinger respondió, también en el francés de la diplomacia clásica, con un recuerdo a la "acción internacional" de Wojtyla, que "se entregó hasta el límite de sus fuerzas en el anuncio del Evangelio en todos los continentes".
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