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CAMILO RUINI | Cardenal vicario de Roma | EN BUSCA DE UN PAPA | Personajes clave

El gran mediador y aliado de Ratzinger

De formación germánica, aunque amante de la retórica florida italiana, el cardenal Camilo Ruini es uno de los personajes más influyentes de la Iglesia italiana y, por lo tanto, de la universal. Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) desde 1991, vicario de Roma y en estrecha sintonía con el Papa polaco (y con su entorno) hasta el día de su muerte, Ruini es un peso pesado con el que tendrá que contar cualquiera de los candidatos a la sucesión de Juan Pablo II. Bastaba ver las multitudes que acudieron el pasado lunes a escuchar su homilía en la misa de Novendiales dedicada al pontífice difunto, la cantidad de políticos locales en primera fila, y la salva de aplausos que celebraron sus palabras, para hacerse una idea de cuáles son los poderes de este cardenal de físico enjuto y expresión más bien adusta.

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Nacido en Sassuolo (Módena), en el norte de Italia, el 19 de febrero de 1931, Ruini fue ordenado sacerdote a los 23 años, y dedicó los primeros años de su actividad pastoral a la docencia, tras licenciarse en Teología y Filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma. Juan Pablo II le nombró obispo en 1983 y en 1991 le otorgó la púrpura cardenalicia.

Los aliados de Ruini en el Colegio Cardenalicio son los más estrechos colaboradores de Juan Pablo II. Se lleva bien con los movimientos religiosos aupados por el Papa polaco a una posición estelar en la Iglesia, muy especialmente con el Opus Dei y los Focolares. Pero su principal aliado es el alemán Joseph Ratzinger. Según el vaticanista de la revista L'Espresso, Sandro Magíster, existe entre ambos purpurados una especie de coalición dogmática para llevar a cabo algo así como una revolución integrista en la Iglesia.

Wojtylianos de pro, tanto el decano de los cardenales como el vicario de Roma creen que hay que corregir urgentemente algunas derivas preocupantes que se observan en la Iglesia, a cuyo gobierno Wojtyla no dedicó excesivas energías. Se trataría de dejar de lado los aspectos más espectaculares del pontificado que acaba de concluir, como los mea culpa o los multicolores encuentros ecuménicos organizados por el Papa polaco, para centrarse en el rearme teológico y moral de una Iglesia minada por el relativismo, y amenazada por la creciente secularización de la sociedad occidental.

En algunos aspectos, la posición de Ruini coincide con la de conservadores tales como Giacomo Biffi, ex arzobispo de Bolonia, que criticó abiertamente a Wojtyla por el mea culpa general del año 2000, considerando que también la Iglesia católica merecía alguna disculpa por las persecuciones sufridas a lo largo de la historia. Pero el vicario de Roma discrepa en otros puntos. Por ejemplo, no es contrario a un robustecimiento de los episcopados nacionales frente a la Curia, aunque nunca utilizaría el término de colegialidad para referirse a esta propuesta.

Al contrario que Ratzinger, más alejado de la política local, Ruini ha mantenido una notable sintonía con el Gobierno de Roma, defendiendo incluso el papel de las tropas italianas en Irak. Una actitud que ha provocado una marea de críticas contra el presidente del episcopado italiano desde sectores católicos del centro-izquierda. La polémica no es ajena, desde luego, al inminente cambio de poder en el Vaticano, un proceso en el que Ruini será uno de los grandes protagonistas. No tanto como papable, (aunque la edad -74 años- y la experiencia acumulada son puntos a su favor), sino como gran elector. Uno de sus principales adversarios, e igualmente con grandes poderes, es el ex secretario de Estado Angelo Sodano. En la batalla por la sucesión de Wojtyla ambos lucharán defendiendo candidatos opuestos. El de Ruini podría ser el arzobispo de Florencia, Ennio Antonelli, su número dos en la CEI, un hombre discreto de 68 años sin grandes ansias de poder muy próximo a los Focolares.

Camilo Ruini.
Camilo Ruini.

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