Un ultraortodoxo con buena relación con el islam
Tiene la sonrisa a flor de labios y la piel negra, cree en los derechos humanos y en el diálogo con otras religiones, y, en materia de ortodoxia católica, es un duro entre los duros, con especial animadversión hacia la homosexualidad. No es muy probable que del cónclave salga un papa africano, pero si ése fuera el caso, el elegido sería sin ninguna duda el nigeriano Francis Arinze, de 72 años, número cuatro de la jerarquía vaticana como prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, experto en los entresijos curiales y buen amigo del cardenal Joseph Ratzinger. Asegura que nunca ha hecho nada para "ser considerado candidato" y que no se postula a la sucesión de Juan Pablo II, lo cual, según la tradición, debe interpretarse exactamente al revés.
Llegó al Vaticano en 1952 en autobús con una maleta de cartón
Francis Arinze nació el 1 de noviembre de 1932 en Eziowelle, Estado de Onitsha, Nigeria, en una familia animista de la etnia ibo que le envió a una escuela de misioneros irlandeses. En la escuela se hizo católico. A los ocho años conoció al misionero Cyprian Michael Iwene Tansi (beatificado por Juan Pablo II en 1998), quien se convirtió en su mentor y le orientó hacia el sacerdocio. Se ordenó en 1952 en el Vaticano, adonde llegó a bordo del autobús 64 con una maleta de cartón tras una travesía por mar hasta Liverpool y una odisea ferroviaria por media Europa. Es doctor en Teología (su tesis versó sobre el concepto de sacrificio en la religión de los ibo) y licenciado en Magisterio y, pese a haber vivido más de dos décadas en el cerrado ambiente de la curia (el Gobierno vaticano), puede exhibir las credenciales pastorales imprescindibles para un pontífice.
En su momento fue el obispo más joven del mundo, con sólo 32 años, y cuando estalló la guerra de Biafra se encontró en el lado de los suyos, los ibo, frente al Ejército federal nigeriano. Aquella matanza, que causó más de un millón de víctimas, le hizo profundamente antibelicista. Cuando llegó la paz reconstruyó su diócesis de Onithsa, ya como arzobispo, e impuso una filosofía de austeridad y trabajo que enamoró a Juan Pablo II en su viaje pastoral a Nigeria de 1982. Wojtyla le llamó de inmediato al Vaticano, para situarle al frente del Secretariado para los No Cristianos (hoy Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso). En 2002 le nombró prefecto de la Congregación para el Culto Divino.
Arinze es simpático y telegénico, goza de popularidad entre los otros cardenales, mantiene excelentes relaciones con el islamismo (considera que musulmanes y judíos pueden alcanzar también la vida eterna) y, a diferencia de otros altos cargos religiosos, puede hablar con una mujer sin desviar la mirada. Nadie le atribuye una inteligencia excepcional ni una gran cultura. En el aspecto doctrinal se decanta por la intransigencia. Como ejemplo, su visión de Occidente: "En muchas zonas del mundo la familia vive asediada, bajo la presión de una mentalidad opuesta a la vida y reflejada en la contracepción, el aborto, el infanticidio y la eutanasia; la familia sufre el escarnio de la pornografía, el insulto de la fornicación y el adulterio, la burla de la homosexualidad y el sabotaje de las uniones irregulares, y además se ve cortada en dos por el divorcio".
Pese a ser africano, o quizá por ello, se opone a la "paganización" del rito católico con la introducción de bailes o cantos no litúrgicos. Opina que la homosexualidad es comparable a la pornografía y al adulterio, y que los activistas homosexuales y los políticos católicos favorables al aborto no deben recibir la comunión. En cuanto a los políticos proabortistas, sus expresiones son rotundas: "Hablamos de gente que está a favor del asesinato de niños no nacidos y luego pide la santa comunión; el asunto está claro, ni es posible cambiar la Ley Divina ni hace falta un cardenal del Vaticano para explicarlo".
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