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Los pañales ignífugos del niño Jesús

José María Miura Andrade, profesor de Historia de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), abordó el mundo de lo escatológico en occidente en su ponencia La mierda y la Iglesia medieval.

"A diferencia de otros fluidos corporales, el de los excrementos no ha sido directamente atacado por la Iglesia, debido sin duda a que son inevitables e incontrolables", explicó. "También hay que dejar claro que todos los episodios de santos y santas que dejaban de lavarse lo hacían como penitencia del alma y no como una costumbre personal".

"En el Antiguo testamente sólo aparece la mierda en el Libro de Job -cuando finalmente Dios pone a prueba su fe haciéndole vivir en medio de un estercolero-, y en el Libro de Tobías -cuando Dios hace que un gorrión se defeque en sus ojos tornándole ciego-", explicó Miura.

A partir de ahí, es en los Evangelios Apócrifos acerca de la vida de Jesús, donde encontramos la historia más interesante. Se trata del episodio de los pañales del niño Jesús, que durante el viaje de José y María por Egipto, demostraron ser ignífugos. Los pañales derivaron en reliquia religiosa, que un tal Arnau de Solsona hizo llevar a Lérida en el siglo XIII y de los que, tras la Guerra Civil, sólo quedan tres hilos, que aún se veneran en la catedral de la misma ciudad.

Miura Andrade aportó un episodio escatológico sevillano comprobado históricamente. En 1404, Gonzalo García, natural de Gibraleón (Huelva), robó en Sevilla la Custodia del Corpus Christi que iba a ser procesionado por la ciudad. Tras ser interrogado reconoció que la había escondido en una montaña de boñigas de burro. "La tradición popular asegura que, al encontrarla, la Custodia se mantenía levitando sobre la mierda, mientras un grupo de lagartijas y culebras se reunían a su alrededor en posición orante". Gonzalo García fue posteriormente llevado a la hoguera el 11 de enero del mismo año, donde se le quemó vivo.

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