Un gran paseo con Greene en Cuba
Premeditada o no, lo cierto es que, Nuestro GG en La Habana, del cubano Pedro Juan Gutiérrez, viene como anillo al dedo para recordar a Graham Greene, de quien en 2004 se conmemoró su centenario de nacimiento. Hay que reconocerle a Gutiérrez su modestia, ya que, comenzando por el título y siguiendo por la trama, su novela podría dar la impresión de reflexionar más sobre la naturaleza moral y estética de la obra de Greene (especialmente de la naturaleza moral y estética de El americano impasible) que de las bondades narrativas de su propia novela. Y sin embargo, el asunto de Nuestro GG en La Habana no nos aparta de la calidad del libro, al que reconocemos pericia máxima en el arte del diálogo, buen pulso en el ritmo de la narración y una excusa para hablar no sólo de Cuba en plena guerra fría sino incluso de Cuba en general, sobre todo en lo relativo a la descripción de esas virtudes y males que parecen configurarla en esencia.
NUESTRO GG EN LA HABANA
Pedro Juan Gutiérrez
Anagrama. Barcelona, 2004
120 páginas. 13 euros
El Gutiérrez que rinde un inteligente homenaje a Greene no es el mismo narrador de escritura lacerante que leímos en su celebrada Trilogía sucia de La Habana. Cambia la forma narrativa, que apela a la nouvelle, y cambia el estilo de la prosa que se hace concisa y directa, aunque con esa siempre agradecida mediatez de la doble lectura. En 1958, el escritor inglés edita Nuestro hombre en La Habana. Con esta novela, la que publica el escritor cubano sólo coincide en su trama externa: desconcierto, ciertos contornos irreales, espías y agentes dobles. Sí coinciden en el dibujo de la Cuba de Batista: el juego, la prostitución y la violencia política. Con este molde, Gutiérrez da forma a un relato que nos pone ante dos circunstancias magistralmente trabadas: una recapitulación de los grandes temas de Greene y una novela de género. Alguien en La Habana, en 1955, aprovecha un malentendido para hacerse pasar por el escritor inglés. A su vez, el autor inglés es conminado a intervenir en una vorágine de agencias de espionaje de distintos pelajes ideológicos. Todo premeditadamente de la factoría Greene, salvo la lúcida crudeza de Gutiérrez para reseñar la crueldad humana. Es capaz de escribir un libro original mediante una operación de supeditación textual. Recorre la proverbial contradicción de Greene ante lo pragmático y lo romántico, nos insinúa en Greene el compromiso con una idea de Dios y la impotencia de esta creencia -o de Dios-. Podríamos prescindir del autor inglés y disfrutar igual de esta soberbia narración. Pero no desaprovecharía la invitación de Gutiérrez para releer novelas del autor de El capitán y el enemigo.
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