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Entrevista:Santiago Cirugeda

"La ciudad la piensan los promotores y los políticos, no los arquitectos"

Javier Rodríguez Marcos

Cuando termine la entrevista, Santiago Cirugeda (Sevilla, 1971) irá a poner tornillos en su proyecto para el Espai de Castellón. Arquitecto nada típico, contesta en la azotea, a pie de obra, alternando las instrucciones a los obreros con las reflexiones sobre sus trabajos, montados muchas veces con sus propias manos y con los que lleva años colándose por los resquicios de las ordenanzas de construcción. Recogidos en www.recetasurbanas.net -una web "tan dura como la propia ley", nada glamurosa pero llena de ideas arquitectónicas y pistas jurídicas-, las obras de Cirugeda se mueven entre la desconfianza municipal y la consagración de bienales de arte como la de Venecia, a la que acudió en 2003, o la de Moscú, en la que participa este año.

"¿Quién se ha leído la ordenanza de espacio público? ¿Tú sabes si puedes dormir en un parque?"
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PREGUNTA. ¿Una arquitectura tan crítica no queda algo desactivada convertida en arte?

RESPUESTA. Normalmente hago trabajos autogestionados con dinero de otros trabajos. Busco situaciones urbanas donde se generen nuevas posibilidades para los ciudadanos. Las recetas urbanas que propongo demuestran que se pueden hacer cosas: andamios para ampliar una casa, viviendas en la cubierta, ocupaciones en solares... Reclamo el papel del ciudadano en el desarrollo de la ciudad. ¿Que dicen que lo que hago es arte? Me importa poco. Lo uso a mi favor.

P. Usted ha trabajado en el barrio de Venecia (en Bogotá) y en la Bienal de Venecia (en Italia).

R. Muchos de mis proyectos precarios, que aquí tienen un sentido, en Colombia serían ridículos. En aquella Venecia también hay una bienal. Uno sale de allí -con tres mil chicos participando, el barrio entero comprometido...- y llega a Italia y todo el mundo está cambiándose las tarjetas para sacar algo. Y no es que yo sea masoca. Lo intento siempre porque no tengo dinero para construir físicamente. La Bienal de Moscú, por ejemplo, me da la oportunidad de desarrollar un prototipo de sábana rígida. Se pone en las cubiertas y debajo hay viviendas ilegales. Continuamente recibimos en el estudio mensajes de gente que no tiene vivienda o que tiene una situación ilegal y de precariedad. Con los siete mil euros de Moscú tiraré adelante alguna de esas peticiones.

P. ¿Doble juego?

R. Uno va a cuatro fiestas distintas pero con la misma actitud. De unas te echan y de otras no. Me han sacado más veces en la prensa por cuestiones legales que estéticas. Y no en las páginas de cultura, sino en las de sociedad.

P. Muchos de sus proyectos tienen tanto que ver con el Derecho como con la Arquitectura.

R. Leer una ordenanza es un aburrimiento. Nadie lo hace. Pero si uno quiere involucrarse tiene que hacerlo bien. Hay quien me dice que ha intentado hacer algo en la calle y les ha caído un trompazo de la policía. También a mí las primeras veces, pero ahora voy con la ley por delante. Me han puesto varios juicios y los han perdido todos. No digo que la ley sea mala, digo que como ciudadanos tenemos que evaluarla continuamente. Pero ¿quién se ha leído la ordenanza de espacio público?, ¿tú sabes con certeza si puedes dormir en un banco de un parque?, ¿si puedes subirte a un árbol y quedarte allí una semana?

P. ¿Cómo empezó usted?

R. Los primeros proyectos cabreados los hice hace 10 años con los vecinos del barrio de San Bernardo, en Sevilla. El Ayuntamiento prometió centros para ancianos, realojos... La negociación fracasó y decidí que había que intervenir sin esperar a los políticos. Coloqué contenedores de los de recoger los escombros con columpios, porque no había. Hubo denuncias pero se dieron cuenta de que con el permiso para tener temporalmente el contenedor podíamos poner en la calle columpios, bancos y árboles.

P. Aprovechó un vacío legal.

R. Lo mismo que con la ampliación de viviendas sobre andamios. No obstante, llegado a un punto, o conviertes en acto político ciertas intervenciones urbanas o los ciudadanos no las asumen. He tenido una cierta decepción con asuntos como los columpios en la calle, que era algo que se podía hacer, que era legal, que costaba cinco mil pesetas para barrios enteros. Nadie se movía. Al final te das cuenta de que o conviertes en ordenanza esa situación o no se hace. Yo sigo haciendo cosas ilegales, pero he planteado una ordenanza para abrir los solares públicos de Sevilla con equipamiento temporal: si un terreno va a estar cerrado seis años, colocamos columpios y árboles que luego se desplazan a otro. Teóricamente han aprobado esa ordenanza.

P. ¿Ha escrito una ley?

R. Uno no es bullero por naturaleza. Lo que da rabia es que los arquitectos hayan asumido acríticamente las reglas. Los problemas siempre los detectan otros: "Aquí hace falta un museo", dice un político, y allá van todos a ver quién hace el edificio más bonito para que le den el encargo. Los arquitectos nunca repiensan de verdad la ciudad.

P. ¿Quién lo hace?

R. Los promotores y los políticos. A los arquitectos los usan para poner la guinda. Ahora toca coleccionar premios Pritzker, como en Bilbao. Así la ciudad no mejora urbanística ni socialmente. España es el país de Europa en el que más se construye y el que menos vivienda pública tiene.

P. Además, cada vez hay menos espacio público.

R. La calle es de los pobres. Está llena de inmigrantes. Para los demás es sólo un lugar de tránsito, por eso se ha convertido en un espacio de control, para que nosotros estemos seguros.

Santiago Cirugeda ha empleado para su obra en Castellón casetones de plástico que se usan habitualmente como moldes para hormigonado.
Santiago Cirugeda ha empleado para su obra en Castellón casetones de plástico que se usan habitualmente como moldes para hormigonado.ÁNGEL SÁNCHEZ

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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