Los ciclistas de Amsterdam discuten la idea de Ortiz y Cruz para el Rijksmuseum
Los arquitectos españoles dicen que la reforma del pasaje no impedirá el paso a las bicicletas
"El Rijksmuseum no será mayor, sino mejor, cuando haya concluido la actual remodelación". Así de resueltos se han mostrado los arquitectos españoles Antonio Ortiz y Antonio Cruz, desde que ganaran hace cuatro años el concurso internacional que debía adecuar la sala de arte más señera de Holanda a las necesidades actuales. Su proyecto devuelve el aspecto original, y sobre todo la luz, a un edificio del siglo XIX convertido en un laberinto de espacios adicionales. El diseño, escogido por unanimidad, ha generado también un problema con las bicicletas de Amsterdam. En el arco exterior del museo se abrirá la nueva entrada, y los ciclistas no desean ver entorpecido su derecho de paso.
Para Ortiz y Cruz, es una lástima que el pulso por el uso del popular pasaje pueda nublar el carácter de los trabajos abordados en el último de los grandes museos europeos que se pone al día. Además, según los arquitectos, los ciclistas se equivocan doblemente. No sólo podrán seguir cruzando el arco por sendos carriles de ida y vuelta, sino que el museo mismo, que disponía de dos puertas pequeñas y poco representativas, se abrirá de veras a la ciudad. Al aprovechar sólo la parte central del polémico paso para crear el acceso principal, se recupera la simetría del edificio sin perder presencia ciudadana, afirman.
"El arquitecto original, el holandés Pierre Cuijpers, quería en 1885 un museo histórico e imponente que simbolizara el auge del nacionalismo patrio. Su arco central, con una torre a cada lado, servía para comunicar el centro de Amsterdam con el entonces nuevo distrito sur (el barrio del Concertgebouw). Era una puerta urbana. Lo malo es que con ello dividía la casa en dos partes, con la planta inferior interrumpida y dos escaleras separadas", señala Cruz.
Junto con Ortiz, ha tratado de devolver el equilibrio al museo a través de la nueva entrada. Será el centro neurálgico que relacionará por fin, por debajo del pasaje, los dos lados del museo. En su proyecto hay otro elemento esencial, los patios. "Ya con Cuijpers debían servir de entrada, pero luego no fue así. Ahora pasarán a ser el corazón del nuevo museo con sus nuevos usos: un vestíbulo de recepción, mostrador de información, taquillas, guardarropa, restaurante, cocina o almacenes".
Abrir los patios era ineludible para los arquitectos españoles. Ciudadano de su tiempo, su colega decimonónico holandés ideó una "obra total", donde la decoración, la situación de las piezas y hasta el color de las paredes estuvieran en armonía. En el exterior, la mezcla de gótico y renacimiento debía dar al visitante la sensación de que contemplaba el monumento más importante de Amsterdam. En la fachada exterior, su trabajo ha sufrido alteraciones. Por dentro, sin embargo, se vio literalmente cegado al poco de inaugurarse para ganar espacio. Los patios hoy recuperados tienen 1.200 metros cuadrados y habían sido edificados con varias plantas para ubicar la creciente colección. Todo eran paredes, techos falsos y falta de luz natural. "Al descubrirlos, se pierden metros de exposición a cambio de lograr un museo-museo. Es decir, uno dedicado a mostrar las mejores obras muy bien seleccionadas", en opinión de Antonio Cruz.
A su juicio, la dirección del Rijksmuseum ha demostrado mucha valentía a la hora de aceptar la pérdida de esos patios que servían para exponer más obras. Teniendo en cuenta que no pretende competir, en cuestión de dimensiones, con el Louvre francés o el British Museum, en Amsterdam han buscado un lugar entre los de tamaño mediano a sabiendas de que guardan auténticas joyas pictóricas. "El Rijksmuseum está en la onda del Prado y, después de los cambios, podrá comprobarse que se ha librado de los parches internos y se parece más que nunca al proyecto del XIX", sigue Cruz. Algo subrayado por el lema que inspira su diseño y que dice algo así como "Hacia adelante con Cuijpers". El regreso triunfal de los patios tiene un valor añadido. Podrán usarse desde el exterior, fuera de las horas de apertura y aunque no se visite el museo. Otro tanto ocurrirá con la tienda, obligada hoy en todos los museos. En principio estará abierta al público en general. Con el restaurante podría pasar lo mismo, aunque no hay una decisión definitiva.
"El concepto de los museos ha cambiado, por supuesto. Ahora hay que atender a muchos más visitantes y proporcionarles zonas de descanso, aseo y restaurante, así como una tienda. También se ha pasado por años en los que la obra expuesta primaba sobre su entorno. Las paredes eran blancas y estaban desnudas para fijar la atención en el arte", dice Cruz. Una tendencia que el nuevo Rijksmuseum tal vez altere algo. "Se vuelve a desear que el objeto expuesto esté más acorde con la sala. Por eso en Amsterdam no se descarta rehacer motivos decorativos internos que fueron cubiertos, o bien borrados, para no despistar la contemplación artística".
Otro de los detalles singulares del proyecto del "museo total" a la manera de Ortiz y Cruz consiste en el traslado a otros inmuebles de buena parte de los servicios hoy encuadrados en el interior de la sala. Se aprovechará un semisótano para exposiciones llevando fuera servicios generales como la administración. En realidad, fuera a medias, porque se retocarán por dentro tres casas erigidas en su día en el recinto del jardín, que es monumento nacional, y se construirán otras dos villas. Dos de los edificios ya existentes acomodarán oficinas de todo tipo. El turno del tercero, la sala Philips, que presenta hoy el centenar de obras maestras del museo, llegará a partir del año 2008, fecha de conclusión de las obras. Los dos de nueva planta, siempre en el terreno del Rijksmuseum, son el Pabellón de Asia, destinado a dicha colección, y un Centro de Estudio para el personal y los investigadores.
Babelia
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