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Reportaje:

Carestía de vocaciones

El número de seminaristas en España ha bajado un 22% en una década. Este año, sólo 281 jóvenes han entrado en un centro

Andrea Rizzi

Jesús Javier M. A. llamó a la puerta del seminario de Alcalá de Henares en 2001, cuando tenía 24 años. El sencillo gesto de acercar su mano a aquella puerta supuso en su caso dejar a la chica que fue su novia durante seis años y un trabajo como informático en Telefónica. Dejar, en fin, un mundo entero, para entrar en otro. Un gesto cada vez más infrecuente y sorprendente en nuestro tiempo, según indican las estadísticas. Cuando Jesús Javier empezó a salir con su novia, hace diez años, los seminaristas mayores (con bachillerato) en España eran casi 2.000. Cinco años después -él trabajaba entonces para Telefónica- eran 1.800. Hoy, ese chico de ojos azules de San Fernando de Henares es uno de los 1.524 seminaristas que hay en España. En diez años, un 22% menos.

En 1978 había en Europa 250.000 sacerdotes. En 2002, unos 200.000
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La dinámica descendente en las vocaciones sacerdotales es una realidad que afecta, en términos generales, a toda Europa. En 1978 había en el Viejo Continente 250.000 sacerdotes; en 2002, unos 200.000. Pero la escasez de vocaciones golpea de forma irregular, más duramente en los entornos rurales y menos en los urbanos. En la diócesis de Soria hay sólo dos seminaristas. En las de Ávila y Segovia, cuatro. Números que significan un cambio radical en la vida de seminarios acostumbrados en otras décadas a oleadas de jóvenes que estudiaban, rezaban y hacían deporte.

No es éste el caso del seminario de Alcalá (Madrid), que con sus 18 alumnos guarda vitalidad y un espíritu de comunidad. En una de las habitaciones del inmueble, Jesús Javier cuenta la historia de su vocación con alegría. "Yo nunca había pensado en ser cura. Tenía un buen trabajo, una novia con la que estaba a gusto. Pero poco a poco me di cuenta... Dios habla claro".

Mientras él recuerda, se oye en la calle la charla de algunos jóvenes. El muro no es grueso. Pero parece una barrera que hace imposible la comunicación entre dos mundos distintos. "Nos damos cuenta de que en ambientes jóvenes e intelectuales hay una percepción negativa de la Iglesia", dice el rector, Juan Miguel Prim, 43 años, un hombre afable y lúcido. "La gente sigue pensando que éste es un país católico, pero realmente no lo es tanto. Hay quienes nos consideran herejes sociales. La tarea de estos chicos será el diálogo, acortar las distancias". Derrumbar el muro que los separa de los chicos que andan en la zona de copas.

El seminario es un inmueble céntrico, muy discreto por fuera, sencillo y acogedor por dentro. El portal es estrecho. Parece el símbolo de la escasez de vocaciones. Pero cuando se abre, enseguida uno se da cuenta de que su característica principal es que es un portal acostumbrado a abrirse. "Ya han pasado los años en los que los seminarios eran lugares aislados, cerrados", reflexiona el rector. En su opinión, esta generación de seminaristas está preparada para la difícil tarea. "Son hijos de su tiempo, serán capaces de dialogar". También reconoce que "en comparación con las generaciones de hace unas décadas, ésta puede que vaya a ser más firme. Todo en esta sociedad está en contra de que uno elija este camino... Los que lo hacen, lo tienen muy claro. En otros tiempos algunos podían hacerlo empujados por la pobreza, por la posibilidad de estudiar. Ahora no. Es gente que viene con mayor certeza, mayor convicción. Pero el hecho de que vayan a ser más firmes es positivo. Significa que tienen una identidad clara". Que la tengan, lo confirma también la cifra de abandonos: sólo 136 en un año,sobre 1.500 seminaristas.

Los 18 de Alcalá proceden todos de la provincia, excepto un chico guineano. Se despiertan a las 6.30. Rezan, desayunan y van a clase a la Facultad de Teología de Madrid. Vuelven, comen y por la tarde estudian, hacen deporte y rezan de nuevo. Pero, más allá de eso, ¿qué comparte esa generación que representa la Iglesia que vendrá? No es fácil de decir, opina el rector. Sin embargo, en sus palabras se reconocen unos comunes denominadores. Está subiendo la edad de entrada en los seminarios. Muchos llegan con una carrera, con experiencia laboral. En Alcalá hay un abogado, un ingeniero, un filólogo, un filósofo. La mayoría es de clase social media-alta. Y son firmes y diplomáticos. A la pregunta de si se sienten más afines a Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y símbolo del conservadurismo católico, o a Carlo Maria Martini, ex cardenal de Milán y símbolo del progresismo católico, uno contesta que "a cada uno le prefiero donde está", otro no opina, por "no conocer a fondo sus obras", y un tercero, tras decir que "los dos son necesarios, como la pierna derecha y la izquierda de un cuerpo sano", reconoce que se siente más cercano a Ratzinger. Diplomacia y firmeza. La cuestión está en entender dónde acaba la firmeza y dónde empieza el radicalismo.

"Hay una escasez vocacional, no se puede negar", reconoce el rector. "Pero hay que ver todo en perspectiva. Y luego las dificultades siempre han purificado a la Iglesia". El obispo Joan Enric Vives, presidente de la Comisión Seminarios de la Conferencia Episcopal, considera que "las vocaciones están en relación con la vitalidad de la Iglesia, y está claro que nos preocupa la mentalidad tan secularizada en la que niños y jóvenes van creciendo. En el futuro será clave la ayuda de los seglares". Las cifras son crudas: 7.000 seminaristas en 1952, 1.500 hoy.

¿Cuál es la causa de esa dinámica negativa? José Luis L. P., seminarista de 23 años, expresa su punto de vista: "Vivimos en una época materialista e individualista, en la que no puede vivir ningún valor espiritual". Pero también admite que "seguramente la Iglesia ha cometido algún error". José Guarc, un cura de 62 años que por la falta de vocaciones lleva tres parroquias en la diócesis de Zaragoza, va más allá. "A mi parecer, en la comunidad cristiana, con mil excusas, hemos oscurecido algunas de las líneas señeras del concilio Vaticano II que los curas de nuestra generación tomamos con tanto entusiasmo. La salida no es fácil y requiere valentía, decisión y nuevos planteamientos sobre las personas candidatas al ministerio ordenado: curas casados, mujeres". Asuntos, éstos, sobre los que los seminaristas se demuestran compactos: las consideran propuestas inaceptables. Sin fisuras, defienden la posición del Vaticano en todos sus aspectos. Ortodoxos, diplomáticos y firmes.

Seminaristas de la diócesis de Alcalá de Henares.
Seminaristas de la diócesis de Alcalá de Henares.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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