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Entrevista:JORGE BERDÚN | Único seminarista en la diócesis de Tarazona

"No me veo reprimido"

Jorge Berdún es el único seminarista de la diócesis de Tarazona (Zaragoza). Tiene 22 años, nació en Cetina y a los 16 entró en el seminario menor. Vive en un austero piso del barrio zaragozano de Delicias con otros tres seminaristas. En la sala sólo destaca el colorido de una foto del Papa.

Pregunta. ¿Cómo sabe uno que quiere ser cura?

Respuesta. Escuchando. Dios sigue llamando en estos tiempos aparentemente difíciles, que no son, claro, como los de las persecuciones del imperio romano. Son tiempos de increencia, pero ahí entra también el ser capaz de escuchar.

P. ¿Tus amigos se sorprendieron?

R. Pues no, ya sabían que yo quería ser sacerdote. En casa se ha vivido desde siempre la fe cristiana. El hablar de Dios era común, sobre todo con mi madre, o con mi abuela. He sido monaguillo en el pueblo, he vivido cerca del párroco, del capellán del colegio. Todo apuntaba a esto.

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P. Ahora es raro encontrar un seminarista.

R. Sí, es más raro. El otro día me encontré con un amigo que iba con una chica del pueblo y le dijo: "Éste estudia para cura". Ella respondió: "¿Pero todavía quedan?". Sí, todavía quedamos.

[En Aragón hay 15 seminaristas. Dos en Barbastro, dos en Huesca, Zaragoza tiene siete, en Teruel hay tres y uno en Tarazona. Jaca no tiene ninguno].

P. ¿Hay más curas seculares que de órdenes religiosas?

R. Creo que hay más ingresos en el clero secular que en el regular. Responde quizá a cuestiones de tipo sociológico. La vida del sacerdote diocesano aparece como carente de espiritualidad, se nos ha querido dar ese matiz, pero es una manera genuina de vivir el Evangelio, de vivir anunciando a Jesucristo en medio del mundo, en las comunidades cristianas, como su pastor.

[La jornada de Jorge es metódica. Se levanta a las siete para rezar, desayuna, asiste a clase y, por la tarde, estudio y asistencia a misa. Luego, silencio. Alguna noche ve televisión, el telediario a mediodía, series o fútbol].

P. ¿Ves a tus amigos?

R. Pues sí, nada nos prohíbe salir a tomar una cerveza los fines de semana, algún viernes, pero no trasnochamos mucho porque hay que madrugar. Nos reímos, hablamos de lo que habla la gente joven. El domingo es distinto: es día para labores pastorales, es el día especial.

P. Muchos religiosos se van a misiones en lugar de quedarse en este mundo descreído.

R. Me gustaría ser cura rural. La gente piensa que necesita poco de la Iglesia, pero cuando el hombre vive de espaldas a Dios, es cuando más precisa que se le hable de Jesucristo.

P. ¿Debería hacer la jerarquía una reflexión para acercarse más a los fieles, como cambiar algunas costumbres?

R. Esperaba esa pregunta. El sacerdocio de la mujer está cerrado.

P. No hablaba de eso, hablaba del celibato, de la escasez de curas.

R. El matrimonio, ¡ah! El celibato no es una cuestión dogmática, lo otro está cerrado, siempre han sido sacerdotes los hombres. La ausencia de sacerdotes debe llevarnos a un redescubrimiento de los ministerios. ¿El celibato? No me lo planteo, respondemos de esta manera a una llamada que el Señor nos hace. El sacerdocio conlleva el celibato y lo sabemos, pero, claro, en la Iglesia hay sacerdotes casados en las iglesias orientales.

P. Muchos ligan celibato con represión, con problemas.

R. No veo represión en la Iglesia, no me veo reprimido, ni tampoco a ningún hermano. Somos libres. Lo que caracteriza a la Iglesia es la libertad. El celibato lo vivimos como una opción voluntaria. Cuando se desliga la sexualidad del amor -amor siempre entre un hombre y una mujer-, surgen los problemas. Quien se siente tocado por la mano del Señor deja todo, renuncia a formar una familia. No echo nada en falta. Es un don de Dios.

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