Estremecedora exhibición
En 2002, un Oliver Stone en permanente búsqueda de las raíces de esa década, la de 1960, de la que aún hoy parece estar prisionero, abordaba a Fidel Castro en una larga entrevista llamada, justamente, Comandante. Y si Stone buscaba, como antes hizo en JFK, en Platoon o en Nixon, las grandes corrientes que alimentaron la controversia ideológica y las guerras de los años sesenta, Castro, como buen gobernante aislado y astuto, buscaba una rendija por la que aparecer, y además de la mano de un director prestigioso y estadounidense, en la palestra internacional... una faceta de su personalidad en la que siempre ha demostrado un especial olfato.
Pero entre el estreno internacional del filme y la actualidad, muchas cosas han ocurrido en Cuba; una de ellas, en la primavera de 2003, el intento de tomar un barco por parte de unos adolescentes que pagaron con su vida la osadía; o la detención de 75 disidentes políticos acusados de estar vendidos al "enemigo yanqui", un endurecimiento del régimen cuyos ecos llegan aún hasta nosotros; por no hablar ya del panorama internacional, viciado por la guerra de Irak, entre otros muchos conflictos. E imbuido de la santa ira de quienes se consideran traicionados por alguien en quien confiaban, Stone regresa a Cuba y, otra vez cámara en ristre, vuelve a entrevistar a Castro para pedirle cuentas de sus desmanes en los últimos meses.
LOOKING FOR FIDEL
Dirección: Oliver Stone. Intérpretes: Fidel Castro, Oliver Stone y diversas personalidades del régimen cubano. Género: documental. España-Francia, 2004. Duración: 63 minutos.
El resultado son unas 30 horas de grabación, convertidas en poco más de una que, no obstante, da para poner los pelos de punta a cualquiera. Cierto, Fidel utiliza magistralmente su habilidad dialéctica, bien que ya un tanto mermada por la edad, para denunciar las incoherencias, cuando no las falacias y la vileza, de la política exterior estadounidense, del unilateralismo disfrazado de que hacen gala Bush y sus neocons.
Pero también hace gala de una concepción de la administración del Estado que no puede menos que resultar lamentable: el padre punitivo, que a veces se disfraza de benévolo y que interfiere absolutamente en todo el funcionamiento de los organismos del Estado, la menos afortunada de las versiones que puede dar de sí un dirigente revolucionario. Esa magistral, bien que terrorífica, secuencia del juicio, en la que Fidel recuerda a cada uno qué se espera de cada quién, resulta, mal que le pese a su protagonista, mucho más esclarecedora sobre las derivas autoritarias que Castro ha adoptado hace ya largo tiempo que la más viperina de las denuncias lanzadas por la gusanera desde Miami.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.