Los arquitectos revisan la vivienda mínima
Costrumat encarga a seis equipos prototipos experimentales de 30 metros cuadrados
Menos superficie, pero más altura, contenedores industriales que incorporan las zonas húmedas, estructuras de obra que se convierten en viviendas, utilización de elementos industriales simples en la construcción... Son algunas de las propuestas que han lanzado los arquitectos que participan en el proyecto APTM que se organiza en el marco de la feria Costrumat, en donde presentarán del 11 al 16 de abril en Barcelona prototipos a escala real. Los objetivos son promover la investigación en las nuevas tipologías de la vivienda, concienciar de las necesidades de los sectores menos favorecidos y forzar el debate sobre la revisión de la normativa. Participan, entre otros, Ábalos y Herreros, Lacaton & Vassal o Gustavo Gili.
"Lo que proponemos en APTM no es una solución universal, sino que está pensada para situaciones concretas en las que se precisan viviendas baratas de alquiler para colectivos determinados", indica Josep Bohigas, coordinador de este proyecto. Se trataba, eso sí, de forzar los límites de lo permitido. Casi todos los proyectos se saltan la normativa, ya que no alcanzan los 40 metros cuadrados de superficie, y no están totalmente equipados aunque incluyen las instalaciones básicas. Bohigas ha seleccionado a dos equipos de arquitectos de prestigio -los madrileños Ábalos y Herreros y los franceses Lacaton&Vassal-; dos arquitectos emergentes que llevan tiempo experimentado con este tipo de vivienda mínima -el barcelonés Gustavo Gili Galfetti y el sevillano Santiago Cirugeda-, y dos equipos de estudiantes que resultaron ganadores del concurso de diseño Habitácola.
Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal, autores de la rehabilitación del Palais de Tokio de París, proponen una vivienda de 36 metros cuadrados realizada con materiales muy económicos con una altura de cuatro metros, lo que permite una plataforma en altura. Esta apuesta por ganar metros cúbicos se encuentra también en el proyecto de Iñaki Ábalos y Juan Herreros, autores de la Biblioteca Pública de Usera, en Madrid, y del parque litoral de Barcelona. En su caso plantean torres de hasta 20 plantas en cuyo tejado se colocaría un colector solar fotovoltaico y un jardín para uso colectivo. La vivienda será de 30 metros cuadrados y tiene como característica una pared tecnificada -que incorpora las instalaciones y servicios para la cocina y el baño-, lo que deja libre el resto de espacio para que cada usuario distribuya la habitación a su conveniencia. Cuenta también con una pequeña terraza-huerto que funciona como otra habitación. Las torres incluyen servicios comunes (lavandería, gimnasio y sala colectiva) y un sistema de ventilación cruzada.
Experimentos
"Lo de APTM es un experimento que no podemos aplicar en otros edificios de viviendas que estamos construyendo", indica Iñaki Ábalos. "La idea aquí es reorganizar las tipologías, incorporar nuevos conceptos energéticos, ofrecer volumen en lugar de superficie y revalorizar los espacios comunes". Ábalos considera que habrá que revisar la normativa porque los modos de vida de los ciudadanos han variado mucho y se necesita más flexibilidad para adaptarse a las nuevas situaciones familiares y sociales. "Lo que estaría bien es que se abriera el debate porque parecía que era algo que sólo reclamábamos los arquitectos, pero ya es toda la sociedad la que pide cambios". Con la normativa se ha peleado también, y mucho, Santiago Cirugeda, una mezcla de arquitecto, activista y artista que acaba de construir una de sus "prótesis" en la fachada del Espacio de Arte Contemporáneo de Castellón. Cirugeda se caracteriza por proponer viviendas realizadas con andamios o estructuras metálicas para estabilizar fachadas que ha situado en azoteas, patios interiores, solares abandonados o cualquier otro espacio accesible, incluidas las fachadas. En su web (www.recetasurbanas.net) da incluso instrucciones para sortear las normativas o autoconstruirse algunos de sus prototipos.
En Costrumat presentará un habítaculo realizado con estas estructuras metálicas recubiertas exteriormente por casetones de plástico negro de los que suelen utilizarse como módulos de hormigonado. La novedad aquí es que el prototipo se instalará después, explica Cirugeda, en un solar del barrio de Poble Nou cedido por el Ayuntamiento de Barcelona durante al menos un año. Además, presentará sus proyectos en la galería barcelonesa ADN, del 7 de mayo al 31 de mayo, y en la sala de exposiciones de Caja Madrid en Barcelona montará en abril una oficina inmobiliaria para explicar su proyecto. "Lo que yo busco es libertad y dignidad porque ahora, aunque digan lo contrario, se prima la especulación", indica Cirugeda. "Se convierte a los jóvenes en inversores y así, todo el mundo con su hipoteca, la sociedad se vuelve cada vez más conservadora y pasiva".
Cirugeda reivindica la autoconstrucción y, como casi todos los arquitectos que participan en el proyecto, también los prefabricados. El caso más claro es el de Gustavo Gili Galfetti, que lleva tiempo investigando sobre este tema de la vivienda mínima en libros como Casas refugio y Pisos piloto, ambos publicados por la editorial de su familia, Gustavo Gili. Al igual que otros arquitectos jóvenes internacionales -como Adam Kalkin o Eric Reynolds-, su trabajo se centra en la reutilización de los contenedores industriales de barco, de los que hay, explica, grandes excedentes. En Costrumat plantea situar en estos containers las zonas húmedas (baño y cocina). Después, estos contenedores equipados se sitúan en una simple y diáfana estructura de hormigón en la que se apilan como si fueran libros y funcionan a la vez de fachada. "Lo importante es que generan espacios porque no se trata de vivir dentro del contenedor, sino de utilizarlos para generar espacio dentro, encima y a su alrededor", indica Gili, que en breve iniciará la construcción de un proyecto de vivienda pública que utiliza módulos similares en la zona del Fórum de Barcelona.
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