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Tribuna:DIÁLOGO SOCIAL Y REFORMA LABORAL
Tribuna
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La estrategia de la complicidad

El autor analiza la situación del mercado de trabajo en España, caracterizado por la temporalidad y la siniestralidad, y destaca la importancia de los acuerdos alcanzados en Andalucía y Cataluña, si bien advierte contra la fragmentación.

Marcos Peña

Las mesas del nuevo diálogo social presumo que en breve empezarán a funcionar Y, más que presumir, temo que coincida su funcionamiento con el cansino debate sobre la Reforma Laboral. Que si hay mucha temporalidad porque el despido es muy caro, que si lo que hay que hacer para evitarla es reforzar "la relación de causalidad", que quien tiene la culpa de todo es la "ultraactividad" de los convenios colectivos.... Más o menos lo de siempre, y claro, algo habrá que hacer y para ello nada más ingenioso que hacer algo con la ley. Con mayor o menor intensidad, veremos. En fin, el espejismo jurídico mantiene toda su potencia, y nos sigue costando recordar que aquellos problemas que el derecho no ocasiona difícilmente está en grado de resolver, o como decía el viejo Marx: "El derecho va siempre a la zaga de la realidad". En suma: que aquí lo de lux fiat no funciona.

Los problemas esenciales son la temporalidad, la segmentación y la siniestralidad laboral
Gobierno, sindicatos y empresarios son aliados naturales para lograr los objetivos que importan

Nadie desconoce que los problemas esenciales de nuestro mercado de trabajo son la temporalidad, la segmentación y la siniestralidad laboral, pero lo que a estas alturas parece claro es que este mercado -o su precariedad manifiesta, para ser más específico- no es una pieza separada de nuestra realidad social. Forma parte indisoluble de una realidad más amplia y compleja, realidad ésta impermeable a medidas aisladas máxime de naturaleza jurídica y que si necesita un antibiótico éste con toda seguridad debe ser de amplio espectro. Es decir: una acción global de Gobierno, coordinada y concertada y que, liderada por Economía, toque todos los palillos.

Y viene ahora al pelo recordar que coincidiendo con todo esto se acaban de firmar dos acuerdos que en mi opinión son tremendamente importantes y se alejan bastante del antañón modelo de diálogo con vocación de reformar el Estatuto de los Trabajadores. Me refiero al VI Acuerdo de Concertación Social de Andalucía, firmado el pasado 25 de enero, y al Acord Estratégic per a la Internacionalització, la Qualitat de l'Ocupació y la Competitivitat de l'Economia Catalana, suscrito unos días antes. Acuerdos éstos que creo que indican el camino, y que me da la sensación, no sé por qué, que han pasado un poco desapercibidos.

Vamos a ver de qué estamos hablando.

Se parte, en ambos casos, de una acción integrada de Gobierno que considera en primer lugar que los sindicatos de trabajadores y las asociaciones empresariales, y tal como dispone el artículo 7 de nuestra Constitución, contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales.

Son pues los aliados naturales, los cómplices necesarios para alcanzar unos objetivos que a todos importan, que a todos interesan.

Y así el VI Acuerdo de Concertación Social de Andalucía, expone en su encabezamiento el objetivo básico: "Contribuir a la creación de empleo y al desarrollo económico de Andalucía mediante la negociación y la concertación". Aquí se sintetizan las dos líneas maestras: lo importante es el empleo y el desarrollo económico, y como estamos todos de acuerdo, Gobierno, Patronal y Sindicatos, debemos conseguirlo a través del diálogo y la concertación. Es más, vamos a institucionalizar esta forma de trabajar.

¿Qué significa para nosotros empleo y desarrollo económico? Bueno, pues significa que en el horizonte del año 2008 haya en Andalucía 3.000.000 de personas ocupadas, y que seamos capaces de alcanzar el 75% del PIB per cápita de la UE. Algo tangible, concretito. Está bien, ¿pero esto cómo se consigue? Se intenta conseguir utilizando y desarrollando siete instrumentos básicos: la sociedad de la información y el conocimiento, la productividad e innovación en la economía, la cultura de la calidad en el empleo, la promoción de los sectores productivos específicos (agroalimentario, turístico, aeronáutico, energético...), las políticas de cohesión y, en último lugar, una herramienta fundamental de trabajo, el diálogo social permanente.

Se me antoja conveniente recordar que por importante que sea la poesía, estamos también hablando y comprometiéndonos a otras cosas. Y no parece que se trate como a menudo sucede de simples "pactos de legitimación". Así, por ejemplo, en torno a los siete instrumentos citados se articulan 276 medidas concretas. Y da la sensación de que lo del "diálogo social permanente" va a ser algo más que una caritativa declaración de buena voluntad; se crea la Comisión General de Seguimiento ("a máximo nivel de representación"), la Mesa Permanente de Seguimiento, cuatro Comisiones Básicas (Sociedad del Conocimiento, Innovación y Productividad, Calidad en el Empleo y Capacidad Emprendedora) y se institucionalizan, además, 49 grupos y comisiones de trabajo. Se trata en verdad de una nueva organización social andaluza. La cosa, en verdad, no tiene mala pinta, veremos a partir de ahora cómo se desenvuelve en él la vida.

Y tampoco tiene mala pinta, ni mucho menos, el Acord Catalán, si bien hay que matizar que sólo contamos con el Document de la Comissió de Treball. El espíritu, el sistema de trabajo y la estructuración del acuerdo es muy similar:

I. Mejora de las condiciones básicas de competitividad: 1, Infraestructuras y movilidad; 2, Infraestructuras energéticas y medioambientales; 3, Dotación de capital humano; 4, Infraestructuras y política de Telecomunicación; 5, Investigación, desarrollo e innovación; 6, Financiación de la actividad empresarial, y 7, Otras medidas para fomentar la competitividad.

II. Internacionalización: 1, Atracción de inversiones, y 2, Fomento de las exportaciones y proyección internacional.

III. Cohesión social y mejora de la calidad del empleo: 1, Fomento de la cohesión; 2, Políticas activas de ocupación, y 3, Relaciones Laborales.

IV. Desarrollo y seguimiento.

Y en lo que a concreción se refiere, el acord se inicia con la sucinta descripción de 24 propuestas prioritarias.

No sé cual de los dos acuerdos es más o menos ambicioso, y lamentablemente carezco de capacidad para vaticinar el éxito o el fracaso, pero el esfuerzo, sin duda, ya ha valido la pena.

Puestos a buscar diferencias, es obvio que en el Acuerdo Catalán destaca la terminología nacionalista que no oculta la pretensión de un marc catalá de relacions laborals. Considero un error y un error grave, o más que un error una desgracia, la fragmentación del mercado laboral español, y toda la música del acuerdo que estamos comentando parece acompañar a este baile. Asunto éste propio de otro comentario, distinto al que nos ocupa, pero que no viene mal decirlo ahora aquí, aunque sea de pasada, para no dejarnos cautivar por las realidades ineluctables, pues bien decía William de Occam: "No se debe presuponer la existencia de más cosas reales que las absolutamente necesarias". Y no me dice el cuerpo que tal fragmentación sea "absolutamente necesaria".

Marcos Peña es inspector de Trabajo y fue secretario general de Empleo.

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