La Sanidad según Rambla
Envidio la buena salud que parece disfrutar el consejero Rambla, aunque me temo que no le sea de una gran utilidad en su trabajo. No es que considere una garantía para el desempeño del cargo que un consejero de Sanidad esté indispuesto. Afirmar esto sería absurdo. Pero de verse obligado a acudir en alguna ocasión a un hospital público, como un paciente más, Rambla tendría la oportunidad de comprobar por sí mismo el estado en que se encuentran los establecimientos. Y esto sí que sería muy conveniente para la actividad del consejero y provechoso para los ciudadanos.
No ignoro que Rambla ha visitado recientemente algunos hospitales de la Comunidad. He podido leer la noticia publicada en los periódicos. Pero me temo que esas inspecciones resulten poco útiles y, al cabo, el consejero sólo vea en ellas lo que sus subordinados quieren mostrarle. Es el problema que tienen las visitas oficiales. Como se conoce con antelación el momento exacto en que se producirán, el centro suele presentarse ante la autoridad en un perfecto estado de revista. Días antes de la cita, las brigadas de mantenimiento y de limpieza han trabajado a fondo para lograr que todo quede impoluto y aparente. No imaginamos lo que es capaz de hacer, con un atrezzo adecuado, la obsequiosidad de algunas personas. El conde Potemkin siempre ha tenido entre nosotros algunos de sus admiradores más capaces.
Así, pues, sospecho que, pese a todas esas visitas, Vicente Rambla sigue sin conocer la realidad de los hospitales públicos valencianos. De otra manera, no me explico que el consejero se manifestara sobre este asunto como lo hizo en las Cortes valencianas, días atrás. Declarar que el plan cuatrienal para humanizar la asistencia sanitaria se ha cumplido en un 97% es una afirmación temeraria, que no se corresponde con la realidad. El plan -una de aquellas campañas de publicidad que tanto agradaban a Eduardo Zaplana- ya era una temeridad en sí mismo. Pretender que los hospitales públicos dispusieran de habitaciones individuales, sin habilitar el presupuesto necesario, no dejaba de ser un brindis al sol. Es cierto, sin embargo, que cuestiones de menor calado como el plan de acogida o la Carta del Paciente se han podido concluir, como declaró consejero.
Cualquier persona que haya acudido últimamente a un hospital público de la Comunidad conoce cuál es la realidad de estos centros. Las carencias que padecen buena parte de ellos hacen que su funcionamiento diario bordee, en ocasiones, el milagro. La falta de personal obliga a los trabajadores de los hospitales a un esfuerzo que les aboca, con frecuencia, a un estado de ansiedad. Como usuario de alguno de ellos, me ofrezco a explicarle con detalle al consejero Rambla el deterioro que he advertido a lo largo de los últimos años.
Que un consejero de Sanidad desconozca la realidad hospitalaria de la Comunidad en que gobierna es, sin duda, grave. Pero mayor gravedad reviste, a mi juicio, que pretenda confundir a los ciudadanos con afirmaciones falsas. De un consejero ignorante cabe la posibilidad que descubra, en algún momento, la situación y se ponga a trabajar para remediarla. De quien pretende manipularnos, lo único que podemos esperar es una campaña de publicidad.
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