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Reportaje:APUNTES

Mundo revista

Los estudiantes de la Universitat de València editan al año decenas de publicaciones

Vbi Pus responde perfectamente al modelo de revista universitaria. Salvo por un detalle: Apareció hace 15 años en Medicina y goza de buena salud. Algo raro en un mundo en el que las publicaciones duran lo que a una generación le cuesta terminar la carrera.

Los alumnos de la Universitat de València editan decenas de revistas al año. Algunas alcanzan un número; las elegidas resisten varios años y unas pocas sueñan con la profesionalización.

El dinero proviene principalmente del Centre d'Assesorament i Dinamització dels Estudiants (Cade). Sumando subvenciones, se pueden reunir por este lado hasta 1.000 euros. Que sirvan para uno o varios números depende de la tirada y de "las aspiraciones de la revista", dice Rosa Molero, de Acotaciones en la caja negra, publicación centrada en el teatro.

Hay modelos especializados y otros que viven de lo que pasa en la facultad
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Acotaciones nació hace cinco años y "primero fue cuatrimestral, luego semestral y ahora vamos a una por curso". La revista, añade Molero, ha mejorado "cualitativamente" en el diseño; el papel; las colaboraciones -algunas internacionales- y en el precio final: El número 10, publicado en 2004, costó casi 1.900 euros. La mitad lo pusieron ellos.

Frente al modelo especializado de Acotaciones, Vbi pertenece al tipo de las que viven de lo que pasa en la facultad. En su día, su modelo fue El Jueves. Y tiene secciones fijas -como Sifi y Lis, "un diálogo nocturno entre dos estudiantes", explica Bader Al Raeis Bolaños, uno de sus miembros-, viñetas; sección de contactos -con firmas del tipo nefroguarras y bioguarros-; una revista de prensa en clave de humor y algún apartado serio que no debilita su carácter irreverente.

Sacar adelante una revista no es fácil, dice Yasmina Galán, de Ítaca, revista sobre literatura. "Te puedo decir que yo acabo agotada. Porque hay que escribir los textos, ponerlos en página, cuadrar los espacios. Y luego vienen los problemas con el ordenador; tienes que llevarlo a la imprenta, y la gente siempre se retrasa, siempre acabamos yendo a contrarreloj".

¿Por qué se hacen entonces? "Por amor al arte", responde Santi Barrachina, de L'Atalante, revista de estudios cinematográficos. "Y porque hay interés por hacer cosas en una etapa en la que te dan la oportunidad. Por tirar adelante un proyecto en el que crees. Y en nuestro caso no es una cuestión indispensable y eso la libera de muchas cosas. Hace que lo puedas hacer con gusto, con tiempo".

El tiempo, desde luego, no parece un problema para los chicos de L'Atalante: "Definimos los temas hace dos semanas. Hemos puesto junio como fecha para entregarlos; agosto para trabajar los textos y septiembre para que salga".

Hay revistas como Ítaca que se distribuyen bien a través de librerías como Primado; o L'Atalante, en lugares como Railowsky. Y las hay también, como Vbi que siguen el modelo tradicional: "Plantamos el puesto en el vestíbulo de Medicina y allí los repartimos todos. Los de primero se hacen un poco los locos pero acaban cayendo igual.". Distribuyen entre 1.000 y 1.500 ejemplares.

A ninguno le gusta profundizar sobre cuál será el destino de la revista una vez corten definitivamente el vínculo con la facultad. La gente de Ítaca, por ejemplo, ha enviado ejemplares hasta a cuatro editoriales. Sin éxito. Y en general todos confían en que otros estudiantes tomen el relevo. Es el caso de Vbi, en la que 10 de sus miembros aun están en primero.

Como dice Barrachina, "la idea de que tenga una salida profesional atrae, claro, pero es difícil. Por ahora pensamos en el cuarto número, en sacarlo adelante e intentar no mirar más allá, porque si no...".

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