Un portero que odia el fútbol
Fernando Tejero protagoniza 'El penalti más largo del mundo' y trata de sobrevivir al éxito
Los largos años anónimos en la pescadería cordobesa; el aprendizaje en la escuela madrileña de Cristina Rota y los primeros pinitos en el teatro con sus amigos de Animalario quedaron atrás. Fernando Tejero es hoy, probablemente, el actor más popular de España.
Lo es sin duda en la calle, donde los niños, los camareros y hasta los taxistas no paran de pedirle fotos y autógrafos (incluso los muy toreados camareros del café Gijón morían el otro día por hacerse un retrato con él, y Tejero se sometió a 20 minutos de sesión con un entusiasmo conmovedor).
Lo es también en la televisión, donde su ya celebérrimo, vulnerable y desbordado portero de finca, Emilio, el de Aquí no hay quien viva, tiene 10 millones de espectadores, y a su frase "un poquito de por favor", en el primer puesto de las más dichas del momento.
"Tengo una inseguridad del copón, pero a pasión por el oficio no me gana nadie"
Y aspira a serlo en el cine: tras el éxito como secundario y el Goya al actor revelación en Días de fútbol, Tejero protagoniza ahora El penalti más largo del mundo, filme de Roberto Santiago, inspirado libremente en un relato del escritor argentino Osvaldo Soriano, en el que da vida a Fernando, portero suplente y borrachuzo del equipo de fútbol del supermercado del barrio que salta al estrellato cuando su último partido se suspende por agresión al árbitro y debe sustituir al titular, una semana después, para tratar de parar el penalti.
Pregunta. Así que va de portería en portería.
Respuesta. Sí, casualmente he hecho ya tres porteros: primero, en Los lunes al sol, hice el portero, o el guardián, del astillero; luego el de la tele y ahora el de El penalti... Por suerte, son porteros muy distintos, aunque algún crítico idiota ha comparado a Emilio con Fernando, como si fueran lo mismo.
P. ¿Y cómo lleva tanto éxito?
R. Es difícil digerir todo esto. Sin comérselo ni proponérselo,de la mañana a la noche, un actor está en lo más visto del año en cine y televisión. ¿Qué pastilla me tomo para eso? Trato de tener el coco lo más centrado posible, evadirme trabajando más.
P. Lo suyo ha sido un pelotazo meteórico...
R. Bueno, hay un camino previo, y algún crítico ya me lo presagió; en lo primero que hice con Animalario, El fin de los sueños, me destacaron; y también en Los lunes al sol, que era un papel visto y no visto... ¡Algo habré hecho bien! ¡No paran de darme premios, y no son premios de Cuenca o de Roquetas de Mar!
P. Estará forrándose...
R. ¡Qué va! Me he comprado una casa, porque nunca se sabe, y ya tengo un techo donde morirme... Y gano dinero, sí, porque si no, era para colgarse, con lo que uno tiene que pasar...
P. ¿Mucha promoción?
R. ¡Toda! Marca, Corazón, corazón... No me queda nada por hacer. Esto es mucho peor que el rodaje. Pensé que acabé la peli hace meses pero no, esto es como otra peli. Las chicas de la productora dicen que no han visto nada igual.
P. ¿Será usted? ¿O el fútbol?
R. Pues una mezcla. El fútbol le gusta a nueve de cada 10 españoles. El décimo soy yo: a mí no me gusta. ¡Ojalá el cine tuviera la mitad de espectadores! Si haciendo películas de fútbol viene más gente a vernos, cojonudo.
P. ¿Y no teme encasillarse como macarrilla cómico?
R. Bueno, he tenido mucha suerte porque acabo de hacer mi primer drama con Miguel Albaladejo, que es mi director favorito. Ha sido un regalo precioso. Hago de padre de El Pera, un delincuente juvenil, y Miguel está encantado de cómo ha quedado. Se titula Volando voy.
P. Así que a los 37 años vamos a descubrir al Tejero dramático. ¿Vocación tardía?
R. Tardía pero cierta. Estoy un poco caducao, pero esto me gustaba desde pequeño. Cuando acabé 8º de EGB, mi padre me dijo: "¿Quieres estudiar o trabajar?". Y yo le dije: "Quiero ser actor". Y él dijo: "Ah, trabajar", y me metió a ayudar en la pescadería. Por la noche me sacaba el bachillerato con miras a entrar en la Escuela de Arte Dramático. Pero cuando entré por fin, no había profesor de interpretación, así que pasó el tiempo, rompí con una novia que tenía y para quitarme de en medio me vine a Madrid. Aquí conocí a Alberto San Juan, Ernesto Alterio y Willy Toledo en la escuela de Cristina Rota y... ¡Cómo me enrollo!
P. ¿Aprendió cosas en la pescadería que utiliza como actor?
R. La mejor escuela de un actor es la vida; las vivencias te ayudan mucho, todo lo que observas, los árboles, los niños... Incluso las entrevistas. El otro día un periodista escribió que un tipo que llora a la trigésima pregunta debe tener algo dentro.
P. ¿Lloró en una entrevista?
R. Sí, es que me recordó una cosa... Y tenía el día un poco...
P. ¿Qué le recordó?
R. Pues que Dennis Hopper le preguntó a Fernando León si el portero subnormal del astillero era un subnormal de verdad.
P. Todo un elogio...
R. Sí, siempre he intentado hacer mis personajes desde la verdad y la naturalidad. Para que te crean una mentira siempre tiene que haber mucha verdad detrás. Un actor siempre tiene que estar en actitud de recibir, con las emociones a flor de piel. Un actor tiene que sentir siempre lo mismo que cuando nos enamoramos, emoción, angustia...
P. No será fácil lograr eso en la televisión.
R. No, la tele es un vértigo que no te da tiempo más que a aprender tus frases, añadirlas a la base que has creado antes y tirar... Por eso cuando dicen que me parezco a mis personajes me jode tanto.
P. ¿Eso dicen?
R. Un gilipollas... Pero no voy a parar hasta que algunos anormales acepten que soy un actor de muchos registros.
P. Pero los elogios a veces hacen más daño... La vanidad...
R. A mí me jode más una crítica mala que muchas buenas. Los premios me los paso por ahí. Antes los contaba porque no me lo creía, no paraba de hablar de mí, los colegas me lo decían. Ahora pienso que si no trabajas, para qué sirven los premios. Sólo me valen las opiniones de la gente que admiro. Albaladejo dice que después de ver la peli cien veces, todavía llora al verme. Y Eduard Fernández me preguntó el día del preestreno de El penalti... si en la escena de la borrachera iba borracho de verdad. Eso te anima a soportar a esos que no te aceptan como antes porque has tenido éxito. A pesar de eso, todavía pienso que no voy a dar la talla, y en los días de bajón el pánico se triplica. Tengo una inseguridad del copón, pero en amor y pasión por el oficio no me gana nadie.
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