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Reportaje:

El destino miserable de un símbolo

El instituto público Lluís Vives, el más representativo de Valencia, se abre para mostrar su ruina por falta de financiación

Ignacio Zafra

A primera vista el Lluís Vives sigue siendo un edificio estupendo. Y en días como el de ayer, con el sol inundando el claustro, parece conservar su puesto en la jerarquía: El del primer instituto público, durante décadas el único, de Valencia, fundado en 1870 sobre un convento del siglo XVI. Pero es sólo apariencia. Por lo demás, el instituto se cae a pedazos. Literalmente.

El 9 de febrero un operario de Iberdrola cortó el fluido eléctrico. Por impago. Haciendo público lo que la comunidad educativa sabe desde hace años: Que la situación económica del centro es crítica debido a la falta de financiación que recibe de la Generalitat.

Ayer, la dirección y los padres abrieron las puertas para mostrar las condiciones en las que aprenden 1.000 alumnos del centro de Valencia.

Prensa y políticos -el portavoz del PSPV en el Ayuntamiento, Rafael Rubio; la portavoz socialista de Educación en las Cortes, Ana Noguera y el concejal de EU Antonio Montalbán, entre otros- comprobaron de primera mano una situación que algunos de los trabajadores calificaron de incuria total; infrahumana y tercermundista. ¿Exagerado? Quizá, pero no mucho.

La visita comenzó por el gimnasio. Un espacio que hace 15 años era austero y que hoy puede ser descrito como sórdido.

El almacén y el seminario de Educación Física tienen sendos agujeros en el techo, provocados por la rotura de una tubería. El agua que filtra es recogida por dos recipientes negros y altos como cubos de basura. El material es escaso. Destacan dos taquillas metálicas, completamente oxidadas; y un botiquín, completamente vacío.

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Los vestuarios no tienen duchas, sino grifos. El agua sale en un solo chorro. A menudo, fría. El vestuario de las chicas no tiene vidrios opacos y su interior puede verse desde fuera. Así que la Asociación de Madres y Padres (AMPA) explica que la mayoría de los alumnos optan por no usarlos.

El AMPA añade que sólo funciona un cuarto de baño, aunque Educación ha empezado a reparar varios de ellos. Y que buena parte de los alumnos no los utiliza en las seis horas que permanecen en el instituto.

Los techos de la segunda y la tercera planta, cubiertos con plafones aislantes, están repletos de agujeros. Algunos se han desprendido. Y las ventanas no ajustan. De modo que en las aulas se cuela el intenso ruido del tráfico; y se escapa el calor de la calefacción, cuando funciona.

Numerosas paredes están desconchadas; presentan humedades o han sido rellenadas con cemento.

Uno de los profesores de Tecnología explica que su departamento es raro: Tienen material. Los docentes han adelantado el dinero para pagar el ordenador y el proyector. Y buena parte de los microscopios, las lupas y otros instrumentos del área de Ciencia están estropeados. Su responsable asegura: "Llevamos cuatro años pidiendo que los cambien. Cuatro años y no nos han hecho ni caso".

"¿Cómo puede permitir la Administración esta situación?", preguntaba ayer uno de los visitantes. Y antes, otro afirmaba: "Los directores de la [educación] privada de la zona deben estarle eternamente agradecidos a la Generalitat".

El socialista Rubio declaró que la situación responde "a la destrucción sistemática del sistema educativo público por parte del Partido Popular; Hoy estamos viendo la Valencia real, la que hay detrás de la Copa de América y las torres de Calatrava".

El presidente del AMPA, Ricardo Peralta, afirmó al inicio de la visita que la historia del Lluís Vives es la de muchas generaciones de alumnos. Y que es, a la vez, "la historia de la educación pública en nuestra sociedad".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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