Mortalidad masiva entre las abejas
Los apicultores pierden un 30% de las colmenas en seis meses y varios científicos vinculan el hecho a dos insecticidas
El fenómeno comenzó como la peste: poco a poco. Después del verano, las colmenas se fueron despoblando sin que aparecieran cadáveres. Poco a poco. Simplemente, cada vez había menos abejas en los panales. "No vemos abejas muertas, sino que las colmenas se despueblan", explica inquieto Ángel López, un apicultor de Guadalajara. Lenta pero inexorablemente, los apicultores han perdido un 30% de los ejemplares en menos de un año. Un estudio realizado en Salamanca eleva la cifra al 40%. Es la muerte masiva de las abejas y, aunque no hay una sola causa, los expertos apuntan a dos insecticidas muy potentes. Hace un año, Francia prohibió estos productos vinculándolos a la mortandad de estos insectos. Dos sindicatos agrarios han pedido al Gobierno que imite a Francia e impida su venta.
Francia prohibió en 2004 el uso de las dos potentes sustancias porque desorientan a estos insectos
El biólogo y experto en abejas Ántonio Gómez Pajuelo afirma que "las bajas superan el 30% de media, lo que significa que algunas explotaciones han perdido el 80% de sus abejas". Añade que hay varias causas: "La sequía del otoño limitó la producción de polen de las plantas. Así que las abejas acumularon poco, que es de donde obtienen las proteínas, las grasas y la mayor parte de las vitaminas de su dieta. Como han guardado pocas reservas son más vulnerables y nacen menos ejemplares. Además, en esta mala situación son más sensibles a las enfermedades. Y, por supuesto, están los insecticidas. Todo ello ha provocado una mortalidad enorme".
Las abejas se renuevan continuamente. En invierno, cuando hay poca actividad y están en el panal, pueden vivir tres meses. En primavera, no más de mes y medio. En otoño aumenta la mortalidad, pero en condiciones normales se crían nuevos insectos con las reservas de polen del verano. En 2004, no hubo ni reservas de polen, ni cría de abejas. Las pocas que quedaron fueron incapaces de mantener la actividad normal.
Las pérdidas son importantes: en España hay 27.420 apicultores que producen 36.000 toneladas de miel, lo que supone un tercio de todo el producto que se genera en la UE, según el Ministerio de Agricultura. Este departamento convocó a finales de enero una reunión de urgencia. Un total de 31 representantes de los colectivos afectados (apicultores, biólogos, representantes de las comunidades autónomas y agricultores) se reunieron en un gabinete de crisis, según González Pajuelo, presente en el encuentro.
Los insecticidas en el punto de mira son unas sustancias químicas llamadas imidacloprida y friponil. Se venden en España desde mitad de los años noventa con nombres como Regent o Gaucho, aunque su uso se popularizó desde 2000. Uno de los investigadores que más ha estudiado el fenómeno es el francés Marc Edouard Colin, de la Universidad de Montpellier, quien asegura: "Con los insecticidas tradicionales hacen falta varios microgramos para matar a una abeja. Sin embargo, con cinco nanogramos de fipronil hemos descubierto que mueren. Es la milésima parte que con los productos tradicionales".
Un portavoz de Bayer, fabricante de Gaucho, niega que ese insecticida esté detrás de las muertes: "Nuestro producto se aplica en las semillas y tiene de bueno que al usar muy poca cantidad produce pocos efectos adversos". Añade que el insecticida tiene el respaldo de muchos estudios y que la retirada en Francia fue "una concesión a la presión de los apicultores" sin base científica. Un portavoz de BASF, fabricante de Regent, niega que existan efectos demostrados y afirma que el producto tiene estudios de seguridad detrás..
El profesor de Ecología de la Universidad de Córdoba y experto en abejas Francisco Puerta asegura que no hay datos sobre la posible influencia de los insecticidas en la situación de estos insectos, pero añade: "Lo que sí es cierto es Francia prohibió estas sustancias porque se demostró la conexión entre su presencia y un fenómeno bastante similar al que España sufre actualmente".
José Orantes, biólogo y director del laboratorio especializado Apinevada, explica que los insecticidas se aplican a la semilla de girasol o de maíz y acaban en el néctar y en el polen, de donde pasan a la abeja. "A veces las abejas mueren; otras, se desorientan y no encuentran el camino de vuelta al panal", según Colin.
En Francia, la polémica saltó hace dos años y en marzo de 2004 el Gobierno impidió vender estos dos insecticidas. Colin asegura que los efectos de la retirada aún no se han visto porque "se permitió vender lo que quedaba almacenado, por lo que aún se aplica". Y añade que las ventajas tardarán años en verse.
Las organizaciones de agricultores UPA y COAG han pedido la retirada cautelar del friponil y la imidacloprida. El sindicato ASAJA pide que se investiguen las causas de la mortandad, pero se opone a la retirada. El Ministerio de Agricultura afirma que "hay varios factores en la mortandad de las abejas". "No está demostrada la relación directa entre la mortalidad y los insecticidas", añade un portavoz. El Gobierno no prevé prohibirlos. "Si hay problemas, pueden venir por el mal uso, pero no por los productos en sí", concluyen en Agricultura.
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