La filosofía económica de Sócrates
El próximo primer ministro portugués intentará que el PIB recupere un ritmo de crecimiento del 3% anual
José Sócrates, el socialista que el 20 de febrero ganó las elecciones generales portuguesas, asumirá el cargo de primer ministro dentro de pocos días con, aparentemente, ideas muy claras sobre la ardua tarea que le espera: "Es necesario decir la verdad a los portugueses: la situación es muy difícil. Tenemos que resolver problemas que exigen un gran esfuerzo y que no tienen una solución inmediata", afirma.
El PIB está estancado desde la segunda mitad del pasado año, la tasa de paro ha aumentado hasta el 7,1% y el déficit público supera el 5%
La estrategia económica del próximo primer ministro está enfocada al medio plazo. "Dada la situación, no son posibles los milagros", afirma
Tras dos años de profunda crisis, el diagnóstico ha sido hecho y repetido hasta el agotamiento: la economía lusa no logra volver a crecer, hay un grave desequilibrio en las cuentas públicas y el modelo competitivo del país tiene que ser reconvertido. El retraso no admite más aplazamientos. Hay que poner en marcha reformas estructurales. Esto han prometido los socialistas. Patronales y sindicatos esperan que lo cumplan.
"Portugal ha empeorado su competitividad y la productividad -un 60% de la media europea- sigue baja. El paro ha aumentado desde el 4,1% en 2001 hasta el 7,1% a finales de 2004. Sólo ha sido posible cumplir formalmente los criterios del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la eurozona -que exige un déficit público inferior al 3% del producto interior bruto- a través de sucesivas operaciones extraordinarias, que normalmente se traducen en la venta de valiosos activos del Estado -el déficit real portugués, según el Banco de Portugal, es superior al 5% del PIB-", dice el texto del programa socialista.
Portugal entró en recesión a finales de 2002, salió de las cifras rojas a inicios de 2004 con la ayuda de la realización de la Eurocopa y volvió a estancarse en la segunda mitad del año pasado. Encima, la tímida recuperación se hizo gracias al consumo privado interno, porque el sector productivo no logra reestructurarse y colocar productos competitivos en mercados extranjeros. Resultado: las importaciones han aumentado mucho más que las exportaciones; el endeudamiento de las familias es un 118% de la renta disponible. Se suceden los cierres de fábricas y empresas, por quiebra o para transferirse a otros países con mano de obra más barata y productividad más alta.
El reto del empleo
Sócrates quiere que la economía, en cuatro años, recupere un crecimiento potencial del 3% anual (el PIB deberá crecer el 1,1%, según el Banco de Portugal). Con esto pretende también recuperar 150.000 empleos. Su estrategia es "de medio plazo; dada la situación, no son posibles milagros". El ex ministro de Hacienda Henrique Medina Carreira confirma que la crisis portuguesa "es la más difícil y será la más larga desde hace muchas décadas: es la primera que sólo superaremos con auténticas e impopulares reformas estructurales".
Modernizar la máquina del Estado -para disminuir la burocracia y mejorar el sistema fiscal- y crear verdaderas condiciones de competencia en sectores estratégicos, como la energía y las telecomunicaciones, son dos de las prioridades del nuevo Gobierno. Esto aportará el Estado. Después, cabe esencialmente a los privados renovar el sector empresarial y productivo. El Ejecutivo pretende otorgar estímulos fiscales a empresas de base tecnológica o que aumenten sus inversiones en investigación y desarrollo (I+D). Se firmarán también acuerdos entre el sector privado y el sector público que promocionen el "empleo de calidad", o sea, calificado. La propia noche de las elecciones, Sócrates anunció la creación de un programa de becas para colocar 1.000 jóvenes licenciados en pequeñas y medianas empresas.
Equilibrio público
En paralelo, está el problema de las cuentas públicas. Aquí, la promesa de Sócrates es cumplir efectivamente el PEC en cuatro años, o sea, conseguir un déficit público inferior al 3% del PIB sin necesidad de ingresos extraordinarios. ¿Cómo? Para empezar, con un plan de recorte de los gastos corrientes del Estado -que son hoy un 40,7% del PIB- a través de la racionalización y la modernización de la Administración pública. En los próximos cuatro años, Portugal deberá tener 75.000 funcionarios menos, en un universo de cerca de 750.000, cuyos gastos suponen el 15% del PIB (la media europea es del 11%).
Pero, para equilibrar las cuentas, los socialistas esperan que otras dos circunstancias se sumen a sus políticas: la recuperación, aunque tímida, de la economía, para aumentar los ingresos; y la revisión en curso en Bruselas del PEC. Las propuestas en debate proponen que el control exigido de los gastos públicos se haga en varios años (y no sólo en uno, como hasta ahora); que se tenga en cuenta la coyuntura económica (en tiempo de crisis disminuyen los ingresos fiscales, aumentan los gastos sociales relacionados con el desempleo y crece la necesidad de más inversión pública para estimular la economía); y, por fin, que en el cálculo del déficit no entren los gastos de políticas de modernización de la economía, en el marco de la llamada Estrategia de Lisboa, que pretende transformar Europa en una de las economías más competitivas del mundo apostando por la innovación.
Precisamente este punto constituyó la base de la bandera electoral de Sócrates: el "choque tecnológico", que definió como "la pieza central" de su propuesta económica. Su objetivo es lanzar las bases de un nuevo modelo competitivo portugués basado en la tecnología y la sociedad de la información. Para lograrlo, promete duplicar la inversión pública en I+D (actualmente, un 0,55% del PIB) y provocar que la inversión privada se triplique (hoy supone el 0,26% del PIB). La media europea total se sitúa en el 1,9%.
En paralelo, sólo serán incentivadas las empresas de base tecnológica o con capacidad competitiva internacional. Las demás "deberán cerrar lo más rápido posible, para que sus trabajadores puedan ser recalificados y reintegrados en el mercado de trabajo", según António Vitorino, el ex comisario europeo que coordinó la elaboración del programa del Partido Socialista.
La calificación y la educación forman la última, pero fundamental, pieza del choque tecnológico. "El retraso de desarrollo del país es también, y especialmente, un déficit de calificaciones", según Sócrates. Sólo Malta tiene peores cifras que Portugal en educación dentro de la Unión Europea. Sólo un 20% de los portugueses concluyeron la enseñanza secundaria, mientras que sólo un 9% tiene formación superior (la media en OCDE es del 65% y del 24%, respectivamente). El fracaso escolar es del 50%. Para superar el retraso, Sócrates anunció un aumento de la escolaridad obligatoria hasta los 18 años de edad; más formación profesional en la secundaria, la introducción del inglés desde los primeros niveles de enseñaza, más formación en el área de las ciencias y la obligatoriedad de "formarse a lo largo de toda la vida activa".
La modernización de la maquinaria estatal
Todas las propuestas del nuevo primer ministro portugués, José Sócrates, han sido aplaudidas por la generalidad de las patronales y de los analistas y, en gran medida, también por los sindicatos. Pero eso no significa que nadie desconfíe del Gobierno que se prepara para entrar en funciones. Durante la campaña electoral, el programa de los socialistas fue acusado de ser demasiado vago y de no asumir todos los sacrificios que serán necesarios para una efectiva recuperación del país.
Sin embargo, los objetivos esenciales de apostar por la educación y la calificación de la población activa, de atribuir al sector privado el papel de motor de la recuperación económica, de reformar la Administración, de incentivar la innovación y de consolidar las finanzas públicas fueron bien recibidos, en especial por los representantes de los empresarios.
"Lo que es necesario es que el futuro Gobierno evalúe los problemas y cumpla las promesas que presentó en su programa", según Francisco van Zeller, presidente de la Confederación de Industria Portuguesa. Las patronales coinciden en que no existen "más disculpas" para no llevar a cabo las reformas necesarias para modernizar el país, porque Sócrates consiguió una mayoría absoluta.
Los sindicatos, por su parte, coinciden en la necesidad de modernizar la Administración y hasta aceptan el recorte del número de funcionarios, pero hacen algunas advertencias. "El clima de esperanza y legítimas expectativas que resultó de las elecciones no puede ser frustrado", pese "a la presión de las políticas neoliberales en el plan externo y nacional, que reclaman más sacrificios a los trabajadores", afirma José Carvalho da Silva, el líder de la CGTP, la mayor central sindical lusa y cercana al Partido Comunista.
El sindicato pide al nuevo Gobierno que negocie con los trabajadores y recuerda que los funcionarios públicos son uno de los grupos que más caro pagó la crisis portuguesa de los últimos tres años: los salarios fueron congelados y se suspendieron todas las admisiones.
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