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Reportaje:UN AÑO DESPUÉS DE LA MATANZA / 4

La investigación inútil de tres pistas verdaderas

La policía y la Guardia Civil siguieron desde 2001 sin éxito la trama de los explosivos de Asturias

El 29 de abril de 2004, la Dirección General de la Guardia Civil, donde vive sus últimas jornadas como responsable Santiago López Valdivielso (PP) antes del traspaso de poderes, recibe un informe cronológico de todas las investigaciones efectuadas sobre tráfico de explosivos en Asturias antes del 11-M.

En la información acumulada ese día en el cuartel general del instituto armado figuran hasta tres soplos sobre el tráfico de explosivos a cargo de las personas que, finalmente, servirían a los terroristas del 11-M la dinamita para los atentados de los trenes. El primero de los soplos data de 2001, cuando el confidente llamado Lavandera avisa a la Guardia Civil de que Antonio Toro trafica con Goma 2.

"Un tipo llamado Toño Toro le había ofrecido explosivos y mostrado un maletero de coche con hasta 50 kilos"
En el verano de 2001, el confidente Lavandera alerta de la existencia de una red de explosivos. Su paso no deja ni rastro
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"Visto hoy, se falló en la gestión de los avisos de confidentes"

El informe de la Fiscalía de Asturias sobre dichas investigaciones da cuenta de todo lo actuado por la Guardia Civil que conoció la cúpula del cuerpo cuando el PP apuraba sus últimos días de mando en el instituto armado.

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El portavoz del PP en la Comisión del 11-M, Jaime Ignacio del Burgo, descubrió el 10 de noviembre de 2004 por la prensa el aviso de Lavandera, y publica el 12 de noviembre un artículo en el que declaraba su estupor: "Resulta que la policía y la Guardia Civil, a través de este nuevo actor [Lavandera] de la película de la gran infamia, conocían desde el verano de 2001 el negocio de la venta de dinamita montado por Antonio Toro y su socio, Emilio Suárez Trashorras".

Del Burgo no cita el informe recibido meses antes por la Dirección de la Guardia Civil cuando aún mandaba López Valdivielso. El diputado popular pregunta el 18 de noviembre a Ignacio Astarloa, ex secretario de Estado de Seguridad, en la Comisión del 11-M: "¿Le informó la Guardia Civil de que varios confidentes policiales como Zouhier, el Nayo y Lavandera habían denunciado a Antonio Toro y a su cuñado Suárez Trashorras por la venta de explosivos a ETA?". "De todos estos personajes que usted ha citado, yo no tuve la más mínima noticia con anterioridad al 11 de marzo", responde Astarloa, que deja en la sombra cuándo fue informado tras la matanza.

La fiscalía ha exculpado a los mandos de la Guardia Civil de la supuesta ocultación de una grabación donde Lavandera informaba a un agente del tráfico de explosivos. "Se ha acreditado que el informe Campillo [guardia que entrevistó y grabó al confidente Lavandera en 2001], fue remitido a Madrid junto con otra documentación, y, así se celebró una reunión a primeros de abril de 2004 [los mandos consultados la retrasan al 30 de abril], en la Dirección General de la Guardia Civil, y en la que estuvieron presentes el capitán Carlos Montero, el comandante Javier Jambrina de la Comandancia de Oviedo, el capitán Francisco Paris de la UCO y el coronel Manuel Ferreiro, jefe del servicio central de Información". El informe de la Fiscalía de Asturias es explícito: "Se elaboró finalmente dicho documento cronológico, para su remisión a la Secretaría de Estado y al Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, y su unión al sumario 20/2004, de manera que, tal informe redactado por Campillo, en el que se contenía la conversación grabada con Lavandera, era conocido ya desde ese momento por altos mandos de la Seguridad del Estado, por lo que la justificación esgrimida por el teniente coronel Bolinaga es plenamente admisible, por entender que la grabación contenida en la cinta ya no tenía trascendencia, al ser sobradamente conocida por la superioridad, excluyéndose por tanto, el ánimo de ocultación de la citada grabación". La fiscalía aporta más elementos singulares sobre la puesta en escena en noviembre de 2004 de una cinta grabada en 2001.

El guardia custodio de tal cinta, David Robles, supuestamente la recoge en el patio del cuartel de Cancienes en octubre de 2003. La guarda sin escuchar "porque no tenía reproductora". Y le da por oírla justo "el 15 de octubre de 2004, coincidiendo con la declaración de determinados mandos de la Guardia Civil ante la comisión que investiga los sucesos del 11-M". Ese día, el ex jefe de la Guardia Civil en Asturias general Pedro Laguna, identifica en dicho foro al confidente. Casualmente, responde a Del Burgo, diputado del PP, cuyo grupo es el primero en sacar la Operación Serpiente en la comisión.

Ese mismo día, 15 de octubre, el guardia Robles da cuenta de la cinta a su superior, capitán José Antonio Bermejo, quien, al conocer su contenido, urge la presencia de mandos de Gijón. Éstos recogen la cinta, que, finalmente, es trasladada al teniente coronel Rodríguez Bolinaga, que la guarda en la caja fuerte de su despacho. Esa decisión le costaría el puesto, pues días después sería destituido. El 10 de noviembre sale en la prensa el contenido de la casete. Un guardia civil escuchó el 5 de noviembre la cinta en un despacho de un abogado asturiano en la que un agente expedientado reproducía una cinta que mencionaba "explosivos", y algo parecido a Nayo y Emilio.

En cualquier caso, aquella primera confidencia sobre tráfico de explosivos y las que siguieron no pudieron impedir el atentado del 11-M. El relato cronológico del "desastre", según lo definió el ex secretario de Estado de Seguridad, es el siguiente:

- Primera confidencia. Verano de 2001. A principios del verano de 2001, Francisco Javier Lavandera Villazón se presenta en la comisaría de Gijón para alertar sobre la existencia de una red de tráfico de explosivos. Delata que un cliente del club Horóscopo, donde trabaja de portero, le ha mostrado dinamita. Los policías no le hacen firmar denuncia alguna. Su paso no deja rastro. El desinterés es máximo. Los agentes le hacen ver que, seguramente, se trata de un minero retirado. No hay por qué preocuparse. Lavandera no ceja en su empeño en avisar a las Fuerzas de Seguridad. Y cambia de cuerpo.

El 28 de agosto se entrevista con el guardia civil Jesús Campillo, destinado en Gijón. La charla se produce en su coche oficial frente al portal de Lavandera. Campillo la graba. El aparato registra el siguiente relato: "Un individuo llamado Toño Toro, que frecuentaba el club Horóscopo, le había ofrecido una determinada cantidad de explosivos, llegando incluso a mostrarle el maletero de un Citroën Xsara conteniendo unos 40 o 50 kilos. Asimismo, le relató que otro individuo amigo del anterior, llamado Emilio [Suárez Trashorras], podría conseguir cantidades importantes de dinamita, y que en ese momento tenía que deshacerse por lo menos de 400 kilos de Goma 2 porque la policía le andaba vigilando. Y también le preguntaba si sabía de alguien que supiera montar bombas con móviles, y que elindividuo que se había puesto en contacto con él, tenía relación con otros, que en este momento estaban en prisión pero nada más salir de ella se marcharían a Marruecos para dirigir desde dicho lugar todas sus actividades".

Campillo, al día siguiente, transcribe el relato pero omite aspectos tan llamativos como lo de "fabricar bombas con móviles" o el "viaje a Marruecos". Campillo informa a sus superiores de la conversación, pero no entrega la cinta. En septiembre de 2001, se celebra en la comandancia de Gijón una entrevista en la que además de Campillo y Lavandera están presentes el entonces teniente Carlos Montero y el brigada Benjamín Ferreiro. En octubre, mantienen un nuevo encuentro.

Ambas entrevistas son grabadas, las cintas no han sido localizadas. Los guardias le enseñan fotos a Lavandera. Entre otras, la de Suárez Trashorras. Lavandera asegura que lo reconoció sin dudar como la persona que le había ofrecido explosivos, en unión de Toro, entonces en prisión provisional por su implicación en la Operación Pipol. Campillo avala su versión. Sin embargo, los mandos presentes en el interrogatorio niegan que reconociera a Trashorras.

Igualmente, el tándem Lavandera-Campillo sostiene que en ambas reuniones el confidente avisa de que Suárez Trashorras frecuentaba los fines de semana el club Horóscopo. Los mandos interrogantes lo niegan. "Tanto en estas entrevistas como en alguna llamada telefónica efectuada a Jesús Campillo se refería a la presencia en el club de Suárez Trashorras en fechas pasadas, pero nunca con la suficiente antelación para poder montar una operación policial y, desde luego, nunca con carácter inmediato alertando del ofrecimiento de explosivos de dicha persona en un determinado momento".

La investigación no avanza. Las llamadas de Lavandera languidecen. La Operación Serpiente entra en fase durmiente.

- Segunda confidencia. Febrero de 2003. José Ignacio Fernández Díaz, El Nayo, narcotraficante implicado en la Operación Pipol, contacta con la Guardia Civil de Oviedo. Cuenta que Toro y Suárez Trashorras ocultan 100 kilos de dinamita en un monte y buscan comprador. Se reúnen miembros de las comandancias de Oviedo y Gijón. Plantean crear un equipo mixto, Edoa, para investigar los hechos. Se desestima por el coronel Pedro Laguna, máximo responsable de la Guardia Civil en Asturias, en contra del criterio del comandante de Oviedo, Javier Jambrina, según mandos relacionados con la reunión. El teniente Montero explica que todo esto ha sido investigado en la Operación Serpiente. Es un asunto "quemado". Ambas comandancias mantienen algunas pesquisas de tono menor.

El capitán Marful, de la comandancia de Oviedo se reúne con fiscales de Avilés y les explica su "incipiente" investigación sobre tráfico de explosivos. Plantea sus escollos: necesita registros domiciliarios e intervenciones telefónicas, pero sus datos aún "no son relevantes". Los confidentes pretenden mantener su anonimato, y esto impide efectuar actuaciones concretas. Marful acuerda regresar a la fiscalía cuando logre indicios dignos de judicializar la investigación.

En febrero de 2003, no son pocos los datos que la Guardia Civil ha recopilado de sus confidentes. A modo de resumen:

- Emilio Suárez, cuñado de Antonio Toro, está jubilado de la mina Caolín [Caolines de Merilles].

- De esa mina hace menos de un año sacaron 200 kilogramos de Goma 2. ETA andaba detrás para comprarla.

- Por aquella fecha la Goma 2 estaba en la casa de Toro, que la policía no registró.

- Toro ocultaba en su casa una ametralladora, una pistola de nueve milímetros, un revólver del 38 y una escopeta recortada.

- La dinamita está escondida en el prado de su casa, un hórreo situado en Cogollo. Un vecino de Avilés puede facilitar un croquis.

El propio fiscal jefe de Asturias, Rafael Valero, recibe directamente un soplo sobre los mismos personajes. El Nayo le asegura que Toro y Trashorras esconden explosivos en un monte. La policía rastrea sin éxito el monte "ante la falta de concreción" del chivatazo.

La actuación de la policía también es exculpada por la fiscalía. No ve punible que en la Operación Pipol registrara el garaje, donde halla drogas y explosivos, y no el domicilio de Antonio Toro. Asume el criterio de los investigadores de que era "impensable" que en su domicilio familiar ocultara elementos comprometedores para su madre. La fiscalía anota que el entonces jefe de estupefacientes de la comisaría de Avilés, Manuel García Rodríguez, utiliza a Suárez Trashorras desde julio de 2001 como confidente en asuntos de drogas tras la Operación Pipol -ofrece pistas a cambio de que se excarcele a su cuñado-, pero que la relación se diluye a fines de 2002, cuando le alerta la comisaría de Gijón de que su soplón es investigado por tráfico de dinamita. Le sugieren un "distanciamiento prudencial".

Paradójicamente, entre tanta pesquisa de las unidades de élite de ambos cuerpos sobre el mismo núcleo delictivo, en junio de 2003 es detenido "casualmente" Toro por narcotráfico "a iniciativa propia" del modesto puesto de la Guardia Civil de Piedras Blancas. Su cuñado no es detenido pese a lo que relata un informe de la Guardia Civil: "Mientras que los efectivos actuantes esperaban en las inmediaciones del domicilio de Toro la obtención del mandamiento de entrada y registro, hizo acto de presencia Suárez Trashorras, el cual tras acceder al domicilio de Toro y bajar de forma apresurada, fue identificado por dichos efectivos, ocupándose en una bolsa de plástico dos teléfonos móviles y dos trozos pequeños de hachís".

- Tercera confidencia. Rafá Zouhier. Rafá Zouhier, compañero de andanzas de Toro y Trashorras, delata en los primeros meses de 2003 el robo e intento de venta de explosivos en Asturias. "A partir de marzo de 2003, al no aportar nuevas noticias de interés policial, se van reduciendo sus encuentros informativos con el personal de la UCO, que siguió indagándole periódicamente sin resultado sobre si disponía de más información", según reza un informe oficial. La Comandancia de Oviedo ratifica que en mayo de 2003 la investigación sobre lo denunciado por Zouhier se encamina hacia el narcotráfico, sobre la que es más fácil obtener indicios. Y acuerda con la UCO que Zouhier, "fuente muy próxima a los investigados", avise cuando viajen a Asturias con drogas para poder registrar los domicilios en busca de explosivos. Zouhier, pese a ser enlace entre los asturianos y su proveedor de hachís en Madrid, Lofti Sbai, como demuestran abundantes grabaciones policiales, nunca alertará de ninguna entrega. Todo ello le situará como intermediario del trueque de explosivos -utilizados en el 11-M- por droga. Sólo tras la matanza, en vísperas de su detención, emitirá a la UCO un flujo de datos inútiles ya para impedir el atentado. "No te acuerdas que te dije que había una cosa, pero que no te la quería contar".

Entre medias, en julio de 2003, la Guardia Civil efectúa una inspección por sorpresa en la mina asturiana de Caolines. No advierte problemas en el control de explosivos y detonadores. El fiscal descarta intencionalidad en tanta pesquisa fallida.

Con información de José María Irujo, Jorge A. Rodríguez, Francisco Mercado, Miguel González y Elsa Granda.

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