El arte musulmán: caligrafía y alfombras
Dentro del mundo musulmán, al que está dedicado el tomo IX de la Historia Universal de EL PAÍS, destaca el arte en sus múltiples facetas. El volumen recoge en sus ilustraciones esa variedad, no sólo en arquitectura o pintura, sino también en la caligrafía o las alfombras.
En la caligrafía existen dos tipos de escritura: el cúfico, de carácter sobrio, anguloso y monumental, con gran valor estético y poca espontaneidad; y el nasjí, menos solemne, más espontáneo y en el que predominan las curvas. La escritura forma parte del libro sagrado, el Corán, y también figura en las paredes de las mezquitas, palacios, miniaturas e infinidad de objetos. El objetivo de la caligrafía árabe es doble; además de servir de tema ornamental, se convierte en un excepcional sustitutivo de la figura humana, que está prohibido representar. En la Alhambra granadina, la epigrafía, que casi siempre expresa pensamientos religiosos, incorpora leyendas profanas introduciendo una antología poética sin igual en el mundo islámico. En algunas partes las inscripciones se combinan con motivos geométricos de gran belleza, a pesar de que el material empleado sea el yeso.
En lo que se refiere a las alfombras hay que tener en cuenta que sirvió de motivo ornamental y como un elemento de máxima confortabilidad en las tiendas desmontables de los nómadas del desierto y de las caravanas comerciales. Tras adaptarse a los ambientes urbanos, la alfombra sufrió una gran transformación que dio origen a multitud de escuelas. Cada región del mundo musulmán ejecutó un estilo característico de dibujos peculiares y coloración. Según su técnica, pueden ser de nudos, tejidas y de punto-cadena. Las más antiguas proceden de Anatolia y datan del siglo XIII.
Babelia
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