Desencantado de conocerse
Hay libros que amén de su importancia intrínseca, propagan un modelo de transfiguración narrativa. Pertenecen a un género determinado, pero inmediatamente, en una milagrosa refundación, el género les pertenece a ellos. Me refiero a La metamorfosis, de Franz Kafka. Si hago esta mención es porque en Tic, la nueva novela del escritor colombiano Ricardo Silva Romero, se expone la tragedia kafkiana, sólo que en clave de comedia. No digo que en esta novela haya algún personaje praguense convertido de la noche a la mañana en un repugnante escarabajo, pero sí que hay una transformación indeseada, un corte vital inesperado, otra insospechada existencia.
Silva Romero nació en Bogotá en 1975. Ejerce en su país la crítica de cine en revistas de gran prestigio, publicó un libro de poemas, un libro de cuentos y dos novelas: Sobre la tela de una araña (1999) y Relato de Navidad en la Gran Vía (2001). El autor, que junto a Héctor Abad Fanciolince, Santiago Gamboa, entre otros, forma parte de ese renovado abanico de sólidos narradores colombianos, ya mostró en el último título apuntado sus dotes para hacer de la burla y la acidez descriptiva un modelo eficaz de representación de la realidad política de Colombia.
TIC
Ricardo Silva Romero
Seix Barral. Barcelona, 2004
252 páginas. 16 euros
En Tic vemos la sombra (o la
luz, según se quiera) de Kafka. Como Gregorio Samsa, el abogado Sebastián Bernal un día se levanta comprobando que no es él, sino Gabriel Castillo, un pediatra de la familia que no ha podido evitar enamorarse de la mujer de Sebastián, como si ese gesto romántico fuera casi su pecado, a la vez que insalvable, imposible de purgar. Pero el que realmente arrastra algunos pecados es el pobre Sebastián, un hombre experto en el arte de la infidelidad matrimonial, al que sin embargo el destino le tiene reservado una tortura moral: ser el que no hubiera nunca imaginado ser, estar en la piel de su antagónica figura espiritual. La degradación y la humillación que sufre Gregorio Samsa en el relato de Kafka también es la de Sebastián, aunque no en el mismo registro tonal ni en la intensidad expresiva de su infortunio, pero el sufrimiento de Sebastián tiene que ver absolutamente con su metamorfosis al ver que la admiración que despierta se dirige no al que dejó de ser sino al que es ahora. Esta pequeña trasgresión de la figura kafkiana que realiza Silva Moreno ayuda a que el motivo original intercambie su consistencia trágica por otra de trazo más leve aunque no por ello menos punzante. Buena la novela como operación narrativa y buena la interpretación del autor de algunos síntomas de la contemporaneidad. Sebastián Bernal es el típico héroe degradado de nuestro tiempo. Su enfermedad moral no tiene más castigo que el de verse a sí mismo desde otro yo. Y esa visión, con toda la experiencia vital de un cuerpo y una rutina distintos, tiene, junto a la sanción, toda la forma de un lenitivo con el que su culpa alcanza la redención.
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