Flojos terrores nórdicos

Maldiciones centenarias, suicidios e inquietantes reapariciones son la materia narrativa de un filme como El fantasma del lago, peripecia trabajosamente llevada a cabo por un aquí perfecto desconocido, Mikael Hafström, que si algo demuestra es su querencia por los modos de hacer del cine americano, la verdadera matriz sobre la que nace un filme como éste.

Quien ame los productos terroríficos llegados del otro lado del océano reconocerá sin ningún esfuerzo las bazas que Hafström juega con más diligencia y buena voluntad que acierto: si algo es esta película discreta hasta la inanidad es justamente un auténtico déjà vu, con buenos, malos y taimados perversos, muertos, lagos ominosos e internados de lujo.

No aporta absolutamente nada a lo que conocemos del género, no sirve siquiera como tarjeta de presentación de un cineasta, ni sus actores se elevan por encima de un más bien grisáceo tono interpretativo de andar por casa. Es posible que le guste a un amante del terror... A un amante, no obstante, tan necesitado de sus dosis de miedo como poco exigente.